José Miguel Conejo fue uno de los cantantes más relevantes del panorama musical español a principios de siglo. Bajo su nombre artístico, Leiva formó con Rubén Pozo el dúo Pereza, que publicó cinco discos de gran éxito entre 2001 y 2009, con canciones tan recordadas como Princesas, Todo, Estrella Polar o Lady Madrid. En solitario, el madrileño suma otros seis proyectos discográficos a sus espaldas, incluyendo Gigante.
Seis meses después de su última visita, el intérprete ha vuelto a pasarse por el plató de El Hormiguero, el programa nocturno de Antena 3 presentado por Pablo Motos. En esta ocasión, para presentar el documental Hasta que me quede sin voz, que se estrena en cines este viernes, 17 de octubre. El título hace referencia a un problema en las cuerdas vocales que le dificultó seguir con su carrera, un hecho que comentó con el de Requena el pasado mes de abril.
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— El Hormiguero (@El_Hormiguero) October 16, 2025
El documental es de unos amigos míos y estoy yo como protagonista. Es la mirada de unos colegas. Las luces y sombras de un chico de barrio, que en ocasiones tiene una vida muy frenética y en otras no tanto (…) He aprendido a convivir con ello y a adaptarme, reduciendo el número de shows y conciertos más cortos. No puedo hacer conciertos seguidos, porque tengo que cambiar los tonos y ya no puedo subir arriba como lo hacía antes”, explicaba.
Leiva también tuvo la oportunidad de explicar cómo perdió el ojo, con 12 años: “Esto no se cuenta por morboso, sino porque está relacionado con la popularidad. Me acostumbré a que me miraran porque me dispararon muy cerquita con una pistola y perdí el ojo. No tenía ni cornea, ni blanco, ni gris. Los chicos me miraban y cuchicheaban. Y luego, cuando estaba en la banda, yo tenía una sensación de familiaridad porque desde pequeñito se me quedaba observando”.
El accidente que hizo perder el ojo a @Leiva_Oficial #LeivaEH pic.twitter.com/bw4OlOPB9S
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Cambio de perspectiva
“Cuando me bajaban a quirófano para operarme, estaba perdiendo sangre y el balín estaba cerca del cerebro. El celador, que quizá desde que agarra la camilla hasta que llega a quirófano pasan 10 minutos, me preguntó cómo me llamaba y luego me dijo: 'Eres la persona con más suerte que conozco porque de todos los órganos que puedes perder el ojo es el único que no te cambia”, proseguía, declarado que esta conversación marcó un antes y un después en su vida.
“No me había dado cuenta hasta hoy de lo importante que es lo último que te dicen cuando te van a operar (…) Me rompí el bíceps. Es una avería de un año. Fue muy traumático. El brazo estaba fatal. Y cuando entré en quirófano y me quitaron lo que habían vendado, pensé que me había quedado manco. En cambio, vino (el doctor) Ángel Villamor y dijo: 'Esto está hecho'. Y me relajé”, recalcaba.


