En una apasionante conversación con Anne Igartiburu en el pódcast Mi latido de Más, la neurocientífica Ana Ibáñez, directora de los centros MindStudio, abordó el impacto del entrenamiento cerebral en la calidad de vida. La divulgadora destacó la importancia de la plasticidad cerebral y cómo nuestras experiencias y pensamientos reconfiguran constantemente nuestras conexiones neuronales.
El impacto del miedo en el cerebro
La plasticidad cerebral, clave para mejorar la salud mental y el bienestar
“Lo más impactante sigue siendo la plasticidad cerebral. Somos los arquitectos de nuestro cerebro”, afirmó Ibáñez, haciendo referencia al legado de Santiago Ramón y Cajal. “Si somos conscientes de esto, podemos cambiar nuestras frecuencias cerebrales y, con ello, cómo nos sentimos y cómo vemos el mundo”.
La experta explicó que el cerebro está sometido a una sobrecarga constante debido al ritmo de vida actual, lo que conlleva elevados niveles de estrés, ansiedad e insomnio, especialmente en mujeres, con una prevalencia del 40 %. “Nuestro cerebro no llega a la velocidad que nos exige la vida y opera desde lugares de alerta en lugar del córtex prefrontal, que es el que nos permite tener perspectiva y reflexión”, señaló.
Para revertir esta situación, Ibáñez enfatizó la necesidad de entrenar el cerebro de manera consciente, destacando cinco pilares esenciales para su salud: el descanso, la alimentación, el ejercicio físico, los entornos saludables y el propósito vital. “Si queremos conectar con nuestro córtex prefrontal, necesitamos energía. Dormir bien, alimentarnos correctamente y rodearnos de ambientes que nos nutran emocionalmente es clave”, afirmó.
Uno de los conceptos más reveladores de la entrevista fue la importancia de separar nuestra identidad del cerebro para gestionar mejor el colapso mental. “Cuando te sientes bloqueado, en vez de creer que es una debilidad, deberías decirte: 'Mi cerebro no me está dando lo que necesito para esta situación'. Entonces, en lugar de alimentar el estrés, podemos analizar qué pasos tomar para desbloquearnos”, sugirió la neurocientífica.
Nuestro cerebro necesita ilusionarse para funcionar bien; sin motivación, nos estancamos”
Otro de los puntos clave abordados fue la relación entre el cerebro y el corazón. “Ahora sabemos que el campo electromagnético del corazón es miles de veces superior al del cerebro, lo que significa que el corazón moviliza absolutamente a nuestro cerebro”, explicó Ibáñez, subrayando la importancia de conectar con emociones elevadas como el amor y el propósito para mejorar nuestra salud mental.
En cuanto a técnicas específicas para optimizar el cerebro, la experta destacó la meditación y el movimiento corporal. “La meditación induce frecuencias alfa, que generan calma y reducen la activación de los núcleos amigdalinos, responsables de la alerta. Pero si meditar no es para ti, hay otras formas de inducir este estado, como la jardinería, caminar o escuchar buena música”, indicó. Además, resaltó que “el movimiento muscular tiene un impacto directo en el cerebro. Forzar una sonrisa, por ejemplo, puede cambiar nuestra química cerebral y mejorar el estado de ánimo”.
Ibáñez también compartió su experiencia como piloto de helicóptero y cómo aplica sus conocimientos en neurociencia en situaciones de alta exigencia. “Pilotar me enseñó a alternar estados de concentración intensa con momentos de calma y disfrute. Si no equilibramos ambos, el cerebro se quema”, reveló.
En sus centros MindStudio, la neurocientífica utiliza tecnología avanzada para entrenar cerebros de niños, adultos y profesionales de alto rendimiento. “Colocamos sensores que leen la actividad cerebral y entrenamos frecuencias específicas mientras la persona ve una película, permitiendo que el cerebro se autorregule de forma natural”, explicó. Según Ibáñez, este entrenamiento mejora la calidad del sueño, la concentración y la capacidad de gestión emocional.
Para concluir, la experta señaló que el mayor enemigo del cerebro es el miedo. “Si analizamos cualquier situación que nos angustia, al final lo que hay detrás es miedo: a fracasar, a no ser suficiente, a no ser querido. Pero podemos entrenar a nuestro cerebro para elegir el amor y la expansión en lugar del temor”. Y añadió: “No hay que esperar a estar mal para cuidar el cerebro, porque si tenemos un cerebro fuerte y flexible, podrá afrontarlo todo mejor”.