Las mujeres del '47': "Somos un colectivo muy guerrero”

8-M

 Cuatro generaciones femeninas del barrio barcelonés de Torre Baró reivindican el legado de sus abuelas, madres y el de ellas mismas

 Una conductora de autobús, la hija de una mujer a la que la esposa de Manuel Vital enseñó a leer, una emigrante andaluza y dos jóvenes que piden más reconocimiento femenino

Andrea Acevedo, Valeria Ortiz, Josefa Ávalos y Gregoria García (de menor a mayor edad) viven en Torre Baró y reivindican la lucha en femenino del barrio

Andrea Acevedo, Valeria Ortiz, Josefa Ávalos y Gregoria García (de menor a mayor edad) viven en Torre Baró y reivindican la lucha en femenino del barrio

Ana Jiménez

Un grupo de tres mujeres rondando los 60 años suben por la ladera de la montaña de Torre Baró. Vienen de Les Corts, la otra punta de Barcelona, y han recorrido el extrarradio motivadas por el interés que ha suscitado El 47, la aclamada película de Marcel Barrena basada en la lucha vecinal de este humilde barrio. El protagonista de la historia es un hombre, Manuel Vital, pero detrás aparece también una potente figura femenina: su esposa, Carme Vilà, una exmonja empeñada en alfabetizar a las mujeres de la zona como fundamental herramienta para no quedar atrás. Como la de Vilà, Torre Baró está repleta de historias en femenino. Mujeres que lucharon y aún pelean por una vida mejor. La pareja de Vital enseñó a leer y escribir a Manuela Delgado, la madre de Josefa Ávalos (48 años). Manuela participó en el secuestro del autobús 47 en el año 1978 que explica la película. Subió a dos de sus tres hijas al ómnibus, como otras mujeres, e incluso acompañó al célebre vecino a comisaría. Gregoria fue la primera presidenta mujer de la Asociación de Vecinos y aún hoy sigue volcada en hacer de este olvidado barrio barcelonés un lugar mejor. Valeria llegó hace dos décadas desde Bolivia. Hoy es ella la cabecilla de los vecinos y también, casualidades de la vida, es conductora de autobús. Andrea y Helena, nacidas ya en el siglo XXI o finales del XX, aún claman por poder ir seguras por la calle y por un mayor reconocimiento femenino. Son mujeres del 47, que reivindican el legado de sus madres, abuelas y de ellas mismas. Analizamos la lucha de mujeres corrientes en situaciones precarias.

Josefa Ávalos, de 48 años, trabaja en el ámbito de la limpieza y de la educación. A su madre la enseñó a leer la mujer de Manuel Vital

Josefa Ávalos, de 48 años, trabaja en el ámbito de la limpieza y de la educación. A su madre la enseñó a leer la mujer de Manuel Vital

Ana Jiménez

Manuela, la madre de Josefa Ávalos, había llegado de su Extremadura natal en el año 1964 con 25 años después de pelearse con su novio, cuenta su hija, que trabaja en el sector de la limpieza y también ejerce de vetlladora en una escuela de la vecina Ciutat Meridiana. Los padres de Ávalos (el padre, andaluz, había llegado con 15 años) se casaron tras ocho meses de noviazgo y tuvieron tres hijas. Las dos mayores participaron con la madre en el famoso secuestro del 47 e incluso “acompañaron a Vital a la comisaría”, explica Ávalos, que no subió al bus ese día porque solo tenía dos años. “Somos un colectivo guerrero”, reivindica esta mujer. “Los hombres iban a trabajar y las que luchaban en Torre Baró eran las mujeres. Iban a las manifestaciones con los hijos”, apunta esta barcelonesa que destaca que una de las batallas que más han librado en el barrio es por la educación.

Mi madre también participó en el secuestro del autobús y subió a mis hermanos

Josefa ÁvalosVecina de Torre Baró

La madre de Josefa y Gregoria García (70 años) eran amigas. Esta última nació en Jódar (Jaén) en 1954 y en 1968, con 14 años, aterrizó en Torre Baró porque su madre, también de nombre Josefa, tenía familia ya aquí. Su progenitora se adelantó con dos de sus cuatro hijos (tres varones y una mujer) y posteriormente llegaron ella, otro hermano y el padre. Emigraron en el famoso tren sevillano en un viaje de 24 horas duro porque “si no teníamos para comer, menos aún para asientos en el tren”. Su madre se fue a “servir” y su padre, después de buscar por todas partes, logró trabajo “haciendo los agujeros del metro”. Nada más llegar, la madre de Gregoria la “puso a trabajar” cosiendo. Tenía apenas 14 años y se pasó 35 en la costura. A falta de transporte, a las seis de la mañana atravesaba la montaña “con los zapatos llenos de barro” para ir a la ciudad a trabajar y al regresar ayudaba en todo lo de la casa mientras sus hermanos tenían tiempo para jugar porque “los hombres siempre han hecho lo que les daba la gana”.

Vivir en la montaña con penurias nos ha hecho mujeres fuertes”

Gregoria García
Gregoria García (70 años) llegó a Torre Baró con 14 años desde Jaén. Fue la primera mujer presidenta de la asociación de vecinos del barrio

Gregoria García (70 años) llegó a Torre Baró con 14 años desde Jaén. Fue la primera mujer presidenta de la asociación de vecinos del barrio

Ana Jiménez

García reivindica que lo del 47 no fue un secuestro sino una “necesidad” de transporte. Una necesidad que aún hoy es visible y prueba de ello es que el carnet de conducir es requisito casi obligatorio en Torre Baró. De la costura, pasó a trabajar 13 años como auxiliar de geriatría y llegó a la jubilación con “47 años cotizados”, presume. Como muchas mujeres, se sumó a la lucha vecinal convirtiéndose entre 2003 y 2008 la primera mujer en presidir la Asociación de Vecinos.

Valeria Ortiz es conductora de autobús y presidenta de la asociación de vecinos

Valeria Ortiz es conductora de autobús y presidenta de la asociación de vecinos

Ana Jiménez

La actual presidenta de la entidad es Valeria Ortiz, una mujer boliviana de 36 años que lleva 20 aquí y que hoy, como Vital, es conductora de autobús, aunque ella cubre la zona de Baix Llobregat. La hermana de Ortiz ya vivía en Torre Baró y aquí vinieron con su madre y hermanos a cumplir el “sueño europeo”, aunque reconoce que el aterrizaje le impactó. Su marido es de Torre Baró de toda la vida y los abuelos de este “construyeron las casas con sus manos”, cuenta. Recién llegada de Bolivia, Ortiz empezó ayudando a su madre a limpiar casas. Con 19 tuvo a su hijo y estuvo 12 años trabajando de carnicera en el mercado de Ciutat Meridiana, un puesto que le permitía cuidar al niño, que hoy tiene 16 años y es muy activista: “en los 8M prepara pancartas y me dice “vamos mamá ¡que hoy va por vosotras!”. Cuando su hijo creció decidió cumplir su sueño: ser conductora de autobús, como su padre. Y como, casualidades de la vida, Manuel Vital.

Si hay un atasco te culpan porque eres chica

Valeria OrtizVecina, presidenta de la Asociación de Vecinos y conductora de autobús

“Algún compañero me hace la broma de que no me lleve el bus a casa”, cuenta esta mujer. Al volante aún le toca aguantar situaciones de machismo, algunas tan surrealistas como que “si hay un atasco te culpan porque eres chica” o achacar a que “eres mujer” al hecho de no poder pasar por una zona en la que hay un coche mal aparcado.

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La madre de Andrea Acevedo (20 años) ya nació en Torre Baró y su padre llegó al barrio de pequeño procedente de Terrassa. Sus abuelos, para cumplir con el prototipo de emigración que llegó al barrio, eran extremeños (parte materna) y andaluces (familia paterna). Ahora esta joven enfermera vive en casa de su abuela pero pronto dejará el barrio por el problema en la vivienda y también por la mala comunicación existente. “No hay espacios de socialización”, lamenta. Acevedo reivindica a las mujeres, como a su propia madre, a las que les tocó trabajar dentro y fuera de casa sin tregua ni descanso. Y cree que es importante dar visibilidad a todas las mujeres que “mejoran” la sociedad y que contribuyen a un futuro mejor.

Andrea Acevedo trabaja en el ámbito de la enfermería y aunque reivindica su barrio, se mudará por la situación de la vivienda y la mala comunicación

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Ana Jiménez

También Valeria Ortiz lamenta que en el barrio no hay espacios comunitarios y acusa la falta de transporte, sobre todo por la noche. “Las mujeres se acompañan al médico, especialmente las más mayores”, cuenta. También las más jóvenes se organizan para crear espacios en la parte alta para que puedan jugar sus hijos. “Las mujeres empujamos mucho”, reivindica.

La precariedad y el empoderamiento femenino

¿Vivir en situaciones de pobreza o de precariedad hace que las mujeres se ayuden más entre ellas? “En parte sí y en parte no”, explica Montse Perals, socióloga experta en políticas publicas de juventud, género e integridad pública. Perals asegura que en estos contextos es “muy importante” que alguien que está en mejor posición que ellas las ayude a “coordinar” –algo que hizo en buena medida la esposa de Vital- porque “las situaciones que viven son tan extremas que es complicado que ellas mismas lo sostengan en el tiempo”. La socióloga apunta que estas experiencias de construcción y acción colectiva y de toma de conciencia de que ellas mismas ayudándose pueden mejorar su barrio son experiencias “preciosas” porque suponen una transformación personal, de empoderamiento y que “dejan huella”. Pero puntualiza, no obstante, que sus dificultades personales también pueden ser un obstáculo para que la acción colectiva “fructifique, dure y sea exitosa más allá de la suerte o de una acción casi heroica como fue lo que hizo Vital”.

Las experiencias de acción colectiva ayudándose son experiencias preciosas porque suponen una transformación personal y dejan huella"

Montse PeralsSocióloga experta en políticas publicas de juventud, género e integridad pública

Perals reivindica la figura de Carme Vilà porque su función alfabetizadora tiene un capital social mayor y esto desde un punto de vista sociológico es la “justificación” de por qué se necesitan políticas públicas de igualdad y feministas especialmente en barrios como en el que viven Gregoria, Josefa, Valeria, Andrea o Helena.

Helena Carrasco tiene 22 años y dirige el belén viviente de Torre Baró

Helena Carrasco tiene 22 años y dirige el belén viviente de Torre Baró

Cedida

Helena Carrasco tiene 22 años y llegó a Torre Baró con seis procedente de la vecina Roquetas. Sus padres buscaban un lugar más tranquilo. Estudiante de ilustración, se sacó el carnet de conducir a la que pudo y lamenta que, como otros muchos puntos de la ciudad, Torre Baró no es seguro para “ir tranquila por la calle” en parte porque a veces la luz se va. Ha tenido malas experiencias en ese sentido. “Todo el mundo tiene que poder caminar tranquilamente por su calle”, reivindica. Carrasco aspira a que las mujeres tengan más reconocimiento porque ahora “no se nos reconoce igual que a los hombres o se menosprecia”. 

Todo el mundo tiene que poder caminar tranquilamente por la calle"

Helena CarrascoEstudiante de ilustración

No ve su futuro para ella en Torre Baró por la falta de comercio y seguridad pero reivindica que el suyo es un barrio construido “por y para la gente” y que las mujeres “han sido y seguimos siendo una parte importante”. Ella misma es una de las jóvenes que dirige la representación del pesebre viviente del barrio, que suele llenar aforo. En la historia reivindican el autobús o que no tienen aceras y también introducen temas de feminismo como por ejemplo, hablar en femenino genérico o no atribuir el papel de lavandera a una mujer únicamente.

“Me voy de casa a las cinco de la mañana y vuelvo a las cinco de la tarde”, explica Josefa Ávalos. De joven anhelaba estudiar magisterio, pero el instituto al que debía ir le quedaba muy lejos de casa, más aún con el precario transporte que aún une su barrio con el resto de la ciudad Y con 16 años dejó de estudiar. Trabajó dos décadas como carnicera en un matadero, lugar lleno de hombres, puntualiza, “pero tengo carácter y no me dejo pisar”. Lo hacía con reducción de jornada para poder cuidar a sus hijos (de 19 y 11 años). Pero como los cuidados siguen siendo cosas de mujeres, lo dejó para poder ocuparse de su madre, con Alzheimer, y que falleció hace cinco años.

Tener carnet de conducir es condición indispensable en Torre Baró

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Ana Jiménez

Ávalos bromea diciendo que es “mujer taxista” porque las deficiencias de transporte, especialmente por la noche o en fin de semana, te hacen depender del coche. Se sacó el graduado en la escuela de adultos y también varios títulos como el de vetlladora que ahora le permiten en parte cumplir su sueño de dedicarse a la educación. Y su hija sigue sus pasos. Presume de haber educado a sus hijos en igualdad pero avisa que hay que seguir haciéndolo, especialmente con los chicos.

Gregoria o la madre de Josefa saben lo que es ir a lavar la ropa en invierno o a buscar otra para beber. Y a ello se unía seguir levantando las casas los fines de semana. Fue madre a los 22 años y ha tenido dos hijas. Una de ellas vive ahora en casa con su hijo, un chico de nueve años al que Gregoria cuida. Y aunque ya no preside la asociación nunca se ha ido del todo porque se define como “bastante peleona”. “Vivir en la montaña con penurias nos ha hecho mujeres fuertes”.

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