Una sintonía plagada de altibajos

El eje plurinacional

La afrenta con el PSOE y el choque en traspasos competenciales enmarañan la relación de Podemos con el soberanismo

Así ha sido la llegada de los políticos presos al hemiciclo

Oriol Junqueras y Pablo Iglesias se saludan en el Congreso en un pleno de mayo de 2019.

Dani Duch

Del “tenemos que hablar” al “no nos faltes al respeto”. Entre una frase y otra –la primera de Oriol Junqueras y la segunda de Pablo Iglesias– ha transcurrido casi una década. Ambas son un fidedigno síntoma del trascurso de una relación de vaivenes y tensiones entre una formación como Podemos, que abraza un Estado plurinacional, y el eje independentista.

Pese a poder simpatizar con Esquerra y Junts en la causa de la desjudicialización de la política catalana y la autodeterminación, la nueva estrategia de Podemos de distanciamiento con el Gobierno y de enmendar los acuerdos de este con los grupos independentistas ha acrecentado su enfrentamiento con ellos.

En la senda de interlocución con el soberanismo, los morados siempre han priorizado a ERC. De hecho, cuando estaban dentro del espacio de los comunes, presionaron para el giro de un Govern independentista a uno de izquierdas por la sintonía en asuntos sociales e ideológicos. Esas coincidencias se han plasmado, a veces, en alianzas en el Congreso para presionar al PSOE –ocurrió con la ley Trans o el tope al gas–.

Sin embargo, ha habido tiranteces en la lectura de Podemos sobre el 1-O –que no lo percibieran como una “revolución social” como el 15-M decepcionó a los republicanos–. Esas brechas, que se han profundizado en las últimas semanas, tienen en la riña en redes entre Oriol Junqueras y Pablo Iglesias la semana pasada un elemento que lo atestigua.

La interlocución entre el fundador de Podemos y el presidente de ERC ha sido fluida y, en algunos momentos, casi diaria. En abril de 2015 ambos se conocieron personalmente en un programa de La Sexta. Detrás de las cámaras, intercambiaron sus teléfonos.

Las relaciones se engrasaron. El momento álgido fue la moción de censura –fracasada– que los morados presentaron contra Mariano Rajoy en junio de 2017. Los republicanos la apoyaron y se entusiasmaron con Irene Montero.

No obstante, las posiciones se enconaron y se alejaron a medida que se acercaba el 1 de octubre de 2017. En Esquerra querían que el líder morado fuera más allá en el respaldo a su legitimidad.

La negativa de los de Belarra a la delegación de inmigración eleva su confrontación con JxCat y Esquerra

Como suele ocurrir en los traspiés, hay intervenciones de agentes externos para intentar resolver las discordancias, como buscó Jaume Roures en una cena que organizó entre las cúpulas de ambos partidos en agosto de 2017. Con Junqueras en prisión, hubo de nuevo cercanía por la defensa de los morados a la excarcelación de los políticos independentistas. Iglesias visitó al republicano en Lledoners en octubre de 2018.

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En aquel entonces, el madrileño intentó actuar como nexo para integrar en la ecuación de los presupuestos a Esquerra y que tuvieran un papel en la gobernabilidad del Estado, algo que siempre ha defendido. Esa figura de arquitecto para aunar una mayoría de la izquierda del PSOE y el nacionalismo se vislumbró más en la moción de censura que aupó a Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno. Iglesias fue clave en el ‘sí’ del PDeCAT –pese a la contrariedad de Puigdemont a la operación–.

Precisamente con el líder de JxCat también hubo entendimiento sobre la cuestión catalana. En 2021, siendo vicepresidente del Gobierno, Iglesias comparó el “exilio” del expresident con el de los republicanos durante la Guerra Civil. Puigdemont se lo agradeció, pero se apresuró a distanciarse al apuntar que el dirigente morado no formaba parte de “ninguna estrategia independentista”.

Los equilibrios han sido una constante en la relación entre ambos. Dos días después de reunirse con Junqueras en prisión, el madrileño llamó al exmandatario catalán, quien le invitó a un encuentro personal que no se sustanció.

Pero esos equilibrios siempre se han roto en cuanto lo ideológico ha irrumpido en el terreno de juego. La evidencia más palmaria radica en el acuerdo que los posconvergentes alcanzaron con el PSOE para la delegación de competencias en inmigración. Sin el concurso de Podemos –que está radicalmente en contra–, no se materializará. Las acusaciones de ver “marcos de la extrema derecha” en el pacto tensaron la cuerda con los de Carles Puigdemont.

Y si quedaba algún pequeño resquicio para un acuerdo entre los dos partidos en este tema, este quedó completamente dinamitado con las palabras de la secretaria general de Podemos, Ione Belarra, en las que sostuvo que los Mossos harían “batidas racistas” si se traspasaban dichas competencias. En JxCat lo vieron como de “primero de supremacismo y xenofobia”. En este contexto, Puigdemont se refirió ayer a los morados como “arquitectos del caos” y los metió en el mismo saco que a Vox al aludir a los extremos.

Las palabras de Belarra tampoco cayeron nada bien en Calàbria. Hubo escalada verbal. Junqueras dijo de esas declaraciones que “antes las decían Albert Rivera e Inés Arrimadas”. Pablo Iglesias le espetó: “Ni Rivera ni Arrimadas ni tus nuevos socios del PSOE fueron a verte a la cárcel”.

La desjudicialización y la defensa de la plurinacionalidad del Estado equilibraban la interlocución

El dirigente de Esquerra replicó con que “las cosas cambian, a veces a mejor y a veces a peor”. “Que empecéis a sonar como Ciudadanos me parece un cambio a peor”, añadió. La comparación irritó a Iglesias: “Eso es como si yo dijera que sonáis a CiU y a Pujol [...] Por mi parte lo dejamos aquí, pero no nos faltes al respeto”. En el cuartel republicano restan importancia a estas tiranteces, que vislumbran que irán a más. Además, si hubo posibilidades para un frente común, Junqueras subrayó este domingo en La Vanguardia que con los argumentos de Podemos sobre los Mossos “es imposible”.

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