Desde hacía quince días, la desaparición de una pareja en su luna de miel en el lugar más lluvioso de la Tierra tenía a la India en un puño. Hasta que a las dos de la madrugada de este lunes, la novia -y ya viuda- Sonam Raghuvanshi, reapareció a 1.200 kilómetros, afectando amnesia. Concretamente en un puesto de comida en la autopista de Benarés, pidiendo un móvil y contando a gritos una historia inverosímil, plagada de lagunas.
El cadáver de su marido, Raj Raghuvanshi, había sido encontrado siete días antes en el fondo de un barranco, en Meghalaya. Para entonces llevaba ya una semana muerto, con dos tajos profundos en el cráneo. La mujer balbuceó que había sido secuestrada, sin mucho éxito, porque su coartada había sido desmontada el domingo por la noche, con la detención -en su estado natal de Madhya Pradesh- de su joven empleado y amante, Raj Kushwaha. También de los tres compinches de este, que actuaron como brazos ejecutores.
Estos arrestos -que de repente habían dejado a Sonam incomunicada- la habrían llenado de temor y la habrían convencido de salir de su escondrijo. La policía se presentó en breve, porque el teléfono de su hermano llevaba semanas interceptado, por si se tratara de un secuestro, con exigencia de rescate. Aunque los últimos acontecimientos ya habían cambiado la consideración de la mujer, de víctima a victimaria.
Por tres paisanos, falsos turistas
El novio fue asesinado a machetazos en el camino de vuelta de un puente colgante
También dio un giro la valoración de Meghalaya, el pintoresco destino escogido por ella para cortar de cuajo -nunca mejor dicho- en plena luna de miel. Durante días y semanas, las dos familias afectadas dijeron pestes sobre las autoridades del pequeño estado del nordeste indio, cristiano y matrilineal. En su imaginación, un nido de bandidos. También se linchaba a su gente en las redes -de las tribus khasi, jaintia y garo- y algún energúmeno llamaba a hacerlo también en las metrópolis indias.
El jefe de gobierno de Meghalaya, Conrad K. Sangma, ahora amenaza con denuncias por calumnias a varios medios de Nueva Delhi. Mientras muchos movían hilos para que la policía federal se hiciera cargo del caso, tuvo que ser su policía local la que lo resolviera, en un plazo razonable. El dao o machete -el arma homicida- no era propio del lugar. Como no lo eran los sicarios, ni los instigadores. Es decir, la esposa a su pesar y su amante frustrado, Raj, que movía los hilos desde Indore, hogar de todos ellos.
El citado Raj, de 21 años, era contable en la empresa de contrachapados de madera del padre de la novia. Ella, por su parte, se encargaba de los Recursos Humanos y encontraba la forma de estar casi permanentemente en contacto telefónico, cuando no presencial. El matrimonio concertado presuponía para Sonam un marido de condición parecida, como así fue, ya que Raja Raghuvanshi, de 29 años, trabajaba en la empresa de su propia familia, dedicada en su caso al transporte escolar. Pequeña clase media de provincias.

La inductora del asesinato -y de su propia viudedad- Sonam Raghuvanshi, tras entregarse este lunes. Este jueves se ha sabido que está embarazada
Para la mayoría hindú biempensante, que el matrimonio concertado de los Raghuvanshi, que había seguido todas las pautas tradicionales, terminara en el fondo de un barranco supone una conmoción, que les mantiene desde hace días pegados a sus pantallas.
La familia en cuestión no quería perder más tiempo y le buscó a su hijo Raja una novia de su clase y casta, por los canales habituales. Como estaban haciendo, simultáneamente, los padres de Sonam. Las prisas de estos últimos sorprendieron un poco a los primeros, que hubieran deseado algo más de tiempo para sus indagaciones y para que sus retoños se conocieran. No les dieron esa opción, pero lo tomaron por conservadurismo, salpimentado con astrología. Los padres de la chica rezongaban que no volvería a haber fechas propicias para la boda hasta el cabo de un año.
La prometida, Sonam, de 24 años, era “algo fría”, según le confesaba el chico a su mamá. Él nunca llegaría a saber por qué, pero su madre sí y el resto de India también. Porque Sonam ya estaba embarcada en una relación “desigual” de la que no se quería bajar y que sus padres sí querían deshacer, pero sin romper ningún plato. El citado Raj, empleado para todo que vivía cerca, fue instado a irse a vivir más lejos -al barrio donde encontró a los sicarios, de su misma edad- aunque conservó el trabajo.
Para fingir un robo
Ella instó al novio a viajar con una gruesa cadena de oro y todas las joyas de la boda
El caso es que ella accedió a casarse con alguien del gusto de sus padres -como la mayoría de indios- sin plantear objeciones y sin plantarse. Según la tradición india, al contraer matrimonio, una mujer pasa a vivir bajo el techo de sus suegros. Pero a los cuatro días, Sonam volvió a casa de sus progenitores, ataviada como una recién casada, con la excusa de una celebración religiosa.
Desde su cuarto de soltera, restableció el contacto con su amante -la policía tiene el registro de una llamada de seis horas, hasta la madrugada- para tramar juntos el asesinato de su marido. Estaban todavía frescas las imágenes del valle turístico en Cachemira en que un asalto terrorista, en abril, dejó tantas viudas en plena luna de miel.
Planearon un asesinato que pudiera pasar por un robo con violencia. Luego, una vez viuda -condición muy devaluada en India- su padre no objetaría a que se casaran, pasado un tiempos, según le habría dicho Sonam a Raj.

Los cuatro acusados de asesinato en comisaría en Shillong. El de la izquierda es el amante, Raj Kushwaha, flanqueado por los amigos del barrio a los que contrató para ejecutar el crimen
De repente, Sonam convenció al marido de su capricho de irse de luna de miel, casi de un día para otro, en lugar de dejarlo para más adelante, como habían acordado. De cara a su suegra, el pretexto era la visita al templo de Kamakhya, en Guwahati, Asam. Símbolo de la fertilidad y del deseo porque, según la leyenda, allí cayó la vagina de la diosa Sati. Sonam se aseguró de que Raja llevara puesta la cadena de oro, el reloj y otras joyas, probablemente producto de la dote aportada por su familia (la de ella).
Pero una vez en Asam, sin previo aviso, se adentraron en el vecino estado montañoso de Meghalaya, haciendo noche por veinte euros en Shillong, su capital de carácter colonial. Antes de encaminarse a otro hostal, de quince euros, junto a Cherrapunji y sus cascadas, gentileza de ser el punto más lluvioso del mundo, tal como aseguraba antiguamente National Geographic. Desde allí se desciende hasta los famosos puentes colgantes de Nongriat, de raíces y lianas, carne de Instagram.
Durante todo el trayecto, la esposa había ido manteniendo a su amante al corriente de su ubicación. Y este a sus tres cómplices, que habían viajado en tren a Guwahati -donde compraron el machete- desde Indore, vía Bihar. Antes de desplazarse hasta el lugar boscoso exacto donde estaban -GPS mediante- para fingir un encuentro casual, al pie del puente colgante.
A la vuelta, en la senda de ascenso hasta la carretera, el marido charló animadamente en hindi con estos paisanos, según el testimonio que luego resultó clave de un guía local, que no entendió nada, porque solo hablaba khasi e inglés. Fue la última persona que lo vio en vida, al margen de los sicarios y de su esposa, unos pasos más atrás, pendiente del momento oportuno. Raja no completó los tres mil peldaños que había bajado. Antes, en un recodo libre de testigos, le asestaron dos machetazos.
Empleado para todo
El amante hizo de chófer en el funeral de su rival y consoló al padre de la desaparecida
Los asesinos arrojaron el cadáver a un barranco, a veinte kilómetros de allí, antes de desaparecer en tren en la estación de Guwahati. Los recién casados se habían esfumado, tanto para sus familias como para el resto del mundo. Aunque ella, tras desprenderse de sus dos teléfonos móviles, se mantenía en contacto con su amante y seguía las noticias a escondidas, desde las profundidades de Uttar Pradesh, en un itinerario aún por esclarecer.
El día después de su desaparición, alguien encontró abandonada la moto alquilada por la pareja, deduciéndose que se habrían perdido en la espesura. A medida que pasaban los días, el misterio fue ganando terreno en los medios nacionales, con hipótesis de secuestro o asesinato.
Empezaron las lluvias y la búsqueda tuvo que ser suspendida. Hasta que pudo ser reanudada y, finalmente, se encontró el cuerpo sin vida de Raja, al fondo de un barranco, cerca de una cascada. Luego se encontró el machete, un móvil y una cazadora ensangrentada.

Los recién casados se fotografiaron en estos puentes colgantes de Nongriat. En algún momento del regreso, tres mil peldaños cuesta arriba, el novio fue asesinado a machetazos por los paisanos que “casualmente” estaban también de visita.
Todos los acusados -los dos amantes y los tres sicarios- emprendían este martes el camino hacia Meghalaya, donde deberán permanecer una semana para colaborar -o no- con la policía local a esclarecer las circunstancias del crimen.
Cabe recordar que la última operación de “represalia” militar india contra Pakistán fue bautizada como Sindur. Nombre del bermellón que el novio hindú pone en la raya del pelo de la novia, el día de su boda. Circulan vídeos en los que se ve, precisamente, como un sonriente Raja hace lo propio con Sonam (que no parece tan feliz de recibir el sindur).
Hace quince o veinte años, en la India profunda, el primer motivo de escándalo de este caso habrían sido las relaciones prematrimoniales o extramatrimoniales. Hoy, ostensiblemente, lo es el asesinato en sí, con lo que tiene de complot contra lo que se daba por más sagrado. Es decir, que la instigadora del crimen sea una novia que todavía lucía el sindur, el mangalsutra -el collar de bodas- los brazaletes y la alheña. El pack azafrán al completo.
Alguien que, colmo de la perfidia, visualizó su luna de miel como el marco perfecto para eliminar a su marido sin levantar sospechas. Alguien que, colmo del ahorro, ni siquiera había comprado billetes de vuelta. Antes de verse traicionada por su propia incapacidad para explicar dónde había pasado los últimos quince días, con el balbuceo de que había sido secuestrada y drogada, sin detalles, ni pruebas.

Una imagen engañosa de felicidad nupcial. Según los sicarios, la novia ya había decidido antes de ese día asesinar al novio, “empujándolo a un barranco si era necesario”
También por su llamada en el papel de nuera perfecta, comunicando a su suegra que estaba ayunando para que su marido tuviera una larga vida, como hacen tantas indias. El hotelero le dijo luego a la policía que en realidad comía como una lima. Su matrimonio no era perfecto, pero su plan de asesinato fue una auténtica chapuza.
Según la Policía india, los tres detenidos sin oficio ni beneficio ya han confesado que la mujer los contrató para ejecutar el crimen. Como anticipo, se habrían llevado las joyas y dinero en efectivo, con el objeto de dar más credibilidad a la tesis de un asalto armado. Más adelante recibirían el resto, hasta dos millones de rupias (20.500 euros).
Culebrón con todos los ingredientes
La acusada ha dado positivo en el test de embarazo previo al ingreso en la cárcel
El interrogatorio a los cuatro hombres acusados, en Shillong, está siendo muy productivo. Ha servido para determinar que, mientras se la daba por desaparacida, Sonam viajó en tren hasta Indore, su ciudad natal -para oprobio, esta vez sí, de la policía de Madhya Pradesh- y pasó una noche en una habitación alquilada por su amante, Raj. A este lo volvió a ver al día siguiente en Fatehpur, donde permaneció unos días, antes de coger un tren con destino a Ghazipur, localidad natal de Raj, a mil kilómetros. Cerca de esta ciudad norteña reapareció, finalmente, en la madrugada del lunes.
Este miércoles en Meghalaya
La viuda por elección se ha declarado culpable de asesinato, ante tantas pruebas
A pesar de todo lo anterior, el padre de la novia no se daba por vencido y seguía creyendo este miércoles por la mañana que a su hija le habían tendido una trampa. No lo veía así el hermano de esta, hundido tras recibir pruebas de la implicación de Raj Kushwaha, que trabajaba en su mismo despacho. Finalmente, a última hora del miércoles, la acusada habría confesado su culpabilidad ante la policía de Meghalaya, ante la acumulación de pruebas de cargo.
Horas antes, la madre de la víctima no tenía ya ninguna duda, tras las declaraciones inculpatorias de los matarifes. “Nunca sospechamos de ella. Estábamos contentos por Raja y no pensamos en su pasado, ni en por qué entró en nuestra casa”. Y continúa: “Lo que le han hecho a mi hijo es espeluznante. Ver las heridas ha sido insoportable. No le hemos permitido a mi marido, delicado del corazón, que viera el cadáver. Solo me queda un deseo. Si puede ser, que los ahorquen a todos”.
Violencia conyugal
India, acostumbrada a que la víctima siempre sea mujer, está enganchada al caso
India se solidariza con la familia de la víctima, que por una vez, es la familia del novio. Mucho más común, tanto allí como en el vecino Pakistán, es que la chica que rechaza el matrimonio concertado y huye con su amigo o amante, caiga luego asesinada a manos de sus propios parientes, impacientes por “limpiar la honra de la familia”. Algo impepinable cuando este pertenece a un clan o casta “inferior”. En un estado como Madhya Pradesh, en el corazón de India, lejos de los cambios sociales de las grandes metrópolis, lo viejo no termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer.
El ingrediente que le faltaba al culebrón ha trascendido este jueves. La acusada está embarazada. Así lo revela el test practicado antes de su ingreso en prisión preventiva en Shillong. Este es rutinario en India para proteger al personal carcelario frente a algunas acusaciones de violación bajo custodia. Aunque Sonam Raghuvansi, en tanto que casada, se habría librado del test de virginidad -o de los dos dedos- declarado inconstitucional hace un par de años pero que, según denuncian, persiste en algunas comisarias.
(Arriba, imágenes de Raja y Sonam Raghuvanshi en el momento en que abandonan el hotel. Ella, atareada con el móvil)