Poca inteligencia
El patio digital
No hay estadísticas, pero uno de los usos más extendidos de la inteligencia artificial debe de ser, a buen seguro, el recreativo. El puro LOL, vaya. ¿Quién no ha intentado vacilar a ChatGPT o Grok alguna vez, y ocurre que, al lograr el objetivo, siente uno una excitación y alta autoestima por haberle pasado la mano por la cara a la maldita máquina, para, al cabo de unos pocos segundos, darse cuenta de la ridiculez del asunto? ¿O quién, simple y llanamente, no ha hecho volar la imaginación para pedir el dibujo más absurdo posible a la IA con absolutamente ningún fin?
Un ejemplo colectivo, el fenómeno viral de estos días. Impulsados por el propio Sam Altman, CEO de OpenAI, que ejemplificaba así las nuevas herramientas de generación de imágenes de la nueva versión de ChatGPT, miles de usuarios se han lanzado a pedir una recreación de cualquier imagen propia o ajena en estilo Studio Ghibli. Es decir, que si al Jordi de turno le hace ilusión recrear aquella foto suya en la playa de Tossa en la que sale tan bien como si fuera un personaje del estudio de animación japonés, en segundos lo ha podido conseguir. Y el resultado es asombroso: si por algo se caracteriza el universo de esta factoría de anime, con obras maestras como Mi vecino Totoro o El viaje de Chihiro, es por su trazo suave y su atmósfera serena, que convierte en ideal cualquier escena. ¿Quién no querría verse así? Se entiende, pues, el porqué de esta fiebre repentina, que incluso ha saturado los servidores de ChatGPT, según admitió la propia compañía.
La cuenta oficial de la Casa Blanca compartió esta imagen generada por IA de una mujer dominicana deportada recientemente por EE.UU.
En esta película imposible de Miyazaki, los más populares memes de la red fueron los primeros en inmortalizarse: desde la chica que mira con sorna a cámara mientras las llamas devastan un edificio hasta la conocida pareja —de Girona, por cierto— en la que él mira a otra chica y ella, claro, se lo reprocha. Después llegan las recreaciones de otras películas. ¿Cómo sería El señor de los anillos pasado por el tamiz Ghibli? Lo tenemos. ¿Ghiblificamos Marlon Brando en El padrino o Al Pacino en Scarface? Claro. ¿Star Wars? Tengui. Y es que hemos visto también desde un Messi levantando el Mundial hasta un George W. Bush recibiendo la trágica noticia de 11-S, así como al viral pistolero turco de los Juegos Olímpicos de París, más relajado incluso en la versión animada que en la realidad.
O, más cerca, al difunto Jesús Gil en el jacuzzi rodeado de chicas en bikini o a Pasqual Maragall fotografiando a Josep-Lluís Carod-Rovira con una corona de espinas. Absurdo pero cierto. Cualquier imagen más o menos icónica ha contado con su dibujito y todos transmiten la misma calma marca de la casa. Es como si todo aquello que nos rememoran nunca hubiera sucedido y fueran producto de un viaje onírico. Qué extraña y adictiva sensación.
El fenómeno viral de estos días, las imágenes al estilo Studio Ghibli: la Casa Blanca se suma con una burla oficial al recrear una dominicana deportada
No sorprende así que todo el asunto haya abierto un debate, aún pendiente, sobre los derechos de autor. ¿Quién ha hecho esos dibujos? Es una pregunta que aún hoy no sabemos contestarnos. Y las leyes parece que tampoco. Suena a problemón. Al respecto, se han viralizado unas palabras del propio Miyazaki de 2016 en las que ya cargaba contra la IA por otros motivos. Firme defensor de la ilustración a mano, es probable que la situación no le haya gustado ni un pelo al verse copiado tantas veces, pero, aunque no le consuele, también puede tomarse todo esto como un gran homenaje a su indudable maestría.
Si el problema de los derechos no era suficiente para poner en duda el uso de la IA, alguien rompe la baraja. La mismísima cuenta de la Casa Blanca se sumó a la fiesta generando una imagen en estilo Ghibli de una mujer dominicana deportada y arrestada recientemente en Estados Unidos. El resultado es igual de idealista, pero esta vez pernicioso. Se podría decir que hasta pornográfico. De las bromas pasamos a una burla oficial contra los más débiles que, eso sí, ha desatado una enorme indignación. En la red se habla de crueldad y de distopía. Algunos no se lo creen, pero son los nuevos tiempos. Usar la inteligencia artificial no siempre significa usar la inteligencia.