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¿Es 'Todas las de la ley' de Kim Kardashian la peor serie de la historia?

Crítica

Se requiere mucho talento (y una colaboración de hierro) para concebir una catástrofe sideral a voluntad

'Todas las de la ley' se emite los miércoles en Disney+.

'Todas las de la ley' se emite los miércoles en Disney+.

Disney

Desarrollar un proyecto de ficción alrededor de Kim Kardashian debería ser una señal nítida, cristalina, obvia. El guionista, director y productor Ryan Murphy, cuya carrera va de Nip/Tuck a Glee o Dahmer, consideró que la mayor estrella de la telerrealidad de la historia tenía suficiente carisma como para encabezar una serie tras colaborar con ella en American Horror Story: Delicate, donde había soltado frases pérfidas con cierta gracia. Con Joe Baken y Jon Robin Baitz como socios, con quienes había colaborado en las mayormente fallidas Grotesquerie, Doctor Odyssey o Feud: Capote vs the Swans, utilizaron una circunstancia personal de Kardashian (que estudia Derecho para seguir los pasos de su difunto padre) para imaginarla al frente de un bufete de abogados.

El error es que, tras convencer a grandes damas de la interpretación como Glenn Close, Sarah Paulson, Naomi Watts y Niecy Nash para acompañarla como actrices y productoras, hubo quienes se quisieron engañar para creer que Todas las de la ley, la serie resultante, iba en serio. Y no. Esto no es Nip/Tuck, Pose o El asesinato de Gianni Versace, algunas de esas series de Ryan Murphy en las que todo podía salir mal pero que fueron joyas incandescentes. Esto es un despropósito a voluntad.

Glenn Close, al igual que Niecy Nash, Kim Kardashian, Sarah Paulson y Naomi Watts, es productora ejecutiva de la serie.
Glenn Close, al igual que Niecy Nash, Kim Kardashian, Sarah Paulson y Naomi Watts, es productora ejecutiva de la serie.Disney

Los primeros minutos, apresurados, deletrean el argumento al espectador. Allura Grant (Kardashian) y Liberty Ronson (Naomi Watts) trabajaban en un bufete de abogados machista cuando decidieron emanciparse y montar su propio bufete con la ayuda de la investigadora Emerald Greene (Nash) y la bendición de Dina Standish (Close). Esto les permitió convertirse diez años más tarde en las Diosas del Divorcio en Los Angeles, con una empresa millonaria formada solo por mujeres y que solo defiende a mujeres, aunque también les ganó una enemiga de por vida, Carrington Lane (Paulson), a quien excluyeron en su huída del anterior bufete.

Con un molde legal clásico, cada episodio presenta nuevas clientas mientras Allura se encuentra en una situación comprometida: su marido (Matthew Noszka), que tiene una aventura con la ayudante de Allura (Teyana Taylor), acaba de contratar a Carrington para divorciarse de ella.

Su estilo de vida es...
Su estilo de vida es...Disney

De momento, la mayoría de críticos han intentado inventar nuevas formas de destrozar la serie, conscientes de que habría mucha competencia y que no había riesgo ninguno en meterse con Kim Kardashian. En publicaciones como The Guardian, por ejemplo, le han dado cero estrellas, como si a partir de ahora el 4 de noviembre se tuviera que declarar el día de La Purga: Kim Kardashian Edition. En The Times directamente plantean que podría ser la peor serie dramática de la historia.

Pero hay algo de facilón en meterse con la celebutante que utilizó un vídeo porno casero filtrado a traición para montarse un imperio de 1.700 millones de dólares, lanzando a sus hermanas al estrellato (y con fortunas propias) y contribuyendo a la presión estética de las últimas dos décadas. Son más justificadas, en cambio, las ganas que se le tienen a Ryan Murphy, un hombre tan codicioso que últimamente estrena series sin acabar de pulir. Grotesquerie, Feud: Capote vs the Swans o La historia de Ed Gein son la demostración de este desgaste creativo: todas prometedoras, todas fallidas.

Y, si somos realistas, Todas las de la ley es un carísimo y estilizado despropósito. No existe ni atisbo de verosimilitud en el estilo de vida de las protagonistas como tampoco hay ninguna coherencia en el discurso feminista que expone, que es tan oportunista como capitalista, además de tóxico. ¿Acaso no es horrible que, mientras el personaje de Glenn Close critica cómo tuvo que romper el techo de cristal en su bufete patriarcal, recrimina al personaje de Sarah Paulson que es fea y se hace la permanente en casa? Ni parece ser consciente de esta contradicción. Por no decir que la exposición de los personajes es maniquea y ofensiva.

Mientras que ellas son tan frívolas que solo saben brindar con champán y coleccionar joyas, todos los personajes masculinos con frase son directamente seres deleznables: el que no encierra a su mujer en casa mientras se va con una dominatrix a meterse consoladores gigantes, se dedica a regalar joyas y birkins a su mujer para compensar su negligencia conyugal. Ellas siempre tienen la excusa y la justificación, ellos siempre son malos.

Sarah Paulson sabe lo que es ponerse en las manos de Ryan Murphy.
Sarah Paulson sabe lo que es ponerse en las manos de Ryan Murphy.Disney

Sin embargo, si somos todavía más realistas, quizá debamos reconocer que Todas las de la ley es una fantasía banal y entretenida que buscó a conciencia ser el despropósito máximo. No es como si no hubiera pistas de que esta era su intención. Los personajes tienen nombres que parecen salidos de un culebrón de los años 80: Allura Grant, Liberty Ronson, Emerald Greene, Dina Standish y, como colofón, la villana se llama Carrington Lane. Se confía el mayor peso dramático a Kim Kardashian, teniendo a ganadoras del Emmy y nominadas al Oscar a su alrededor, para que muestre la misma naturalidad que en los confesionarios de su reality (o sea, ninguna). Los personajes bajan a cámara lenta de los vehículos, como si esto fuera una versión legal de The Real Housewives, para que admiremos sus modelitos. Y cada frase manida o grosera parece estar concebida para convertirse en un meme o para encontrar una excusa para alcoholizarse en casa.

Solo hay que oír a Sarah Paulson refiriéndose a Kim Kardashian como “hamburguesa de coño” o a Glenn Close como “George Washington”, o gritando como una loca; ver a Niecy Nash trabajando en el bufete mientras le sirven copas de champán; Kim Kardashian, en su mansión de diseño con cuatro hombres atractivos de servicio y atrezzo, recibiendo a sus amigas con un enorme abrigo de piel tras haber sido abandonada; o el arsenal de actrices invitadas.

Judith Light aparece como una nerviosa clienta con la mejor colección de joyas del país; Elizabeth Berkley (sí, la de Showgirls) interpreta a una ingeniera que descubre un nuevo metal (en el casting científico más interesante desde que Denise Richards hizo de la física nuclear Christmas Jones en El mundo nunca es suficiente de la franquicia de James Bond); y, entre nombres como Brooke Shields o Jessica Simpson, pasa por allí una hija de Meryl Streep, Grace Gummer, para explicar que se enamoró de la compañera de tríos que su controlador marido le impuso en la cama. Si el objetivo era escribir un entretenido despropósito, utilizando el star-power de su elenco, asaltando las arcas de Disney y con un guion filo-gay urdido por uno de los hombres creativamente más tóxicos de Hollywood, Todas las de la ley es admirablemente astuta.

Después de ver la evolución de Showgirls de Paul Verhoeven, despellejada en los 90 y reivindicada estos últimos años, quizá lo prudente sea disfrutar con la frivolidad lujosa y superlativa de Todas las de la ley. Así uno se ahorra el mea culpa futuro, dentro de una década o dos, por no haber sabido entender y apreciar la propuesta. Se requiere mucho talento (y una colaboración de hierro) para concebir una catástrofe sideral a voluntad.

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