Hubo un tiempo en que un docente podía cambiarte la vida. Tuve la suerte de que en mi etapa adolescente, allá por los años 90, se cruzaron en mi camino algunas maestras que, al igual que aquel profesor inconformista de la joya cinematográfica El club de los poetas muertos, conseguían despertar en sus alumnos la necesidad de cuestionar lo establecido, además de cultivar su propio pensamiento.
No nos hablaban subidas desde un pupitre, pero el mensaje calaba de igual modo, a pesar de la algarabía de hormonas que se respiraba en las aulas.
Después de haber tenido la fortuna de recibir aquellas valiosas enseñanzas, es decepcionante, hoy por hoy, observar cómo en una pizarra pública como es la de Televisión Española, es tendencia la aparición de personajes, cuyo único oficio en sus vidas no ha sido otro hasta la fecha, que ir a cobrar a los platós por airear tanto sus miserias personales como las ajenas.
Con el paso ahora de algunos estandartes de la vagancia de Mediaset a RTVE, a través de un nuevo reality de decoración que se estrenará en septiembre, no solo ganarán dinero por contar sus vivencias más íntimas, sino que obtendrán algo aún más peligroso: visibilidad.

Clip de ‘El club de los poetas muertos’
Alabo las intenciones de la cadena por procurar acercar la cultura a más públicos mediante formatos innovadores como ha sido, entre otros, el ejemplo de La Revuelta . Pero pretender llegar a todos convirtiendo en referente a cualquiera, es una fórmula errónea que no hace otra cosa más que devaluar la nueva política de la corporación.
Tal y como me insistieron mis inolvidables profesoras y aseveró el bueno de John Keating en aquella emblemática película, “pensé que el propósito de la educación era aprender a pensar por uno mismo”.