Julio se va, pero nos deja una de las mayores audiencias del planeta congregada para un mismo evento: una carrera ciclista. El Tour de Francia, que se emite en 190 países, generó el año pasado más de mil millones de horas de visionado en todo el mundo, seduciendo solo en España a 15,2 millones de espectadores a través de RTVE. A ellos se sumaron los 12 millones de aficionados que, cada año, bordean las carreteras para ser parte de la fiesta.
A diferencia de otras carreras por etapas, donde la señal televisiva a menudo sucumbe a la meteorología –a pantalla en negro–, en la ronda gala el espectáculo casi nunca se detiene. El secreto viene de lejos. Invertir en un despliegue tecnológico para garantizarlo. Hoy, esa filosofía no solo se mantiene, sino que se ha magnificado a través de una revolución de medios que convierte el viaje de cada imagen en una carrera tecnológica en sí misma.
Esa proeza tecnológica, sin embargo, sería inútil sin una planificación humana. Meses antes de que el pelotón empiece a rodar, el equipo de Déborah Larrieu, directora de producción de France Télévisions (France TV) para el Tour, ya ha recorrido cada metro clave del asfalto. “El trabajo de preparación es primordial, no se deja nada al azar”, afirma para La Vanguardia, y confiesa que el verdadero desafío es la logística para movilizar a su equipo de 150 personas dentro del ejército de 700 profesionales que forman la “caravana nómada”. Este despliegue, apoyado por Amaury Sport Organisation (ASO) –la empresa organizadora– y proveedores como EMG/Gravity Media, cuenta con tres unidades móviles y un arsenal de cámaras. Para una etapa estándar, explica Larrieu, se usan “una cámara en la salida, cinco en moto, dos en helicóptero y diez en la llegada”.
Este dispositivo, sin embargo, es como un organismo vivo que se adapta a los desafíos de cada jornada, añadiendo cámaras para una contrarreloj o desplegando hasta 15 en una veintena de posiciones en la meta de París, con “una sexta moto para cubrir el excepcional paso por Montmartre”, detalla Larrieu. A pesar de todo el despliegue, para ella lo más importante es la “góndola” –plataforma elevadora– equipada con una cámara situada 50 metros tras la línea de llegada, porque captura la emoción del vencedor: “Es la imagen más repetida en el mundo entero”.

La cámara en la plataforma elevadora, se sitúa a unos 50 metros tras la línea de meta según la etapa, es la más importante
Toda esta maquinaria obedece a la filosofía instaurada por el realizador Jean-Maurice Ooghe, responsable de la retransmisión durante dos décadas, que instauró la idea de la carrera como pretexto para narrar un país.“No filmamos el Tour de Francia, sino la vuelta a Francia”. La misión del equipo de Larrieu, en constante diálogo con ASO, es ejecutar ese doble guion, “nuestra prioridad es la carrera ciclista”, afirma, “pero no podemos ignorar el marco incomparable en el que se desarrolla”.
El equilibrio entre deporte y patrimonio se gestiona con el realizador (Anthony Forestier), un consultor deportivo y un equipo de cuatro personas que planifican meses antes el libro de ruta cultural y crean recursos televisivos captados con helicópteros o las “cápsulas de patrimonio grabadas con dron”, que se insertan en el directo, revela Larrieu, que permiten construir el relato turístico con una planificación total. Nada sale de la improvisación. “Estamos muy orgullosos de mostrar nuestro país visto desde el cielo”, con el objetivo, afirma, de “dar ganas a la gente de venir a visitarnos”.

Cinco equipos motorizados con cámara se desplazan entre el pelótón en cada etapa
Y el efecto es innegable. Va mucho más allá de la pantalla. Maxime Morin, director adjunto de Atout France en España –la agencia de desarrollo turístico de Francia– lo define como “un escaparate que convierte a espectadores en viajeros”, y destaca que el Tour es el principal catalizador del creciente interés del turista español por el cicloturismo y el turismo patrimonial. Busca la “autenticidad” de las rutas de la carrera, explica Morin.
Esta conversión tiene un retorno tangible y millonario. La llegada del Tour a Niza en el 2024, por ejemplo, generó un impacto económico estimado de 60 millones de euros para la ciudad. La prueba definitiva de que la apuesta funciona es que el ciclo se repite y se expande. La cuenta atrás ya ha comenzado para el Grand Départ del 2026, que por primera vez en la historia saldrá de Barcelona, convirtiendo por unos días la capital catalana en el epicentro de la mayor postal itinerante del mundo.

Una de las unidades móviles de la realización de France Télévisions

La realización de France Télévisions en una etapa del Tour de Francia