Izquierdas periféricas

Mar de fondo

ERC se le ha quedado pequeña a Gabriel Rufián, se escucha en los mentideros madrileños. Sus performances son dinamita aprovechable para causas mayores que las del autonomismo, suspiran sus fans de toda España. Solo él, como en su día Pablo Iglesias, representa una verdadera esperanza para frenar la deriva derechista, añaden sus embajadores digitales.

¿Acaso no se alzó con el galardón de mejor orador del Congreso? ¿No debe utilizarse ese talento para la guerra que es –derecha/izquierda– en lugar de malgastarlo en la que fue –España/Catalunya–?

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Rufián pide una lista “plurinacional” de izquierdas para las generales

EFE

Quizá si Rufián fuese a las permanentes de su partido se habría ahorrado el bufido

Amaneció el martes con la filtración de que ERC mantenía contactos con Bildu, BNG, Compromís, Adelante Andalucía y “otros” para estudiar concurrir en una lista conjunta a las próximas elecciones generales.

Algo más ambicioso que lo ya practicado por los republicanos con Bildu y el BNG en los comicios europeos, pues en esta ocasión podría incorporarse a la fórmula también Podemos. Un verdadero frente popular para poner pie en pared ante el avance de la ultraderecha y ayudar al PSOE a retener el Gobierno desde su izquierda ante el anunciado derrumbe del edificio de Sumar.

Congreso de los Diputados Gabriel Rufian

Gabriel Rufián en el Congreso

Dani Duch

Sorprendió en los cuarteles de ERC desayunarse con este invento. Que Rufián es un electrón libre es cosa sabida por todos y aceptada por su padrino político, Oriol Junqueras.

Pero descubrir que el Cicerón de Santa Coloma ha decidido fijar a su albur el debate sobre la estrategia electoral de su partido cortó la digestión de muchos desa­yunos. Se agrió la leche.

Rufián centró la pelota en el papel para rematarla horas después ante micros y cámaras, aunque a diferencia de lo leído en El Mundo horas antes, en esta ocasión se dejaba fuera de la ecuación a Podemos.

No quedaba otra. Pues Oriol Junqueras y Pablo Iglesias se las estaban teniendo en las redes a cuenta de la deriva centralista de los morados, que se niegan a votar la cesión de competencias de gestión de la inmigración a la Generalitat con el argumento de que solo servirá para que los Mossos lleven a cabo batidas racistas.

Evitó pues Rufián mentar a los morados en su plan explicado a cara descubierta, aunque estos sí se mencionaban en el plan original, aunque reconociendo la dificultad de su incorporación a un proyecto de siglas plurinacionales.

Insistió el jefe de filas de ERC en Madrid en que solo la unión de las izquierdas periféricas –curiosa elección semántica para un independentista– podía servir para frenar la ola conservadora. Vivir juntos o morir por separado fue el mensaje. Una variación del aforismo guevarista que, como el original, permite su estampado en camisetas de merchandising variado.

La portavoz de ERC en el Parlament, Esther Capella, desautorizó a Rufián por la tarde con el visto bueno de la dirección nacional. Quizás si Rufián acudiese a las permanentes del partido, a las que sí van el resto de portavoces parlamentarios, se hubiera ahorrado el bufido de sus compañeros y el silencio enojado de su padrino. Pero así son los electrones empoderados a los que su proyecto político original les parece a veces un traje de primera comunión que les empequeñece.

Ayer mismo, Rufián insistió en las virtudes de su idea a pesar de haber sido de­sautorizado. De lo que cabe extraer, al margen del coraje del susodicho para mantener sus posiciones aun a sabiendas de que no han sentado bien, varias conclusiones políticas. La primera, la falta de una estrategia clara en ERC. Solo así se entiende que un melón de tal calibre se abra por decisión de su hombre en el Congreso.

La segunda, la dificultad de los republicanos para recuperarse de la debacle del último ciclo político con una Catalunya que es socialista en los entornos metropolitanos y que en pueblos y ciudades medianas vira rápidamente hacia posiciones conservadoras en cuestiones como la inmigración.

Y la tercera, el salto definitivo de una parte del republicanismo, el que representa Rufián, hacia posiciones en las que el independentismo es un elemento de segundo orden. Sacrificable si con ello se aseguran políticas de izquierda en el tablero español.

Algo, esto último, que es ruidosamente aplaudido en España por gentes que no votan a ERC. Pero que en Catalunya, que es donde los republicanos se juegan el pan, no acaba de dar fruto alguno, como descubrió en carne propia Rufián cuando compitió por la alcaldía de Santa Coloma con un efecto puramente testimonial.

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