Pantone 1975

Especial 20-N

Los colores del franquismo

Close-up of a city wall in London (Camden), England, UK. The frame of a bricked up window is visible in the wall. Rough texture. Natural light, colors and patina. No street art or graffiti.

Si nos situamos en 1975, en las calles de las ciudades se percibe la ausencia de muchos colores, hoy imprescindibles para expresarse con libertad. 

Colors Hunter - Chasseur de Coul / Getty

Podemos saber el estado de ánimo de una persona viendo qué colores elige para vestirse, del mismo modo que podemos penetrar en la psicología de un pintor analizando la paleta de colores que utiliza para realizar sus obras, o establecer el tono social de un país observando cuáles son los colores que escogen los ciudadanos al comprar sus vehículos. Podría decirse que hay países que expresan su idiosincrasia con colores sobrios, otros con tonos atrevidos o incluso extravagantes; todos ellos reflejan el momento político y la estética del país. Incluso el cromatismo en las calles, las casas y los atuendos de las personas es distinto si es un país democrático o si está gobernado bajo una dictadura.

Suele asociarse a las dictaduras con tonos grises, neutros, colores sometidos, mientras que en la democracia predomina la pluralidad cromática. La doctora en psicología Jolan Jacobi, estrecha colaboradora de Jung, lo explica del siguiente modo: “La coordinación de los colores con las funciones psíquicas respectivas cambia con las diferentes culturas y grupos humanos, e incluso entre los diversos individuos”.

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Cuando nos detenemos a mirar las calles de Barcelona o Madrid hoy, observamos una infinita variedad de tonalidades y calidades de color, una absoluta libertad e incluso una total desinhibición al utilizar las combinaciones más radicales para vestirse. Por el contrario, si nos situamos en esas mismas calles en 1975, año en que muere Francisco Franco y comienza a entreverse el final de la dictadura, percibimos la ausencia de muchos colores que hoy son imprescindibles para expresarse con total libertad. 1975 fue un año que cambió la vida de los españoles y que invita a preguntarse cuáles eran los colores dominantes en la sociedad española de aquel momento. Debemos hacer un esfuerzo de memoria: volver a mirar las fotografías que marcaron la adolescencia de quienes nacieron en los años sesenta, revisar antiguas películas, retomar viejas revistas y postales, para rescatar del olvido el Pantone – la referencia de color - de 1975, que nos permita entrever la estética desplegada en los atuendos de los ciudadanos, en la decoración de las casas y en las calles.

En la España de 1975 los colores dominantes eran el ocre, el marrón, el negro y el rojo

En la España de 1975 los colores dominantes eran el ocre, el marrón, el negro y el rojo, que expresaban una España contenida, expectante, temerosa, quieta, a la espera. En la novena temporada de la serie Cuéntame cómo pasó de TVE, y concretamente en el capítulo Un día para la historia, centrado en la agonía y muerte del dictador, se aprecia, gracias al esmerado trabajo de reconstrucción de la época - vestuario, escenografía y atrezzo -, que las gabardinas eran marrones o color camel, al igual que las grandes corbatas, o el marco de las televisiones de la época, que iban a juego con las mesas, sillas y sofás del comedor.

También abundaban los colores blanco, beige, crema, amarillo mostaza, ocre y gris metálico de los coches. En 1975 los distintos modelos de automóvil solo permitían elegir entre seis a quince colores en función del modelo, mientras que hoy se puede escoger entre más de cuarenta. Si entramos en las Cortes Españolas –hoy Congreso de los Diputados–, observamos a todos los políticos del régimen vestidos con el mismo traje, la misma corbata, los mismos zapatos, corte de pelo y bigote: todos parecían responder a un mismo patrón estético y moral. Era también el año en que las emisiones de TVE estaban en pleno proceso de transición del blanco y negro al color.

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En la galería Juana Mordó de Madrid se publicó en 1974 el Cuaderno de apuntes del pintor Fernando Zóbel, un libro de citas que el artista seleccionó para mostrar sus influencias y su concepción del arte. En un apartado dedicado a los colores, Zóbel incluye una cita del pintor, escritor y crítico de arte Eugène Fromentin: “El color en sí no existe, puesto que, como sabemos, cada color cambia bajo la influencia de los colores que le rodean”. Su observación nos sirve para avanzar en el intento de establecer el color de 1975, pues, como veremos, también cambia al entrar en contacto con la memoria y los recuerdos. Al preguntar al fotógrafo Manel Esclusa cuál era el color predominante en 1975, me indica que era el sepia, pues fue el año en que dejó de utilizar el blanco y negro como únicos tonos para sus obras. También recuerda la presencia constante del marrón, el rojo y, sobre todo, el “negro noche”. El también fotógrafo Alberto García-Alix rememora que los colores eran pardos, marrones, pero sobre todo oscuros: “no había muchos colores”, afirma, aunque en aquellos años irrumpiera el rojo de las minifaldas.

Para Pepe Ribas, escritor y editor de Ajoblanco , los colores eran el rojo comunista y el negro anarquista, junto al verde de la esperanza. Según Ribas, aquel año —o aquellos años— no fueron tiempos para la estética, sino para la ética cívica.

El artista visual Daniel García Andújar, entonces adolescente, señala el gris, el gris de la policía, de las manifestaciones, del asfalto. La cineasta Rosa Vergés, que en 1975 se encontraba en París estudiando, asocia el color que reinaba en España a la imagen de un país en blanco y negro que, en el mismo instante en que muere el dictador, se tiñe con el amarillo luminoso del champán, cuyas burbujas simbolizan la explosión de un nuevo tiempo que deja atrás los colores de la represión.

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Carlos Arias Navarro, durante su alocución a través de las cámaras de televisión y los micrófonos de RNE en la que leyó el último mensaje al pueblo español redactado por Francisco Franco.

REDACCIÓN / EFE

La artista Eulàlia Valldosera recuerda el descubrimiento del negro, que trazaba una imagen-silueta-sombra asexual, urbana y emancipadora, que le permitía romper esquemas.

El cantante y escritor Santiago Auserón evoca, con sutileza e ironía, el rojo de los autobuses de la EMT de Madrid que tomaba cada tarde para ir a la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense: esos autobuses rojos que permitían a los hijos de los obreros llegar, por primera vez, a la universidad.

Manolo Borja-Villel, exdirector del Museo Reina Sofía e historiador del arte español, recuerda como el color dominante en la universidad de Valencia el rojo de la Bandera Roja, maoísta y vitalista, al mismo tiempo que recuerda una entrevista en RTVE a Antoni Tàpies, quien expresaba su predilección por los marrones del barroco y los marrones dramáticos de Ribera.

El color –el Pantone– de 1975 es el negro: un color acromático, sin tono ni saturación, que bajo la luz es ningún color, pero que surge en contacto con la materia; un color en cuya superficie, al mismo tiempo, habitan los demás colores. Un color ambivalente que proyecta la idea de un inicio y, al mismo tiempo, de un final; evoca lo visible y lo oculto; la tristeza y la plenitud; el negro es espacio de silencio y vacío. Lo es también el color marrón que define el tono moral y estético: evoca lo rudo, la melancolía, la vida cotidiana, el esfuerzo. Es un color sobrio, humilde, triste, otoñal, de tiempo estancado. Estos dos colores –dos tonos anímicos– impregnaban la sociedad española en el año en que el dictador agonizó, murió y fue enterrado, mientras una parte de los ciudadanos lo lloraba y otra lo celebraba, intentando comprender cómo sería el futuro.

Años después, en los ochenta, llegaría la movida madrileña, con su mirada desacomplejada sobre el mundo, donde la música proyectó un corte psicológico con el franquismo. Cincuenta años después, el color preeminente es el blanco tecnológico: el blanco de los jarrones, de las cerámicas, el blanco minimalista y puro que acentúa la claridad visual.

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