El espíritu romántico de Catalunya 

Patrimonio cultural

El territorio ofrece diferentes estímulos que permiten mantener vivo el Romanticismo, como Can Papiol, la Masia d’en Cabanyes, los jardines de la UB o la ruta de los indianos

Descubrir el Reus modernista

Biblioteca Victor Balaguer

La Biblioteca Museu Víctor Balaguer, en Vilanova i la Geltrú, alberga una muestra del arte catalán del s. XIX

Penedès Turisme

El espíritu del Romanticismo continúa seduciendo más allá de las clases de literatura que recibimos cuando éramos adolescentes. Leímos a Bécquer, fuimos seducidos por la monstruosidad de Frankenstein o por la deformidad de Quasimodo, la criatura de Victor Hugo que saltó de Notre Dame a nuestra infancia a través de Disney.

Nos reímos con el Vuelva usted mañana de Larra y fuimos atrapados por el apasionado enamoramiento del joven Werther de Goethe. Son referencias indelebles, porque con el espí­ritu del Romanticismo —tan trágico y luctuoso, tan monstruoso y exótico, tan lleno de amor y paisajes boscosos— seguimos conectando.

Dice el filósofo alemán Rüdiger Safranski que el Romanticismo es una época, pero lo romántico una actitud que no se circunscribe a un tiempo concreto. Catalunya ofrece diversos estímulos que nos permiten mantener vivo ese espíritu decimonónico. Uno de los más destacados se encuentran en Vilanova i la Geltrú. Se trata de Can Papiol, una casa levantada entre 1790 y 1801 y ocupada por la familia Papiol hasta 1959. Sus lujosos salones, como reza la información del ahora Museo del Romanticismo, acogió a la flor y nata de la alta sociedad local.

Una de las salas de esta casa en Vilanova i la Geltrú, ahora Museo del Romanticismo

Una de las salas de esta casa en Vilanova i la Geltrú, ahora Museo del Romanticismo

Museu Romàntic Can Papiol

Transitar por este impresionante espacio, que puede visitarse de viernes a domingo, supone hacer un sugestivo viaje al pasado. El visitante conocerá el mobiliario de época de la planta noble, las estancias del servicio, la fastuosa biblioteca con miles de volúmenes datados entre el siglo XVI y el XIX que llevarían a la locura a cualquier bibliófilo o diversas salas donde tenían lugar veladas literarias, musicales o reuniones.

El itinerario también permite conocer los espacios más íntimos como tocadores, baños, dormitorios y una pequeña capilla, además de otros lugares de trabajo como el granero, la bodega y el establo. Gracias a este templo, Vilanova i la Geltrú ostenta una capitalidad del Romanticismo que podría compartir con Sitges, si no fuera porque el museo de esta otra localidad del Garraf, Can Llopis, lleva más de una década cerrado por unas inacabables reformas.

Masía d’en Cabanyes.En la capital del Garraf, es el Centro de Interpretación del Romanticismo

En la capital del Garraf, la Masía d’en Cabanyes es el Centro de Interpretación del Romanticismo

Garraf Turisme

A esta ruta por el Romanticismo en Vilanova i la Geltrú puede añadirse la Biblioteca Museu Víctor Balaguer, fundada en 1884 por este político y escritor. En su interior, además de un catálogo de más de seis mil libros editados entre los siglos XVI y XX, se encuentra una buena muestra del arte catalán del XIX. También puede aprovecharse para ver el depósito que aquí tiene el Museo del Prado con obras de Ribera, Murillo, el Greco o Brueghel y la colección egipcia donada por el diplomático y arqueólogo Eduard Toda en 1886, que supone una muestra de objetos del mundo funerario y religioso egipcio.

Este viaje al Romanticismo tiene aún otros enclaves en la capital del Garraf, donde puede visitarse el Centro de Interpretación del Romanticismo Manuel de Cabanyes, donde vivió este poeta romántico catalán (es una oportunidad para descubrirlo), y que cuenta con estancias originales del siglo XIX. Además, hay una docena de grabados de Goya, otro genio del Romanticismo. La ruta vilanovina puede cerrarse en el Museu del Ferrocarril de la localidad, con locomotoras de esa misma época.

Naturalezas románticas

Nos enseñaron que durante el Romanticismo la naturaleza era un reflejo del estado de ánimo, así que en una época de emociones desbordadas, los parques, jardines y paisajes donde la naturaleza se mostraba generosa, a veces salvaje, y con cierto aire misterioso eran lugares perfectos para sentir el abrazo y el consuelo del entorno.

Barcelona tiene sus enclaves románticos, empezando por los jardines del edificio histórico de la UB, inaugurados en 1871, que acogen pequeños canales y más de ochenta especies de plantas y árboles de todo el mundo, además de tener rincones perfectos donde dar rienda suelta a la introspección o para releer las novelas de Jane Austen o las de Walter Scott.

Barcelona tiene sus enclaves románticos, como los jardines del edificio histórico de la UB o el del laberinto de Horta

Otros jardines de Barcelona que estimulan la fantasía romántica pueden ser el laberinto de Horta (lo importante es encontrarse a uno mismo y no perderse demasiado en divagaciones existenciales), los jardines de la Fundación Julio Muñoz Ramonet o los de Pedralbes. También Montjuïc tiene su palpitación romántica, gracias al Jardín Botánico o a parques como el de Mossèn Cinto Verdaguer. Quizá estas cumbres de Barcelona no son tan borrascosas como las de Emily Bronte, pero puede ser un buen lugar para leer su novela.

Fuera de la capital catalana, hay que perderse por la Fageda d’en Jordà y las demás zonas naturales de la Garrotxa. Qué buenos sitios para imaginar que Frankenstein nunca murió y anda merodeando por ahí. Hay que añadir otros parques naturales como el del Montseny, Cadí-Moixeró o Alt Pirineu, entre otros. A Caspar David Friedrich le hubiesen encantado.

Más rutas por el XIX

El espíritu romántico era inquieto, le seducía lo exótico y lo desconocido. Para conectar con esta cara del XIX, se pueden seguir la pista de los indianos que fueron a hacer las Américas. La Xarxa de Municipis Indians incluye Sitges, Arenys de Mar, Blanes, Lloret de Mar, Sant Pere de Ribes, Begur, Calonge i Sant Antoni, Palafrugell, Torredembarra y Tossa de Mar. Los catalanes que volvieron ricos del otro lado del Atlántico construyeron casas a su medida en diversos estilos, desde el neoclásico hasta el modernista y noucentista. Quizá en sus aventuras marítimas leyeron la Canción del pirata de Espronceda.

La tumba del escritor y filósofo catalán Eugeni d’Ors en el cementerio de Vilafranca del Penedès

La tumba del escritor y filósofo catalán Eugeni d’Ors en el cementerio de Vilafranca del Penedès

Manel Haro

La muerte era romántica

Si la muerte, junto con una concepción trágica de la vida, eran todo un tema del Romanticismo, los cementerios son, en todo el mundo, atractivos culturales y turísticos gracias a su escultura funeraria y a las personas ilustres que descansan en ellos. Imposible no pensar en el espíritu romántico que aún late en el camposanto de Vilafranca del Penedès, donde yace enterrado Eugeni d’Ors. En esta tumba, bajo la imponente escultura de un ángel, puede leerse la inscripción “A Matilde”. Tras estas palabras hay toda una historia —trágica— por descubrir.

Transitar por el impresionante espacio de Can Papiol supone hacer un sugestivo viaje al pasado

En Catalunya hay que destacar también el cementerio de Montjuïc, inaugurado en el siglo XIX y con una monumentalidad destacable. Un estudio de la historiadora del arte Montse Oliva sitúa en él obras escultóricas de Enric Clarasó, Josep Llimona o Manuel Fuxà, entre otros. Sugerente es también el cementerio de Poblenou con esculturas tan imponentes como El beso de la muerte, encargada en 1930 por la familia Llaudet para honrar la memoria de su hijo adolescente. Acompañan esta figura unos emotivos versos de Jacint Verdaguer.

Otros cementerios para admirar cómo la muerte es también un estímulo para el arte son los de Arenys de Mar (con obra de Llimona, Vallmitjana y Marès), el de Sant Sebastià de Sitges (con obras de Fuxà, Llimona, Marès o Vallmitjana) o el de Terrassa (con obras de Llimona, Josep Viladomat o Enric Monjo). Más moderno, pero también emblemático para la arquitectura contemporánea, es el de Igualada, obra de Enric Miralles y Carme Pinós. Cualquier excusa es buena para releer artículos de Larra como El Día de Difuntos de 1836.

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