Carles Puigdemont y Jordi Turull vivieron juntos las 48 horas en las que el expresident estuvo en Barcelona, hace justo un año. Lo hicieron sin teléfono móvil y todavía hoy guardan silencio en público sobre lo sucedido. De una operación que acabó con éxito para sus protagonistas, gracias a que imperó la discreción y el secretismo, solo ha trascendido lo que ellos querían.
Lo cierto es que casi nadie tenía la información al completo de cómo se ejecutaría una acción en la que también tuvo mucho que ver el ahora vicepresidente de JxCat, Antoni Castellà, que se encargó de la logística así como de la organización del acto de Arc de Triomf en el que el líder de Junts intervino desde el escenario, a la vista de todos, durante unos minutos.
Dos personas dejaron su piso vacío para que se escondiera allí el líder de JxCat y otra hizo de anfitrión
Castellà es una de las personas que había sugerido al líder posconvergente que no se dejara detener, cuando parecía que ese era el único destino que le aguardaba si regresaba a Catalunya, algo que había prometido durante la campaña electoral del 12-M y de lo que era difícil desdecirse.
La evasión fue un ejercicio de ilusionismo en el que no se dejó nada al azar. Tanto es así que mientras la policía solo contemplaba la opción de que el expresident acudiera al Parlament –al debate de investidura de Salvador Illa–, arrestarlo y ponerlo a disposición judicial antes de que pisara la institución, los que orquestaron la irrupción y la huida habían previsto hasta 14 escenarios distintos, aunque algunos fueran improbables y surrealistas.
En aquel operativo, que guarda paralelismos con lo que hizo el independentismo en octubre del 2017 para introducir las urnas procedentes de China en Catalunya, participaron además varias personas ajenas a las organizaciones soberanistas y los partidos. Tuvieron un papel clave y determinante.

Los Mossos d’Esquadra bloquearon las carreteras de Barcelona durante unas horas con la operación jaula, pero fue en vano
Conocidos y amigos del expresident, a su vez, de forma consciente o inconsciente, se encargaron de las maniobras de distracción que captaron la atención de los servicios de inteligencia. También los cargos electos de JxCat, así como los expresidentes Artur Mas y Quim Torra, que junto con los diputados se dirigieron a la Cámara catalana. En teoría escoltaban a Puigdemont. Sin embargo, nada más bajar del escenario este montó en un Honda blanco y escapó del lugar de forma inadvertida para casi todo el mundo. Solo dos agentes se percataron de lo sucedido, pero poco pudieron hacer.
El hecho de que todavía hoy reine el hermetismo sobre aquel día se debe a que el juzgado de instrucción número 24 de Barcelona mantiene abierta la investigación contra tres agentes de los Mossos d’Esquadra a los que se acusa de encubrimiento.
Sea como fuere, un año después, se sabe que el expresident llegó a Barcelona la noche del 6 de agosto procedente de Waterloo, que Turull se le unió en el sur de Francia y que fue allí mismo donde le dejó el día 8 por la noche. El secretario general de JxCat durmió allí. Puigdemont, en cambio, continuó la ruta hacia Bélgica.
El 6 de agosto, el expresident había salido a primera hora de su casa de Waterloo y fue a un supermercado cercano a hacer la compra. Nada extraño. Pagó y volvió al aparcamiento. Allí un doble se intercambió por él y regresó a su casa en su vehículo. Un medio de comunicación captó tanto la salida como el retorno del coche de Puigdemont, pero en realidad el dirigente ya estaba de camino a Barcelona, donde pasó desapercibido dos noches, en un piso ubicado a menos de 500 metros de Arc de Triomf. El inquilino ejerció de anfitrión. Allí pasaron tanto Turull como él el día 7 sin salir y sin recibir visitas. Y de allí partieron a pie hacia el escenario donde pronunció su discurso.
Después, el expresident atravesó una carpa y montó en el citado coche hacia un piso seguro, desde donde se dirigió a otro más tarde. Una vez se desactivó la operación jaula para detenerlo que habían activado los Mossos d’Esquadra, Puigdemont y Turull emprendieron el camino hacia el norte. El día 9, el expresident volvía a la casilla de salida, Waterloo, de donde había conseguido salir tres días antes sin que los servicios de inteligencia lo detectaran.
Ayer, el secretario general de JxCat, rememoró la jornada como “uno de los días de mayor intensidad junto a Puigdemont”. “Los justicieros con la toga, y sus colaboradores y altavoces, salivaban imaginando al presidente en la cárcel. La represión no hacía vacaciones, la confrontación contra ella tampoco. Una vez más, el aparato represor del Estado se quedó con cara de tonto”, añadió Turull en un mensaje en la red social X.