Hace mucho tiempo que escribimos sobre Alianza Catalana (AC) como un Objeto Político No Identificado (OPNI). Mucho antes del 12-M del 2024. Desde entonces y hasta el sondeo de nuestro periódico, AC, como en Gotham, han certificado su sabiduría y engañosa brillantez, tal y como preveíamos. Emergiendo ya su líder, Silvia Orriols , como dice un buen amigo, como la “virgen gótica”. Es “gótica” como esa literatura del siglo XIX que se funde con el romanticismo (del procés ). Y técnicamente se declara “virgen” cuando afirma que no se presentará a las generales (veremos). Orriols, como Miércoles en la Familia Addams, tiene un buen cuchillo y le gusta jugar a las autopsias con él. Ya dijo antes que no se presentaría a las catalanas y lo hizo.
Miren, desde el 2011 cuatro partidos se han disputado la victoria de unas generales en Catalunya. En el 2011, CiU. En el 2015 y el 2016, Comuns. En el 2019, ERC, y en el 2023, PSC. Podríamos decir por ello que claramente en Catalunya el deseo de un orden nuevo cambia de manos con facilidad. Con ocho formaciones en el Parlament o en el futuro Ayuntamiento de Barcelona, con identidades nacionales diferentes, con ideologías diferentes, cualquier decisión estratégica acaba condicionando no solo el devenir de Catalunya, sino de España, y no solo por el procés o la amnistía, la financiación singular o la quita de deuda autonómica. Desde la irrupción de AC se habla en el ámbito estatal, con una crudeza trumpiana, de la inmigración en todas las sobremesas de España a este-oeste y norte-sur.
Ya pueden prepararse todos para la presencia de AC en las generales. Irán a por los votos
AC ya no es un OPNI, ni tan siquiera es una escisión de Junts. Del mismo modo que muchos creyeron ver a Vox como un satélite errante del PP. AC hoy es otra cosa, más transversal, en correlación con los electorados autoritarios de las democracias occidentales. Catalunya, siempre anticipa por su modernidad prometeica. Por eso, insistimos una vez más, la política española no va del PSOE en un 35% de voto, todo va de algo más que está delante de nosotros: esa inversión ética y moral que nos muestra lo gótico, ese Partido Demócrata y España plurinacional que la mayoría llevamos dentro y no termina de nacer. Del mismo modo, tampoco va del 35% en la derecha, pues un Vox en el 20% implicará un PP en el 27%. Y eso queda muy lejos de Galicia y mucho más cerca de Sajonia, como ya explicamos hace tiempo. Mientras tanto, en el Congreso, al igual que en el Parlament, la mayoría de sus señorías –a excepción de Gabriel Rufián – están como si oyeran llover fuera. De todos esos espacios vacíos se aprovecha la “virgen gótica”. Y de la identidad nacional catalana en regresión.
La demoscopia privada, para las catalanas, ya estima, por tanto, a AC en un 12% de voto queriendo liderar la oposición, pero es que además para el Ayuntamiento de Barcelona ya le asignan concejales, aunque sean solo dos; lo que para unas generales, en caso de que decidan presentarse, será éxito asegurado para esta formación que podría voltear el mapa electoral del Congreso. No olvidemos que la investidura del actual Gobierno descansa fundamentalmente en los 40 votos favorables de diputados catalanes, frente a los ocho de PP y Vox en contra. Este es el dato. La presencia de AC bloquearía automáticamente la aritmética plurinacional.
Sílvia Orriols, en la última manifestación de la Diada
Las leyes de hierro de la política son claras: los votos no son de nadie y los líderes se deben a sus electores. Orriols sigue insistiendo en su intención de no concurrir en unas generales con un “ això no passarà ”. Sin reparar que su 12% en catalanas se construye ya de las aportaciones de muchos electorados. Eso “la virgen gótica” no lo puede despachar tan a la ligera ni deben permitirlo sus adversarios en los platós. No solo de ultras y autoritarios vive AC. De hecho, la estimación de los 430.000 votos que obtendría hoy AC se construye de la siguiente manera: recibe un mínimo de 65.000 votantes de PSC-ERC-Comuns, actual fórmula de gobierno; casi 150.000 de Junts, 70.000 abstencionistas, 10.000 nuevos votantes y 30.000 procedentes de Vox y PP. De hecho, de los 430.000 votos de hoy, solo habría 115.000 votantes de los de hace un año. La “virgen gótica” pasó de pantalla y recoge votos de todos los orígenes. Ya pueden prepararse todos para la presencia de AC en las generales. Irán a por los votos. Otra cosa es que vayan a las sesiones del Congreso o no. En la literatura gótica es popular un axioma que vale para también para los “no góticos”: si no luchas por lo que quieres, luego no llores por lo que pierdes. La “virgen gótica” tiene un buen cuchillo y le gusta jugar a las autopsias con él.
Next week
El error
Un ejemplo didáctico. No es el mismo Vox el que fracasó el 23-J que el que cabalga hacía el 20% hoy. Manda la demanda electoral y esta no entendería que, queriendo votar a una formación como AC, un votante no pudiera hacerlo en unas generales, que es donde se dimensionan los espacios electorales en España, por mucha nación que sea Catalunya. No hacerlo sería un error estratégico para las siguientes elecciones catalanas, del mismo modo que Vox erró entrando en los gobiernos autonómicos del PP en el 2023 para luego tener que salirse en julio del 2024.
El ojo de halcón
El dilema
El fenómeno de AC es el reverso de la plurinacionalidad que ha sostenido, desde la moción de censura, a Pedro Sánchez. Hablando directo al catalán que percibe su identidad en regresión. Ese espacio se está dimensionando a la carrera, dejando a Junts en el mismo dilema que Feijóo con Vox, porque en el fondo CiU, después PdCat y finalmente Junts, han representado la demanda de una derecha democrática, nacionalmente catalana, pero sin rematar como sigue sucediendo a los conservadores británicos con Farage o la derecha gaullista con Le Pen.