* La autora forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
Durante el confinamiento por la pandemia de la COVID-19, coordiné un estudio sobre las alteraciones del ciclo menstrual y cómo las circunstancias excepcionales impactan la salud hormonal y cíclica de niñas, mujeres y personas menstruantes.
Aquella investigación me dejó una certeza: nuestros cuerpos están profundamente influenciados por el entorno, situando las experiencias menstruales en la intersección del estudio desde aspectos biológicos, psicológicos, ecológicos, sociales, económicos y políticos.
Esta certeza se reafirmó tras el paso de la dana que arrasó la Comunitat Valenciana el pasado 29 de octubre. La devastación dejó a su paso vidas perdidas, hogares destruidos, y miles de personas afectadas en su salud psicoemocional, pero también puso en evidencia una dimensión silenciosa de la emergencia: la salud y gestión menstrual, relegada e ignorada incluso en los contextos de mayor vulnerabilidad.
Reconocer cómo esto afecta las necesidades específicas de quienes menstrúan es crucial para comprender plenamente la magnitud de estas tragedias.
El peso del patriarcado y el tabú
Ante desastres naturales, niñas, mujeres y personas menstruantes pueden pasar días sin productos de gestión menstrual, agua potable o espacios seguros para la higiene. Las situaciones de catástrofe intensifican el impacto diferenciado de género de la crisis climática, relegando estas necesidades a un segundo plano.
En el centro de estas inequidades de género, está el tabú que, desde hace siglos, ha envuelto a la menstruación. El silencio impuesto por la cultura y la religión, no solo genera vergüenza y aislamiento, sino que perpetúa la idea de que las necesidades relacionadas con la menstruación no son prioritarias, ni siquiera en contextos de emergencia.
Ante desastres naturales, niñas, mujeres y personas menstruantes pueden pasar días sin productos de gestión menstrual
El tabú de la menstruación se convierte así en una barrera adicional para acceder a ayuda esencial, ya que muchas mujeres y personas menstruantes pueden evitar salir en público, incluso cuando necesitan productos básicos, por vergüenza a que se les note que están menstruando.
A esto se suma que, históricamente, el patriarcado nos ha inculcado que las mujeres debemos priorizar las necesidades ajenas sobre las propias, lo que invisibiliza aún más el cuidado de nuestra salud y gestión menstrual. Estas inequidades de género limitan la respuesta humanitaria y refuerzan la frustración silenciosa: la idea de que nuestras necesidades son invisibles y poco importantes.
Salud menstrual: un vacío en las políticas climáticas
Cuando el cuerpo percibe peligro, se activa el sistema nervioso simpático, priorizando las funciones esenciales para la supervivencia y la seguridad, mientras relega aquellas no prioritarias, como la posibilidad de la gestación.
Esta fascinante respuesta involuntaria puede provocar alteraciones en la ovulación y la menstruación, como irregularidades, sangrado abundante, ausencia de sangrado o dolor intenso.
Según la ginecóloga Dra. Jerilynn Prior, “las fluctuaciones hormonales causadas por el estrés extremo afectan directamente el equilibrio hormonal necesario para un ciclo menstrual saludable”, como lo demostró el estudio sobre alteraciones menstruales realizado durante el confinamiento.
Sin embargo, el acceso a atención especializada en salud menstrual en contextos de crisis sigue siendo insuficiente. Aunque el informe Género y Cambio Climático del Instituto de la Mujer analiza las desigualdades climáticas que afectan a mujeres y niñas, no menciona explícitamente la salud y gestión menstrual.
La gestión menstrual sigue siendo una dimensión invisible en las políticas climáticas, a pesar de ser un derecho humano, poniendo al descubierto las desigualdades de género amplificadas en estos contextos. Este vacío subraya la urgencia de integrar la salud menstrual como un elemento clave en las políticas de respuesta a emergencias climáticas.
La gestión menstrual sigue siendo una dimensión invisible en las políticas climáticas
Protocolos que cuiden los derechos menstruales
Durante emergencias climáticas como la dana, la salud y gestión menstrual no puede quedar fuera. Es necesaria la toma de conciencia social, sanitaria y política del cuidado de la dignidad menstrual en contextos de catástrofes. Desde la Asociación de Cultura Menstrual, La Vida en Rojo afirmamos que se debe incorporar la salud y gestión menstrual en los protocolos de respuesta humanitaria y presupuestos de actuación en emergencias.
Para ello, es imprescindible desterrar el tabú a través de la educación menstrual que especifica la Ley Orgánica 1/2023 para la salud y dignidad de las niñas, mujeres y personas que menstrúan, junto con implementar las medidas adicionales y específicas en situaciones de catástrofe que incluirían:
- Garantizar productos de gestión menstrual diversos y suficientes.
- Asegurar agua potable y espacios seguros para la higiene.
- Formación y sensibilización para el personal humanitario.
- Ofrecer atención y seguimiento especializado en salud hormonal y menstrual.
- Inclusión de la salud menstrual en las evaluaciones de necesidades post-desastre.
Invito a desarrollar la imaginación para poder crear presentes y futuros donde se proteja la vida, la dignidad y la salud integral de todas. No podemos ignorar que la mitad de las personas que han sufrido las consecuencias directas e indirectas de esta catástrofe natural son niñas, mujeres y personas menstruantes.
Ante este tipo de situaciones extremas el estado debe responder con protocolos que cuiden los derechos menstruales y no ignorar o delegar en la buena voluntad de las personas que donan, recogen y reparten productos de gestión menstrual.
Si hay un futuro a pensar, ese futuro es ancestral
La naturaleza no es nuestra enemiga; su equilibrio ha sido alterado por el desarrollo capitalista y neoliberal. Ailton Krenak, líder y filósofo indígena brasileño, lo expresa con belleza: “Los ríos, esos seres que siempre habitaron los mundos en diferentes formas, son quienes me sugieren que, si hay un futuro a pensar, ese futuro es ancestral, porque ya estaba aquí”.
Es imprescindible pensar y diseñar estrategias desde la perspectiva de género para un futuro que priorice el cuidado de la vida; un futuro ancestral que siempre estuvo aquí, esperando ser recuperado.
Ese futuro ancestral del que habla Krenak no es solo un regreso al respeto por los ecosistemas, sino también al respeto profundo por la menstruación como parte de los ciclos de la naturaleza y de los procesos orgánicos que sostienen la vida, como los ciclos de la luna, las plantas y las estaciones. Reconocer este vínculo es una cuestión de derechos humanos, de igualdad de género y de justicia ecosocial.
* Carolina Ackermann Barreiro es educadora comunitaria en salud menstrual y peri/menopausia. Presidenta de la Asociación de Cultura Menstrual 'La Vida en Rojo'. Redactora, investigadora y activista. (@lavidaenrojo_asociacion) (@mujersinreglas)