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El ‘sintecho’ que pintaba casas

Artes

‘Mundos interiores’, la nueva exposición de la Casa Museu Mater, reúne la obra del senegalés Housseinou Gassama y el peruano Alberto Quintanilla

Helen Levitt, la fotógrafa que congeló la vida en las calles de Nueva York, como nunca antes se había visto

Una de las obras de Alberto Quintanilla junto a las tablillas de Housseinou Gassama

Miquel Muñoz / Shooting

Housseinou Gassama nació en Senegal y al menos durante cuatro años, entre el 2008 y el 2012, vivió en las calles de Barcelona, concretamente en los alrededores del barrio de la Ribera. Agachado en cuclillas pintaba obsesivamente casas, camas, mesas, sillas... Aquello que no tenía y posiblemente añoraba. Lo hacía en unas pequeñas tablillas reutilizadas de las cajas de vino que la tienda Vila Viniteca arrojaba a la basura y se había hecho con una nutrida clientela, vecinos de la Ribera que compraban obra para echarle una mano y que con el tiempo acabaron armando pequeñas colecciones. Un día desapareció, una amiga del restaurante vecino dijo que se había marchado con un familiar suyo a Almería. Nadie lo ha vuelto a ver. Pero su obra está representada en galerías de París y Nueva York, y forma parte de colecciones públicas como la del Centre Pompidou.

Una de aquellas personas que lo veían a diario, trabajando de cuclillas junto a una gran maleta-almacén donde guardaba regla, cartabón y lápices de colores, era la arquitecta y urbanista alemana Kathrin Golda Pongratz (Augsburgo, 1971), que ahora ha querido reunirlo con Alberto Quintanilla, un artista cuzqueño de 93 años residente en París, en una emocionante exposición que inaugura la nueva temporada de la Casa Museu Mater.

Las obras de la exposición muestran un mundo interior que inicialmente resultaba inaccesible

Miquel Muñoz / Shooting

Golda Pongratz, a la que le une con ambos una relación de amistad (ahí están, a la entrada, los retratos que les hizo a ambos), es la comisaria de la muestra junto con Valentina Asinari di San Marzano, impulsora del nuevo espacio expositivo, y a Thomas Golda. “Son artistas muy diferentes, pero lo que nos fascina es que los dos tienen un mundo interior que inicialmente nos resultan inaccesibles”, señala. 

Gassama, a quien Alicia Chillida, también coleccionista de su obra, dedicó un libro, dibuja con sus lápices de colores arquitecturas y jardines rectangulares, y solo muy excepcionalmente seres vivos (un pájaro, un pangolín africano), mientras que toda la obra de Quintanilla, desde sus grandes óleos a las pequeñas esculturas, es una representación de un mundo andino poblado de criaturas reales o mitológicas.

La muestra reúne al artista senegalés con el nonagenario Alberto Quintanilla, uno de los grandes artistas de Perú

Los dos trabajaron lejos de su lugar de origen, desde una situación de desarraigo, poniendo en el centro de la creación su propia memoria. “Resulta impactante ver cómo, tanto uno como otro, nunca incorporaron nada de los países a los que migraron, los mundos exteriores que los rodeaban, sino que siempre plasmaron lo que llevaban dentro”, reflexiona Golda Pongratz. En el caso de Gassama, cuya salud se fue deteriorando como consecuencia de su condición de sintecho, está muy presente su pasado de herrero en Senegal; en el de Quintanilla, ese mundo andino que representa de mil maneras y que le ha valido la entrada en grandes museos, del MoMA a la Biblioteca Nacional de Francia. “Otro rasgo común de los dos –continúa la comisaria– es que ambos coleccionan, acumulan, transforman cualquier material, incluso los desechos de la civilización”.

Los dos artistas trabajaron lejos de su lugar de origen, desde una situación de desarraigo

Miquel Muñoz / Shooting

Golda Pongratz expone parte de las tabillas de Gassama de su colección en el interior de unas de esas cajas metálicas que se utilizaban para guardar objetos preciosos en los bancos, como subrayando la maravilla de unas piezas humildes, llenas de ángulos rectos (“estaba convencido de que el valor de sus dibujos debía medirse por la cantidad de ángulos que las componen”) y que firmaba insertando una chapa de latón con el número 4 grabado.