Europa sale de la cueva

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La independencia tecnológica europea se aferra a proyectos como las AI Factories o DARE, liderados por el BSC

En la capilla de la Torre Girona donde antes estaba el MareNostrum 4 hay un espacio reservado para la nueva máquina de AI Factory

En la capilla de la Torre Girona donde antes estaba el MareNostrum 4 hay un espacio reservado para la nueva máquina de AI Factory 

Andrea Martínez

Europa es consciente de que el estado actual de la tecnología amenaza con convertirse en una pesada carga para su futuro. Las patentes más poderosas en el campo de los chips y en el de la inteligencia artificial se registran en Asia y Estados Unidos de forma acelerada. El Viejo Continente corre el riesgo de quedar atrapado en medio de una pinza que puede acabar exprimiendo enormes cantidades de dinero que podrían ser aprovechadas para su progreso y no para enriquecer a otros. El problema de la soberanía tecnológica es que no es fácil subirse en marcha a un tren de altísima velocidad. Pero hay formas de hacerlo. Ingenio y determinación son la clave.

El Barcelona Supercomputing Center-Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS) ha sido seleccionado por la Comisión Europea como uno de los siete polos de innovación que recibirán una financiación singular para equipamiento de vanguardia, ya sean supercomputadores nuevos o mejoras sustanciales de existentes, que le permitan desarrollar un potente ecosistema de inteligencia artificial. Este tipo de centros son conocidos como AI Factories (factorías de IA). El supercomputador MareNostrum 5, que el BSC inauguró hace poco más de un año ya incorporaba tres particiones aceleradas para IA. Ahora se va a instalar una nueva máquina para entrenar modelos de IA y hacer inferencia, que consiste en aplicar lo que la IA ha aprendido para extraer conclusiones a partir de datos.

El objetivo de la AI Factory del BSC es abrir el acceso al entrenamiento de IA y creación de modelos de IA a quienes no tienen acceso a los grandes recursos de esa tecnología como los investigadores, pymes y startups. El inicio de la inversión de 1.500 millones de euros para crear inicialmente siete factorías de inteligencia artificial en varios países de la Unión Europea busca asentar un tejido productivo en esta tecnología del que ahora carece mientras en Estados Unidos es desarrollada principalmente por grandes compañías sin apenas regulación.

El supercomputador MareNostrum 5, en el edificio del BSC

El supercomputador MareNostrum 5, en el edificio del BSC 

Andrea Martínez

Hace apenas tres semanas se anunció una inversión de 240 millones de euros, de los que la Comisión Europea aportará la mitad, en el proyecto DARE (Digital Autonomy with RISC-V Europe), por el que el BSC liderará la creación de chips de código abierto, sin el pago de regalías, que servirán probablemente para diseñar las próximas generaciones de supercomputadores europeos y otras máquinas que necesiten una capacidad computacional elevada, como coches autónomos.

A quien se pregunte por qué el BSC recibe inversiones de alta tecnología que en el pasado habrían sonado a utopía, debería remitirse a los datos. El centro que dirige desde su fundación Mateo Valero, auténtica alma del proyecto, es hoy una instalación de ciencia de excelencia en la que trabajan 1.200 personas. Mil de ellas son investigadores dedicados a áreas de ciencias de la computación, de la vida, de la Tierra y de aplicaciones de computadores en ciencias e ingeniería.

En realidad, estas apuestas tecnológicas estratégicas son golpes sobre la mesa del tablero geopolítico. Decía ayer Valero en la presentación de la AI Factory: “Hay grandes empresas que han tomado nuestros datos gratis y nos han hecho creer que es mejor estar felices que ser libres. Estoy hablando de empresas que conocéis, de estas que dominan el mundo. Por otro lado, está Europa, que tiene sus datos a diferentes niveles, en empresas grandes y pequeñas, que habría una solución sencilla que sería dar esos datos a las empresas anteriores. Que nos los cuidaran, que nos hicieran operaciones, que nos hicieran aplicaciones y eso sí que nos convertiría en esclavos totales. No podemos permitir eso”. Pues eso.

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