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Estados Unidos responde al desfile militar de Pekín con un rótulo del mundo de ayer

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Ministerio de la Guerra | Enfoque Enric Juliana 

Vuelven los ministerios de la Guerra. También en ese plano regresamos al pasado. La presidencia de los Estados Unidos recuperó anoche (hora local española) el viejo rótulo del Departamento de Guerra, dos días después del impresionante desfile de las fuerzas armadas chinas en Pekín para conmemorar el 80ª aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial en Oriente. Han transcurrido ochenta años, el mundo es otro y el bloque oriental de la gran plataforma continental euroasiática ha cerrado filas esta semana en Pekín. China, Rusia, India e Irán, de la mano. Nunca se había visto nada igual. Estados Unidos respondió anoche con la recreación del Departamento de Guerra. Regreso a 1945. Regreso a los años treinta. Regreso al siglo XIX.

“No hemos ganado ninguna gran guerra desde que cambiamos el nombre [Departamento de Defensa] tras la Segunda Guerra Mundial. Y eso no es para menospreciar a nuestros combatientes, ya sea en la guerra de Corea, la guerra de Vietnam, o en Irak y Afganistán. Es para reconocer que con este cambio de nombre no se trata solo de rebautizar, sino de restaurar”, dijo el nuevo secretario de Guerra, Pete Hegseth, hasta anteayer secretario de Defensa. “Se trata de restaurar el ethos guerrero, la victoria como objetivo final, la intencionalidad en el uso de la fuerza para que el Departamento de Guerra luche de manera decisiva, no en conflictos interminables”, añadió.

El presidente Donald Trump lo formuló de una manera más simple: “Ganamos la Primera Guerra Mundial y ganamos la Segunda Guerra Mundial. Lo ganamos todo y entonces decidimos volvernos woke y cambiar el nombre a Departamento de Defensa, políticamente correcto. Así que vamos a volver al Departamento de Guerra. Creo que es un nombre mucho más apropiado, especialmente a la luz del mundo en el que nos encontramos”. Veremos cuantos países se apuntan en los próximos meses al cambio de rótulo.

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Hegseth junto al presidente Trumsp en Washington 

Mark Schiefelbein / Ap-LaPresse

Vuelve el Ministerio de la Guerra norteamericano ante el cierre de filas de la República Popular China con sus aliados más inmediatos. En términos escénicos, el desfile del miércoles tuvo que impresionar a Trump. El actual presidente de los Estados Unidos concibe su mandato como un continuo ‘reality’ de televisión y esta semana el gran protagonista de la historia acelerada del mundo ha sido Xi Jinping. Eso es intolerable.

El emperador chino ha reunido en Tianjin a los dirigentes de las principales potencias asiáticas –incluida India, dato fundamental-, ha potenciado la Organización de Cooperación Shangai (OCS) como foro alternativo al G-7,  y después ha presidido un desfile militar espectacular en Pekín. Primero, el foro de Tianjin, después el desfile.  No todos los invitados coincidieron en ambos eventos. La figura estelar en Tianjin fue el primer ministro indio, Nerendra Mori. En el desfile de Pekín, los acompañantes principales fueron Vladímir Putin y Kim Jong-un. Fue una secuencia de acontecimientos de distinta naturaleza que el público internacional ha leído como un único evento: una gran demostración de fuerza de China. Trump no podía quedarse quieto. 

Horas después del desfile, el Pentágono, ahora Departamento de Guerra, difundió las imágenes de una lancha de presuntos narcotraficantes venezolanos fulminada por un misil de la fuerza naval norteamericana desplegada en el mar Caribe. Once hombres carbonizados. Ejecución sumaria sin  intentar abordar la nave y detener a sus tripulantes. (Imaginemos una lancha de Sito Miñanco o Marcial Dorado fulminada en los años noventa por un misil de la Armada española frente a las costas de Galicia, para su posterior exhibición en el telediario).

El desfile de Pekín fue un ejercicio espectacular especialmente pensado para la televisión y las redes sociales. En China existe un Ministerio de Defensa Nacional, cuya función es más diplomática que ejecutiva. Es la fachada ceremonial de las fuerzas armadas chinas. El centro de decisión está en la Comisión Militar Central, que preside el secretario general del Partido Comunista Chino. Presidente de la República Popular, secretario general del PCCh y presidente de la Comisión Militar Central, estos son los títulos de Xi Jinping.

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xi flanqueado por Putin y Kim Jong Un 

XINHUA / EFE

El desfile de Pekín fue imponente, con clara voluntad de superar las legendarias paradas militares en la plaza Roja de Moscú. Disciplina, sincronización, contundencia, proyección de fuerza. Xi Jinping flanqueado por Vladímir Putin y Kim Jong-un. El presidente neozarista de la Federación Rusa y el sátrapa de Corea del Norte al lado del poderoso secretario general del Partido Comunista Chino, vestido con el uniforme que popularizó Mao Zedong.  La chaqueta Mao, adaptación china del uniforme de los cadetes prusianos que en realidad empezó a ser utilizada a principios del siglo pasado por el primer presidente de la Republica China, el nacionalista Sun Yat-sen, fundador del Kuomitang, el legendario Partido Nacionalista Chino, organización hoy refugiada en la isla de Taiwán.

Rusia al mismo nivel que Corea del Norte. Es sorprendente. Ni Stalin, ni Jrushchov ni ningún otro dirigente soviético hubiesen aceptado jamás viajar a Pekín para aparecer al mismo nivel que el histriónico jefe de la pequeña y aislada Corea del Norte. Los tiempos han cambiado. La potencia ahora dominante en la plataforma continental euroasiática es la República Popular China. La Unión Soviética dejó de existir hace más de treinta años y Rusia ha necesitado a los norcoreanos para no naufragar en la guerra de Ucrania, en la que se está consumiendo muchísima munición. El ejército ruso ha podido superar una grave crisis de abastecimiento militar gracias a los miles de obuses que le ha vendido el régimen de Corea del Norte y al envío de doce mil soldados para ayudar a taponar la brecha de Kursk. Carne de cañón. Pronto hará un año de ese envío. Se calcula que más de la mitad de ese contingente militar murió en combate, pero Rusia ha podido recuperar el territorio del oblast de Kursk invadido por los ucranianos en un desesperado intento de disponer de suelo ruso en la mesa de negociación.

“Si Rusia, China e Irán cierran una alianza, la hegemonía de los Estados Unidos puede entrar en grave riesgo”. Así lo dejó escrito Zbigniew Brzezinski en los años noventa en el célebre manual de geopolítica titulado El gran tablero mundial, que se estudia en no pocas escuelas diplomáticas de Occidente. Esa alianza euroasiática podía empujar a Rusia a retomar el control de la Europa del Este. Ucrania sería fundamental, pronosticaba.

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Zbigniew Brzezinski 

Reuters

Nacido en Polonia, Brzezinski fue Consejero de Seguridad Nacional durante la presidencia de Jimmy Carter y puede ser considerado como uno de los teóricos de la fase final de la Guerra Fría. Mantener separadas a Rusia y China era una prioridad norteamericana. Así lo había entendido Henry Kissinger a principios de los setenta abriendo relaciones diplomáticas con Pekín en el momento de máxima tensión entre los dirigentes comunistas chinos y la nomenclatura soviética posterior a Stalin. Los chinos no querían ser mandados desde Moscú y Mao se sintió en peligro cuando Nikita Jrushchov denunció los crímenes del estalinismo. Por su parte, el impetuoso Jrushchov que buscaba una URSS con un mayor nivel de vida, llegó a la conclusión que Mao era, en el fondo, un nacionalista chino. Está escrito en sus memorias. Cuando comenzó la disputa sino-soviética, que llegó a desencadenar un enfrentamiento militar por la línea fronteriza del río Ussuri, cerca del Pacífico, China era todavía un país atrasado de base eminentemente campesina.

Kissinger vio la brecha, entendió su importancia estratégica y colocó una cuña con la apertura diplomática a Pekín en 1972, que supuso la concesión de créditos a China y la progresiva admisión de estudiantes chinos en las universidades estadounidenses. Así empezó a formarse la legión de nuevos ingenieros chinos. Hace cincuenta años de ello. Medio siglo después, China se ha convertido en una gran potencia económica, tecnológica y militar, ha estrechado lazos con Rusia desde una posición dominante, tiene línea directa con Irán y está efectuando una aproximación táctica a India, a su vez ofendida por los aranceles que le ha impuesto Trump, en represalia por las importaciones indias de petróleo ruso. El gobierno nacionalista indio juega con varias barajas y no nos debería sorprender que pronto haga las paces con Washington. Mientras tanto, China rentabiliza los errores del adversario.

Septiembre ha empezado con una rotunda visualización del bloque oriental. En este contexto regresa, teatralmente, el rótulo de Departamento de Guerra.

Vuelve el video-blog de los sábados.

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