Diego, inversor inmobiliario, alerta sobre el futuro de los jóvenes: “No pienso esperar a los 67 para vivir: si dependo solo de la pensión, llego tarde”
Pensiones
Su historia muestra cómo una nueva generación busca independencia económica y vital mucho antes de la jubilación oficial
Diego, ingeniero de caminos e inversor inmobiliario.
La historia de Diego, ingeniero de caminos y padre de dos hijos, refleja una preocupación cada vez más extendida entre los jóvenes y las familias: el miedo a depender únicamente de una pensión futura cuyo valor nadie puede garantizar. Su camino hacia la inversión inmobiliaria nace justamente de esa reflexión vital y financiera, en no dejar su futuro —ni su tiempo presente— en manos de un sistema incierto.
El punto de inflexión llega tras su primer hijo. Después de reincorporarse al trabajo lejos de Madrid, se encontró rodeado de compañeros mayores que lamentaban haber sacrificado su vida familiar por la profesional. Ese choque emocional le llevó a cuestionarse el modelo tradicional. Como él mismo afirma en el pódcast Libertad Inmobiliaria, “en el momento que desvinculas tiempo y dinero, lo cambia todo”, una frase que define la transformación que estaba a punto de emprender.
Con esta idea comenzó a explorar opciones de inversión alternativas. Venía de la bolsa, una herramienta que había utilizado durante años, pero que no le ofrecía la estabilidad ni la previsibilidad que buscaba para construir su libertad futura. Descubrió que los pisos en alquiler podían darle no solo rentabilidad, sino también estructura, control y un flujo constante, casi como una “pensión adelantada” mientras aún es joven.
“El tiempo no vuelve; este tiempo es completamente irrecuperable”
Pero más allá de la rentabilidad, la motivación real está en su familia. Diego insiste en que el tiempo con sus hijos es irrecuperable: “Este tiempo es irrecuperable… y yo lo tenía claro”. Esta convicción le llevó incluso a pedir una reducción de jornada, un cambio que describe como una auténtica liberación: “Es una sensación de control de mi vida… estoy haciendo lo que quiero”.
Ese cambio no habría sido posible sin generar ingresos alternativos. Cada piso que compra y reforma con su mujer y su familia supone un paso más hacia su autonomía económica en el presente, pero también hacia una “jubilación anticipada en libertad”, no porque deje de trabajar, sino porque deja de depender de un único ingreso. Para él, la inversión inmobiliaria es un complemento esencial ante un futuro en el que las pensiones podrían ser insuficientes.
“¿Para qué voy a ganar más dinero a cambio de perder tiempo con mis hijos?”
De hecho, Diego subraya que no busca necesariamente dejar de trabajar, sino tener la capacidad de elegir. Lo expresa con claridad al hablar del escenario tradicional: las personas que pasan décadas esperando la jubilación para poder vivir como desean. Él rechaza ese planteamiento: “¿Para qué voy a ganar más dinero a cambio de perder tiempo con mis hijos?”. La jubilación, para él, no es un destino futuro, sino una forma de vida presente.
Otra idea poderosa que aparece en su relato es el papel de la familia en todo el proceso. No solo invierten juntos: reforman juntos, visitan los pisos juntos, toman decisiones de forma conjunta. Incluso sus hijos pequeños participan, imitando herramientas y juegos de obra. Esta construcción colectiva refuerza su intención de dejar no solo un patrimonio económico, sino también un ejemplo de autosuficiencia y unidad.
La inversión inmobiliaria se convierte así en su propio sistema de protección: un escudo contra la incertidumbre económica del futuro y una alternativa práctica ante una jubilación oficial cada vez más lejana. Aunque él nunca critica directamente el sistema público, sí deja claro que no piensa dejar su destino en manos ajenas.
En un contexto donde las nuevas generaciones temen que sus pensiones no se parezcan en nada a las actuales, la historia de Diego funciona como advertencia y como inspiración. Una invitación a tomar el control del propio futuro y a no esperar pasivamente a que el Estado garantice lo que quizá no pueda sostener para siempre.
Porque, para Diego —y para muchos como él— la jubilación no empieza a los 67: empieza el día en que decides dejar de depender de una sola fuente de ingresos y empiezas a construir la tuya.