Hacía días que Joan no cogía el teléfono y que nadie había visto a sus hijas pequeñas. Parecía que se las hubiese tragado la tierra. Ante la falta de noticias, Marie y Mary Lou, madre y hermana de Joan, decidieron acercarse para ver qué estaba ocurriendo. Aquella visita cambiaría sus vidas para siempre.
Primeramente, se toparon con el coche familiar aparcado en el garaje y con la puerta principal de la vivienda cerrada a cal y canto. Todo resultaba de lo más extraño, así que dieron un rodeo y entraron por la parte trasera de la casa. Una vez en el interior, se toparon con la tragedia: todo salpicado de sangre, un olor putrefacto y los cuerpos de Joan y de sus dos hijas repletos de cuchilladas. Habían sido brutalmente asesinadas.
La semilla del rencor
Craig Chandler Price, nacido el 11 de octubre de 1973 en Warwick (Rhode Island), no dio visos de su comportamiento violento hasta entrada la adolescencia. De hecho, nuestro protagonista era un niño brillante, amante de los deportes, con un físico poderoso (de ahí su posterior apodo de Iron Man, como el personaje cinematográfico de la factoría Marvel) y con una inteligencia por encima de la media, de ahí sus buenos resultados académicos.
Se trataba de un muchacho sociable, con numerosos amigos, muy querido y admirado por sus compañeros, aunque también con un lado oscuro. En primer lugar, Craig empezó a consumir drogas y alcohol a una edad bien temprana, además de juntarse con malas compañías. Así fue cómo acumuló numerosos antecedentes, incluyendo allanamiento de morada, robo, espionaje domiciliario y consumo de estupefacientes.

Craig Price, de niño
Por otra parte, su carrera criminal iba acompañada de un temperamento violento que exteriorizaba a su vez en su propio hogar y por el que la policía tuvo que intervenir en más de una ocasión. Según Craig, dicha agresividad era la respuesta al rencor que sentía hacia la población blanca después de sufrir varios episodios de racismo.
Por ejemplo, en una ocasión siendo un niño, un grupo de adultos blancos presuntamente le profirió insultos xenófobos y racistas mientras caminaba por la calle e intentaron atropellarlo. Este factor pudo ser el detonante para convertirse en el asesino en serie más joven de los Estados Unidos.
Los crímenes
La noche del 27 de julio de 1987, Craig salió de su casa con el objetivo de allanar la vivienda de su vecina Rebecca Spencer, de 27 años, para robar algunos objetos de valor. Sin embargo, una vez dentro, el menor cogió un cuchillo de la cocina y la acuchilló hasta en 58 ocasiones causándole una muerte tan lenta como agónica. Craig tenía tan solo trece años.
Los dos años siguientes, la policía trató de buscar al responsable de tal ensañamiento sin percatarse de que el autor se encontraba a apenas dos casas de distancia. Durante ese tiempo, Craig siguió con su vida delictiva, armándola en más de una ocasión y entrando y saliendo de centros de menores cada dos por tres.

Rebecca Spencer, primera víctima del menor Craig Price
El 1 de septiembre de 1989, Craig volvió a matar. Sus víctimas fueron Joan Heaton, de 39 años, y sus dos hijas Jennifer y Melissa, de 10 y 7 años respectivamente. Una vez más, el adolescente cogió varios cuchillos de la cocina de las víctimas y la emprendió a puñaladas. A la madre le asestó 57 cuchilladas, a la hija mayor otras 62 más, y a la pequeña le aplastó la cabeza con un taburete de la cocina y le infligió 30 puñaladas.
Tres días más tarde, la madre y la hermana de Joan encontraron los cuerpos completamente mutilados. Era una auténtica carnicería y, por el modo en que fue cometida, tenía similitudes con el crimen de Rebecca Spencer.

Joan Heaton y sus hijas fueron asesinadas a manos de Craig Price
Bajo esta premisa, el Departamento de Policía de Warwick elaboró junto a Gregg O. McCrary, uno de los mejores perfiladores del FBI, un perfil del sospechoso. El experto detalló coincidencias significativas entre ambos asesinatos: el arma utilizada ya estaba presente en la casa, por lo que el homicida habría entrado con otra intención, seguramente el robo. Y su uso corresponde a un “arma de oportunidad” al ser sorprendido por los testigos.
Asimismo, los ladrones suelen robar en casas que conocen, por tanto, el ladrón en cuestión conocería previamente tanto las viviendas como a sus residentes. De hecho, McCrary creía que el autor vivía en la misma zona que sus víctimas.

Mapa de los crímenes de Craig Price
Otro punto de coincidencia entre ambos escenarios era el “exceso de violencia”, ya que el número de puñaladas a sus víctimas sobrepasaba la treintena. De ahí que el perfilador del FBI sugiriera que, por la “forma frenética del apuñalamiento”, era posible que el asesino se cortara la mano. Por tanto, lo primero que debían de hacer era buscar en el vecindario a alguien con una herida o venda en la mano.
El 5 de septiembre, los detectives Ray Pendergast y Mark Brandreth conducían cerca del parque de Buttonwoods, en busca de alguna pista, cuando vieron una cara familiar: un chaval al que Ray había entrenado en un programa local de baloncesto. Era Craig Price, el asesino.
Los policías y el chico conversaron durante varios minutos, le preguntaron si había visto algo raro antes o después de los asesinatos, ya que él vivía a cinco casas de allí, y se percataron de que Craig tenía una mano vendada.

Craig Price, una vez detenido
Ray quiso saber cómo se había hecho daño y el adolescente le contó una milonga: se había emborrachado y había roto la ventanilla de un coche en una avenida cercana. El olfato policial llevó a estos agentes a comprobar aquella historia. No sospechaban de él, solamente querían descartarlo. Todo cambió cuando los detectives descubrieron la patraña del menor y decidieron interrogarlo.
La confesión
Durante el interrogatorio, Craig fue sometido al polígrafo y el resultado reveló que mentía, pero no había indicios sólidos contra él. Tras hablar con el círculo familiar y cercano del sospechoso, los investigadores descubrieron su historial violento y sus antecedentes penales, entre los que destacaba el robo de casas. Tenían suficiente para una orden de registro.
Tras una ardua inspección, se encontró una bolsa de basura oculta en el cobertizo de la propiedad con multitud de pruebas incriminatorias. Entre ellas había cuchillos de la casa de Joan Heaton repletos de sangre y también la ropa y los guantes que llevaba Craig el día de autos completamente ensangrentados. El adolescente fue detenido y conducido de inmediato a la comisaría acusado del asesinato de los Heaton. Iron Man estaba tranquilo y se mostraba imperturbable.

Craig Price declara ante el juez
La sorpresa llegó durante el interrogatorio: Craig Price confesó absolutamente todo y sin pestañear ante la mirada atónita de sus propios padres, también presentes en la sala. Describió pormenorizadamente el intento de robo y cómo la situación derivó en aquellos brutales asesinatos.
Su versión de los hechos fue corroborada por los análisis de ADN: encontraron su perfil genético en varias zonas de la casa, incluido el lavabo tras cortarse la mano, y la huella de su calcetín del número 43. Cuando le nombraron a Rebecca Spencer, Craig admitió el crimen sin vacilar.

Ciudadanos se manifiestan por la Ley del Menor
A pesar de la gravedad de los hechos, Craig había cometido los cuatro asesinatos siendo menor de 16 años. Por tanto, la Ley del Menor solo podía internarlo en un Centro Correccional Juvenil hasta los 21 años. Pasado ese tiempo, la justicia debía dejarlo en libertad y borrar sus antecedentes.
La jueza decretó su ingreso en un centro de máxima seguridad durante cinco años y, entre las medidas a cumplir, ordenó un programa psicológico intensivo y terapia. Sin embargo, Craig lo rechazó amparándose en la Quinta Enmienda. Una vez cumplida la mayoría de edad, el asesino en serie fue puesto en libertad.

Craig Price, en una nueva judicial siendo adulto
De ahí en adelante, Craig continuó con su vida delincuencial entrando y saliendo de la cárcel por delitos menores. Hasta que en 2009 su vida dio un giro de 180 grados. Durante su estancia en la prisión de Florida, nuestro protagonista mantuvo una brutal pelea con otro recluso, un funcionario trató de separarlos, pero Iron Man le cortó un dedo con un cuchillo casero y lo condenaron a diez años.
Mientras cumplía condena, el 4 de abril de 2017, Craig protagonizó otro incidente violento: apuñaló a su compañero de celda Joshua Davis. El tribunal lo sentenció a 25 años de prisión y, en la actualidad, permanece en el Correccional de Raiford sin posibilidad de pisar la calle de nuevo.