“El apagón fue un punto de inflexión”, advierten en la Moncloa. Aquel funesto lunes, el pasado 28 de abril, España sufrió una insólita crisis eléctrica que dejó sin luz ni teléfono a la mayoría de la ciudadanía durante largas horas. Sus inciertas causas, aún no aclaradas, ya alentaron todo tipo de especulaciones, incluso que se trataba de un “experimento” del Gobierno. “Ese día, el Partido Popular empezó a alimentar la teoría del caos”, critican ahora en el Ejecutivo.
El siguiente lunes, 5 de mayo, aún coleó el caos ferroviario que provocó la víspera un misterioso robo de cable tampoco aclarado. Y desde entonces, generalmente los lunes, en la Moncloa y Ferraz se atragantan los desayunos ante el alud de filtraciones y titulares escandalosos, que el PP aprovecha para tildar a Pedro Sánchez de “capo mafioso”, al frente de una “trama criminal”, sumergido en una marea de corrupción.
Al goteo de mensajes privados de Sánchez desvelados con el exministro José Luis Ábalos, se sumó el precipitado aforamiento del líder del PSOE extremeño, Miguel Ángel Gallardo, imputado en la causa contra el hermano del presidente del Gobierno, David Sánchez.
“Estamos estoicamente aguantando denuncias falsas; paciencia, no nos queda otra”, alegan en el Ejecutivo
Y el pasado lunes estalló la, por ahora, última polémica, al difundirse los audios en los que una militante socialista, Leire Díez, parecía buscar pruebas comprometedoras contra algunos cargos de la unidad central operativa (UCO) de la Guardia Civil que investigan el caso Koldo y que también apuntarían al secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán.
“No puede ser cada lunes un Watergate ”, se revuelven en la Moncloa y Ferraz, en alusión al escándalo político que acabó con Richard Nixon en 1974, al destaparse aquella conspiración. Y recuerdan, no obstante, que la tormenta que ahora afrontan cada semana, con el consiguiente desgaste para el Gobierno y “daño reputacional” para el PSOE, ya la pronosticó Pedro Sánchez cuando hace poco más de un año, en abril del 2024, se tomó cinco días de reflexión ante la investigación judicial abierta contra su propia mujer, Begoña Gómez, tras una denuncia de la organización ultraderechista Manos Limpias.
En su carta a la ciudadanía con la que justificó aquel insólito paréntesis, Sánchez ya atribuyó a las derechas la puesta en marcha de “la máquina del fango”, término acuñado por el intelectual italiano Umberto Eco, para “tratar de deshumanizar y deslegitimar al adversario político a través de denuncias tan escandalosas como falsas”.
Gobierno y PSOE asumen el desgaste y el “daño reputacional” ante la sucesión de supuestos escándalos
Una estrategia ante la que en la Moncloa y Ferraz alegan “indefensión”, porque advierten que, al invertirse la carga de la prueba, se dinamita toda presunción de inocencia. Y esgrimen el reciente ejemplo de Cerdán: dos meses después de que algunos digitales empezaran a acusarle de corrupción, a partir de un informe de la UCO que se anunciaba tan “inminente” como “demoledor”, otros medios acaban de desvelar que, según fuentes de la investigación, nunca existió dicho informe.
Pero el mal ya está hecho, lamentan en Ferraz. “Estamos hartos de montajes”, clamó el pasado viernes Patxi López.
Ahora la polémica se centra en la supuesta guerra sucia contra la UCO que habría impulsado una afiliada socialista, Leire Díez, presentada por los medios que lo denuncian como “fontanera de Ferraz y mano derecha de Santos Cerdán”. “Ni una cosa ni otra”, alegan en la dirección del PSOE, que el miércoles se vio obligada a abrir un expediente a Díez como válvula de escape ante la presión incluso entre sus propias filas.
Los socialistas resaltan que, tras dos meses, se diluyen las acusaciones contra su secretario de organización federal
En la Moncloa y Ferraz aseguran que en ningún caso Díez actuaba a instancias suyas, e incluso la equiparan con perfiles como el del Pequeño Nicolás o El Bigotes en el PP. “Esta señora nos hace mucho daño –admiten–, pero no podemos controlar lo que dice cualquier fanfarrón por el mundo”. “Tenemos 170.000 militantes, no podemos estar detrás de lo que hace cada uno”, tercian los socialistas.
“No hay ninguna trama de corrupción ni existen ya las cloacas del Estado”, se defienden. Pero asumen que la sucesión de supuestos escándalos eclipsa la mayor parte de su gestión y agenda política. “Estamos estoicamente aguantando denuncias falsas”, dicen. Y se recetan “paciencia” para capear el temporal. “No nos queda otra”.