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'9-1-1' despegó hacia el absurdo (por enésima vez) con un viaje espacial

Crítica

Se tiene que tener muy poca vergüenza para mandar a los personajes al espacio tras combatir un tornado de abejas en la temporada anterior

Angela Bassett en '9-1-1'.

Angela Bassett en '9-1-1'.

Disney

La apuesta de 9-1-1 siempre fue llevar la filosofía narrativa de Ryan Murphy al modelo procedimental. Él es un hombre de extremos y se aseguró de que los servicios de emergencias de Los Angeles tuvieran vidas y casos esperpénticos. Recordemos que en la primera temporada los bomberos ya encontraron un bebé en una tubería y que Chimney (Kenneth Choi) todavía está vivito y coleando después de clavarse un hierro en la cabeza, del cogote a la frente. Pero, incluso sabiendo que la serie ya es un chiste, nada me había preparado para la novena temporada, donde los guionistas encuentran la excusa de mandar a dos de los personajes al espacio.

No es difícil adivinar que en la sala de guionistas ese eterno mantra de “no hay malas ideas” es totalmente cierto. Todo vale. Incluso se puede empezar la temporada en Disney+ con una especie de Elon Musk siendo engullido por una ballena que, una vez dentro de la boca, todavía tiene cobertura por satélite para hacer videollamadas. Y uno diría: esta es la idea loca del primer episodio. Pero no. En realidad es la excusa para mandar a Hen (Aisha Hinds) y Athena (Angela Bassett) en un vuelo espacial, ya que ese magnate necesita mejorar su imagen pública y Hen, quien le resucitó, es una heroína en las redes sociales.

A esto antes se le llamaba 'saltar el tiburón'.
A esto antes se le llamaba 'saltar el tiburón'.Disney

Por supuesto, en ese vuelo todo sale mal y hay una erupción solar y la nave se estropea y un miembro de la tripulación se lesiona hasta casi morir y sufren un incendio en gravedad cero y los sistemas para apagarlo no funcionan y pierden la escotilla y casi se quedan sin aire y consiguen llegar a la estación espacial internacional y allí descubren que casi todos los astronautas están muertos y que los desechos espaciales amenazan con matarles y que la cápsula de evacuación no funciona mientras en Los Angeles caen restos de satélites como meteoritos y Chimney, a causa de la catástrofe, se ve obligado a amputar la pierna a una joven a punto de morir desangrada y ahogada en el metro. Sí, los cuatro episodios emitidos son un espectáculo.

Es una lástima que, incluso habiendo matado a un personaje protagonista, 9-1-1 se perciba como una serie que ya está de vuelta de todo. Ya no existe ninguna sensación de riesgo entre tanto artificio y ningún personaje tiene un conflicto mínimamente efectivo: posiblemente lo más angustioso sea ver a Angela Bassett y Aisha Hinds fingiendo que están en gravedad cero en una serie de televisión que ya no tiene el presupuesto ni las ganas de venderte que los personajes están en el espacio. Es que ni las cuerdas ni el pelo de los miembros de la tripulación pueden tener un mínimo de verosimilitud.

“Por supuesto, en ese vuelo todo sale mal y hay una erupción solar y la nave se estropea y sufren un incendio y pierden la escotilla...”

Se echa de menos, por ejemplo, la forma en la que estaba anclada dramáticamente Abby (Connie Britton) y cómo el duelo y los remordimientos de Bobby (Peter Krause), cuyo alcoholismo mató en un incendio a toda su familia, ayudaba a contrarrestar todo el circo de emergencias. Buck (Oliver Stark) ha perdido esa frescura inicial, siempre al borde de la adicción al sexo, por culpa de unos guionistas que le han convertido en un perrito faldero de Eddie (Ryan Guzman). Hasta se echan de menos los problemas de Maddie (Jennifer Love Hewitt), que llegó como una superviviente de la violencia de género.

9-1-1 se ha vuelto extremadamente ligera. Pero, incluso en su decadencia, se le tiene que reconocer su capacidad de despejar la mente del espectador, como si uno se sometiera a una agradable lobotomía. Tiene el ritmo, tiene unos personajes ya agotados pero que son de la familia y, bueno, despierta esa curiosidad por ver cómo superarán el tornado de abejas o el vuelo espacial a pesar del terrible bajón en producción. Si se aceptan propuestas, yo pido un capítulo con un zoólogo loco que cría cocodrilos en el alcantarillado, una infestación de pirañas en el valle de San Fernando y otro especial psicópata de San Valentín, esta vez protagonizado por un akelarre de despechados.

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