'Vigdís', la primera jefa de Estado elegida democráticamente del mundo
Recomendación
La miniserie de Filmin cuenta cómo Vigdís Finnbogadóttir perseveró para tener una educación, ser madre soltera y finalmente presidir el país

La miniserie solo tiene 4 episodios.

Las historias sobre el ascenso al poder a menudo están guiadas por la ambición y por una hoja de ruta que incluye todas las renuncias personales, morales y políticas que debe asumir un individuo para obtener el objetivo. Suelen ser historias de cinismo y de principios comprometidos, olvidados o directamente rechazados con la excusa de que el fin justifica los medios, aunque pocas veces llegar al trono conlleva la recuperación de esos ideales.
Vigdís, a pesar de ser un biopic histórico y político, se mueve por otro terreno. Narra cómo Vigdís Finnbogadóttir se formó, se perdió, trabajó, fracasó y prosperó hasta ganar las elecciones presidenciales de Islandia en 1980. No solo fue la primera mujer en acceder al cargo sino que se convirtió en la primera jefa de Estado elegida democráticamente en todo el mundo.
Narra cómo Vigdís Finnbogadóttir se formó, se perdió, trabajó, fracasó y prosperó hasta ganar las elecciones presidenciales de Islandia en 1980
La miniserie que llega el martes a Filmin comienza con Vigdís en un país ocupado por los Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial. Ella es consciente de la desigualdad por cuestión de sexo. En la escuela, el profesorado tiene un menor nivel de exigencia en las clases de chicas, por el pensamiento implícito que su futuro está dentro del hogar. En la calle, hay un toque de queda solo para ellas. Pero un padre ingeniero, que sobre el papel entiende el interés intelectual de su hija, le permite trasladarse a la Universidad de Grenoble para estudiar literatura francesa.
Quizá, ya en 1972, se convirtió en profesora de francés en televisión y en directora de la Compañía Teatral de Reikiavik, pero su formación académica y laboral distó de ser una línea recta, marcada por una muerte cercana o un matrimonio apresurado en 1954, que la obligó a aparcar los estudios.
Si bien Vigdís reconoce al principio de cada capítulo que se permite licencias dramáticas con el fin de agilizar la narración, las guionistas Jana Maria Gudmundsdottir, Björg Magnúsdóttir y Ágústa M. Ólafsdóttir rechazan caer en sentimentalismos o en convertir la protagonista en una heroína idealizada. Es la reivindicación de cómo las circunstancias vitales llevan de forma natural a Finnbogadóttir a adquirir una conciencia política y activarse.
En este arsenal de decisiones que la influencian, está la presión que siente como mujer para formar una familia tradicional; las dificultades para acceder a una buena educación (y que su entorno entienda que no pretende aparcarla para aprender a cocinar); las dificultades por hacerse valer en posiciones de poder que ostentaban hombres; o la oposición de los organismos de adopción para que pudiera adoptar como mujer soltera. Es significativo que, antes de entrar en política, lograse ser la primera mujer soltera en adoptar una niña en Islandia.
Elín Sif Halldórsdóttir, como la presidenta de joven, y Nína Dögg Filippusdóttir, como la versión madura, funcionan compartiendo este papel. Es un documento sólido para reivindicar una mujer clave de la historia y también tiene otro valor: el de conocer e interesarse por otras realidades políticas en un panorama audiovisual que, por el poder blando estadounidense y la influencia de Hollywood, implica saber quién es Abraham Lincoln pero no Vigdís Finnbogadóttir.
En este sentido, se agradece la labor de Filmin para expandir la mirada televisiva más allá de unos Estados Unidos cuyo discurso cultural no penetra con la misma fuerza en la era de Donald Trump.