* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
El otoño no es una estación de decadencia, sino de revelación. En el interior peninsular, donde el paisaje y los densos pinares, en esta estación transforma el entorno en un lienzo de tonos ocres y dorados.
La provincia de Cuenca, en plena Castilla-La Mancha, y en particular su Serranía, se convierte en un destino donde la calma se encuentra en el cruce de caminos, y la historia reposa bajo los techos de teja, como vemos en este reportaje en Las Fotos de los Lectores de La Vanguardia.
Nuestra ruta comienza en el corazón del paisaje rural de Arguisuelas. Es aquí, donde la mano del hombre se entrelaza con el ciclo natural, donde mejor se percibe la esencia de estos meses. La imagen de la torre de piedra, firme y serena, es un ancla visual que nos recuerda la profunda conexión de la vida serrana con el territorio.
La torre de la iglesia en Arguisuelas se yergue como testigo silencioso del paso del tiempo, enmarcada por los campos de labor que esperan la siembra y el manto verde de los pinares de la Serranía Baja de Cuenca.
Las carreteras comarcales
El viaje continúa, y es el propio camino el que nos invita a sumergirnos en el espectáculo cromático. Las carreteras comarcales, diseñadas para abrazar la orografía de La Mancha profunda, se ven flanqueadas por una explosión de color.
Son los árboles de hoja caduca, los chopos de la ribera, los que dictan el tono de la temporada, regalando ese amarillo vibrante que parece competir con la luz del sol. Es una invitación a la pausa, a detenerse a respirar el aire fresco y limpio. El intenso color amarillo de las hojas domina el paisaje, anunciando la plenitud del otoño en la Serranía.
Un tramo de carretera en la provincia de Cuenca, donde la curva se adentra en un túnel de luz dorada. El intenso color amarillo de las hojas domina el paisaje, anunciando la plenitud del otoño en la Serranía.
Finalmente, la belleza de la carretera nos revela la inmensidad del paisaje. Conducir por estas rutas se convierte en una experiencia meditativa, donde el ritmo del coche se acompasa con la lenta transición de la naturaleza.
El intenso color amarillo de las hojas domina el paisaje, anunciando la plenitud del otoño en la Serranía
Entre el verde oscuro de los perennes y el oro fulgurante de los caducifolios, se esconde la verdadera esencia del otoño: una temporada que no teme mostrar su esplendor antes de replegarse para el invierno. Es un paisaje que pide ser recorrido sin prisa, disfrutando de cada curva y cada rincón pintado de luz.
El camino y el bosque en la provincia de Cuenca se funden bajo un cielo de suaves nubes. El otoño transforma el entorno en un majestuoso telón de fondo para el viajero que busca la tranquilidad del interior.
La Serranía de Cuenca en esta época del año no es solo un destino, sino un recordatorio de la belleza inherente a los ciclos y los cambios del territorio peninsular. Un refugio de quietud para el viajero que busca desconectar y encontrar inspiración en el poderoso y a la vez sereno tapiz del otoño.
La belleza de la carretera nos revela la inmensidad del paisaje.
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