Encontrar el rumbo

Opinión

Dar voz a la mayor variedad de culturas, de músicas, de historias porque es un momento en que debemos reivindicar que el ser humano está hecho de una diversidad inmensa de culturas, de formas de ser...”. Lo dijo el martes Jordi Savall en la inauguración del festival que lleva su nombre y que se celebra esta semana con los viajes de Marco Polo por la ruta de la seda como eje del programa.

El mensaje que lanzó el músico desde el monasterio de Santes Creus recuerda a lo que, a partir de los años cincuenta, defendía Pau Casals desde Prada de Conflent, en medio de la incipiente Guerra Fría. En aquellos años, el violonchelista —a quien a menudo se reduce a la frase I’m a catalan y al himno de Naciones Unidas— fue una figura central en la oposición a la carrera armamentista nuclear, junto a nombres como Albert Einstein o Bertrand Russell. El próximo año, la conmemoración del 150 aniversario de su nacimiento servirá para conocer mejor su trascendencia y su vinculación con una amplia red de intelectuales, sobre todo europeos y norteamericanos.

La figura del intelectual está en horas bajas pero es necesaria para construir

La figura del intelectual está en horas bajas. Ha contribuido a ello la aparición de las redes sociales, que permiten que cualquiera produzca contenido y llegue al receptor sin pasar por ningún filtro. Hay quien lo llama “democratización” porque esquiva las barreras y los intereses de los medios tradicionales. Esto, sin embargo, ha erosionado la supervivencia de dichos medios y, de rebote, ha diluido en un océano de estupidez las voces con mensajes profundos que habitaban en ellos.

Al intelectual, en lugar de considerarlo un generador de ideas, a menudo se le ha entendido como un firmante de manifiestos. (Y muchos firmantes se han tenido por intelectuales por el mero hecho de tener firma). El intelectual se ha degradado porque ha defendido unas causas y se le ha visto el plumero en otras, o porque se ha pretendido que su sola voz sirviera para salvar desastres. Si hace una década era plausible que un lector mencionara media docena de referentes internacionales, hoy eso es más difícil.

Hace veinte años, Ralf Dahrendorf publicó La libertad a prueba: los intelectuales frente a la tentación totalitaria (traducido en 2009). El filósofo y sociólogo europeísta partía de los ejemplos de Karl Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlin, Hannah Arendt y Norberto Bobbio para explicar que, en los años centrales del siglo XX, esas voces influyentes se habían mantenido fieles a sus principios morales y a la libertad intelectual, como Pau Casals, mientras millones de ciudadanos abrazaban el totalitarismo.

Después de la tormenta, sus ideas y firmeza, junto a las de muchos otros, permitieron retomar un rumbo que se había perdido. Basta con leer estos días la sección internacional de este diario para comprender que es imprescindible encontrar voces contemporáneas como las mencionadas y hacer que se escuchen. Las necesitaremos para construir y salir de este período de desorientación.

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