De la indecencia al privilegio

Sin permiso

De la indecencia al privilegio
Directora adjunta

Quién fue el primero que lanzó la piedra? Cuando se les reprocha al PP y al PSOE su virulencia dialéctica y los efectos dañinos que acarrea para la política la deshumanización del adversario, sus protagonistas suelen enzarzarse en el estéril debate sobre quién lanzó la primera piedra, como si eso diera patente de corso para no cesar en el acoso y derribo personal.

El PP se escuda en las arremetidas del PSOE contra el novio de Isabel Díaz Ayuso en referencia al presunto fraude fiscal, los contratos con la Quirón y al ático que comparte con la presidenta madrileña. Los populares también consideran impropio que el presidente del Gobierno insista en la foto de Alberto Núñez Feijóo con Marcial Dorado de hace veinte años, cuando según el líder del PP aquel no se dedicaba al narcotráfico. Para los populares, eso no es nada comparado con tener a dos secretarios de organización socialistas acusados de corrupción (uno en prisión), un fiscal general casi en el banquillo y dos causas judiciales contra la esposa y el hermano del presidente.

El PP ha hecho de la moral personal uno de los argumentos más insistentes para echar a Sánchez

En el PSOE se consideran víctimas de una confabulación más o menos implícita entre sectores policiales, judiciales y mediáticos para echar como sea a Pedro Sánchez de la Moncloa. No se niega la gravedad de la corrupción destapada, pero rechazan que lo demás responda a la verdad y no cesan de recordar que el PP ha sido el partido con más casos de corrupción a sus espaldas en los últimos años.

Más allá de las razones de unos y otros, sí puede concluirse que Sánchez ha sido el presidente contra el que se ha empleado más saña en el plano personal. El PP alega que es el más corrupto a su parecer, pero seguramente el aura de resistencia que se forjó Sánchez ha provocado que no se escatimen disparos para cobrarse la pieza. Tal como están el PSOE y su líder en estos momentos, sumidos en una crisis de credibilidad y de debilidad parlamentaria (solo la economía le da respiro), Feijóo no tendría necesidad de destruir la reputación de su rival y la de su familia y, sin embargo, se pone el foco en el plano personal. (Ayer El Mundo ocupó buena parte de su portada a reflejar el paso del tiempo en el rostro del presidente y sí, se confirma que Sánchez también envejece).

Pleno Congreso de los Diputados Pedro Sanchez. Alberto Nuñez Feijoo

Alberto Núñez Feijóo interviene en el pleno del Congreso de esta semana

Dani Duch

En la política de hoy nada se deja al azar. Todo tiene una motivación. Los dos modelos que polarizan ideológicamente la sociedad española tienen como ejes divisorios los valores y la cuestión territorial. El primero puede expresarse a través de múltiples manifestaciones, pero el caso Ábalos ha proporcionado una con mucho morbo: con un gobierno progresista que ha hecho bandera del feminismo (más atenuado últimamente), cuando el péndulo ideológico en todo el mundo declina hacia el lado opuesto, se descubre que dirigentes del PSOE recurrieron a la prostitución. Se ha abierto un boquete en el voto femenino. El PP solo tiene que ahondarlo.

Pero no se trata solo del voto de las mujeres. En el PP insisten en proferir palabras como “puteros” o “prostíbulos” que sitúan el debate en el plano de la moral. Es como decir: “los que nos daban lecciones, míralos...”. Se ahonda así en el antagonismo de unos contra otros porque con la moral no se transacciona. Es característico de los partidos conservadores subrayar asuntos como el orden o la moral sexual.

Así lo evidenció Feijóo en el Congreso. Empezó esbozando la distinción moral que pretende entre él y el presidente: “Esto no va de Sánchez o la ultraderecha; esto va de Sánchez o la decencia”. En su día el líder socialista le espetó a Rajoy que no tenía decencia por encubrir la corrupción y el PP consideró que había traspasado una línea roja. Feijóo dio un paso más al acusar a Sánchez de indecencia no tanto por el caso Cerdán (la lacra del latrocinio público es compartida), sino por sus cualidades personales: “Tiene el cuajo de compararse conmigo. ¿Pero con quién está viviendo usted? ¿Pero de qué prostíbulos ha vivido usted? Partícipe a título lucrativo del abominable negocio de la prostitución. Y ahora quiere ilegalizar su biografía. Allá usted. No se compare conmigo”.

“Feijóo se refería a informaciones basadas en informes de la policía “patriótica” del ex comisario Villarejo sobre el suegro (ya fallecido) de Sánchez, quien trabajó para su hermano en la contabilidad de una sauna en Madrid en la época en la que el presidente se casó con Begoña Gómez. Poco importa la consistencia de tales acusaciones ni si afectan a la capacidad de Sánchez para dedicarse a la política. Esas referencias, unidas a los comentarios sobre prostitutas de las grabaciones de Ábalos y Koldo obligan a los socialistas a defenderse en el mismo plano de la moral sexual. Enseguida el partido propuso expulsar a cualquier militante que recurra a la prostitución. La moralización de la política se acentúa en la derecha y la izquierda. En estos tiempos está claramente al alza la visión moral conservadora.

El eje territorial ya es un clásico de la polarización en la política española y en los próximos días vivirá su enésimo episodio a cuenta de la financiación autonómica catalana. Empezó Ayuso hace unos días enarbolando nada menos que un golpe de Estado encubierto: “Es un nuevo paso para el golpe financiado por todos los españoles”. Dos autonomías socialistas, Castilla-La Mancha y Asturias, han alertado contra “los privilegios” de Catalunya, aunque de los barones socialistas el más relevante ahora es Salvador Illa.

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Lola García

Sánchez lanzó esta semana un mensaje que hay que leer entre líneas al marcar distancias con Felipe González y declararse continuador de Zapatero. El PSOE no está hoy tan dividido como proclama el PP, pero podría estarlo si Sánchez tira la toalla. Feijóo también ha enviado otra señal en los últimos días: no meterá a Vox en el Gobierno. El líder de los populares mira a Alemania y Portugal e imagina un PSOE que facilite su investidura, algo que con Sánchez de por medio es imposible. Los socialistas piden apoyo para impedir la alianza PP-Vox y Feijóo también con el mismo argumento de frenar a la ultraderecha. La intensa dramatización política que vivimos empieza como impostura y acaba por impregnarlo todo. Veremos quién saca más provecho.

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