El pasado sábado cené en casa con tres jóvenes de la generación zeta. Universitarias, veintipocos. Entre los comensales había también otros tres adultos maduritos y un millenial, pero a estos los obvio porque pintan poco en este artículo. El caso es que una de las zetas habló largo y tendido sobre lo que sigue:
–“Cada vez hay más parejas de mi edad que están en relaciones abiertas”.
Las otras zetas asintieron, y enseguida la charleta empezó a coger carrerilla.
–“Pues yo conozco a un montón de poliamorosos”, aseguró otra.
Precisó ésta que a menudo se confunde relación abierta con poliamor. En la primera opción, existe una “pareja principal” donde ambos/ambas/ ambes pactan equis reglas vía “contrato” para así poder picar en cuantas flores quieran. Los contactos pueden ser sexuales, emocionales o chiripitifláuticos. La apertura de la relación es a un tercero o a 300, según encantos y aciertos. En el caso del poliamor todos son parejas de todos y a vivir que son dos días.
Para servidora de ustedes, muy hecha a la antigua, aquella conversación fue como saltar de golpe una pantalla del videojuego. Creía que lo que se llevaba ahora en la generación zeta es la bisexualidad. Ya saben, por lo del “me enamoro de la persona, no del género”. Sin embargo, hay más. Bisexuales o no, heteroflexibles o no, los zetas han iniciado una revolución en el modelo de relaciones que ya veremos adónde lleva y si tiene efecto arrastre o gota de aceite. No sé si lo correcto es hablar de que las zetas –ellas, sobre todo– aparcan la monogamia, o bien la aplazan dado su momento vital: falta de expectativas de estabilidad y una emancipación imposible. Como fuere, no quieren sacrificar ciertas necesidades para estar en pareja y reivindican la libertad.
Lo que se lleva ahora entre la generación zeta son las relaciones abiertas
Confieso ante mis interlocutoras que a mi esto de los poliamorosos, en las diversas formas que adopta, me suena a politraumatismos. No le veo el glamour que tenía el amor libre de años atrás. Un ejecutivo diría en un powerpoint que es amor de perfil bajo, de andar por casa (o por muchas casas). Lo de abrir la relación tiene otro timbre, redefine la idea de infidelidad. Aunque no deja de ser saltarse a la pareja para liarse con otros.
Está claro que sin simultaneidad y consenso entre los firmantes del “contrato”, la experiencia puede salir rana. En eso coincidimos todas el sábado. Ni servido el postre logramos despejar las muchas dudas que quedaron en el aire: ¿Qué pasa si alguno/a incumple el acuerdo pactado”? ¿Y si te enamoras de alguien del comando de apoyo emocional y/o sexual? ¿Y si surgen los celos o la sensación de traición?
Sé lo que pienso pero decido hacer un mutis, mientras me viene a la cabeza Lady Di en aquella famosa entrevista en la BBC cuando su matrimonio se hundía como el Titanic. Ella ya hablaba de los poliamorosos sin nombrarlos: “Tres son multitud”, afirmó la royal poniendo ojitos de cordero degollado.
Si tres son multitud, imagínense 300.