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Pablo Álvarez, el próximo español en pisar la ISS: “Intentaré con todas mis fuerzas ir a la Luna”

La conquista del espacio

El leonés seleccionado como astronauta de carrera de la Agencia Espacial Europea (ESA) tras una criba entre 23.500 candidatos comparte sus sueños y experiencias con 'La Vanguardia' en el Starmus Festival de La Palma

Pablo Álvarez, astronauta, durante su intervención en el Starmus Festival de La Palma esta semana 

Starmus Festival/MAX ALEXANDER

Pablo Álvarez Fernández, 36 años, leonés, será el próximo español en cruzar la atmósfera terrestre para pasar, según el plan previsto, seis meses en la Estación Espacial Internacional (ISS). Álvarez fue seleccionado en noviembre de 2022 como astronauta de carrera de la Agencia Espacial Europea (ESA) tras una criba entre 23.500 candidatos. Comenzó entonces un exhaustivo programa de formación en el que sigue inmerso. En el Starmus Festival de La Palma, un evento científico y cultural que reúne a personalidades de renombre mundial en los campos de la ciencia, la astronáutica y la música. 

Pablo ha compartido escenario con otros grandes de la historia espacial, como el que fuera ex comandante de la ISS, el americano Chris Hadfield, la mujer que más tiempo ha pasado en el espacio, Kathryn Thornton, o la también astronauta española Sara García. Siempre afable, este ingeniero aeronáutico de formación que asegura que de niño no soñó con ser astronauta, ha sido de los más reclamados por un público joven, deseoso de conocer de primera mano cómo se prepara para vivir la experiencia. 

Siento la misma sensación que al intentar beber agua de una manguera; llega tanta información que parece difícil abarcarla

Pablo ÁlvarezAstronauta

Pablo Álvarez será el próximo español en trabajar en la ISS 

Starmus Festival/MAX ALEXANDER

Acaba de llegar de un nuevo entrenamiento. ¿A qué le ha tocado hacer frente en esta ocasión?

Este último mes estuve entrenando en Houston y Canadá. En Houston, en este décimo entrenamiento, me he metido en una piscina ya con el traje de astronauta, que pesa 150 kilos, como simulación para actividades espaciales extravehiculares. Ya estoy certificado en esa prueba, pero hay que seguir haciendo inmersiones para no perder la práctica. Y en Canadá estuve aprendiendo a manejar el Canadarm, un brazo robótico de la ISS que se utiliza para capturar las naves de carga que llegan a la estación. Es una tarea peliaguda porque solo tenemos dos minutos para engancharla y evitar que se pueda perder en el espacio. Se pone la nave en paralelo a la estación y desde dentro se atrapa sin necesidad de salir. Además, he entrenado cómo mover ese brazo cuando en la punta va un compañero que tiene que hacer una tarea fuera de la estación.

¿Qué es lo que más le sorprende del aprendizaje como astronauta?

La cantidad de materias que deben se deben dominar. En los dos años y medio que llevo entrenando he tenido formaciones de astrofísica, medicina, biología e ingeniería. También he tenido que aprender ruso porque es una estación compartida con Rusia. Y luego están las pruebas más prácticas sobre el funcionamiento de la ISS, sobre emergencias, el brazo robótico, la cápsula, etcétera. Se siente la misma sensación que al intentar beber agua de una manguera; llega tanta información que parece difícil abarcarla. Pero, en general es muy enriquecedor tener un trabajo que consiste en aprender y formarse. Evidentemente, algunas materias son menos divertidas. No es lo mismo aprender de ley espacial que meterte en la piscina de Houston.

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Dijo a los niños en Starmus que nunca pierdan de vista sus sueños porque tampoco pensaba que acabaría viajando al espacio y ahí está, a la espera de una misión. ¿Cómo fue el momento en el que recibió la noticia de que había sido seleccionado?

Ya había ido pasando pruebas y estaba a la espera de la llamada definitiva. La recibí cuando estaba en mi trabajo, en Airbus España, donde era gestor de proyectos. Me llamó una persona de la ESA en noviembre de 2022 y me dijo que me invitaban a Paris porque allí anunciarán mi selección como astronauta, que sería en 12 días, y me pidieron que no se lo dijera absolutamente a nadie, ni a la familia, porque eran ellos quienes tenían que anunciarlo y no querían filtraciones. De ninguna forma quería poner en riesgo lo conseguido, así que no pude compartir esa alegría del momento. Solté una lagrimita y seguí con el documento en el que estaba trabajando. Creo que solo lo sospechó mi jefe, porque sabía que estaba a la espera y le pedí días de vacaciones. Hasta unas horas antes de salir para Paris ni quiera se lo dije a mis padres.

Y desde entonces, de esta profesión tan especial ¿qué destacaría?

Ya esperaba la parte del entrenamiento y de formación, pero lo que más destacaría es que ser astronauta me permita estar en lugares como el Starmus Festival en La Palma y poder conocer de cerca y compartir un panel con personalidades del nivel de la primatóloga Jane Goodall o con premios Nobel que han aportado tanto a la humanidad. Cuando vi el cartel me quedé perplejo del nivel de los participantes y, además, luego comprobar que antes que yo estuvieron Neil Armstrong, Buzz Aldrin o Alexei Leonov. Me pone el ‘síndrome del impostor’ por las nubes.

¿Y qué le resulta más complicado?

Todo el tiempo que se pasa lejos de casa. Si considero mi casa León, ahora voy muy poco. Tengo también una vivienda en Alemania, pero me ido hace un mes y no volveré hasta septiembre u octubre. Y eso que todavía no tengo misión, porque cuando me asignen una tendré que pasar mucho más tiempo en Houston y en todos los países que forman parte de la ISS donde se recibe formación. Es decir, los dos años antes de salir fuera del planeta los pasaré viajando.

Nos dejan llevar de la Tierra solamente 1,8 kilos por persona. (...)Ahora también existe un ‘bonus food’, antojos de comida. Pediré cecina leonesa

Pablo ÁlvarezAstroanuta

El astronauta de la ESA Pablo Álvarez, en una imagen de archivo 

María José López - Ep

El plan actual es que tenga una estancia larga en la ISS.

Si, es una misión prevista de seis meses, quizás poco antes de que la estación sea desorbitada, algo en principio previsto a finales de 2030. También sé que no será antes de 2027 porque necesitamos dos años de preparación después de ser asignados.

Queda tiempo, pero ¿está pensando ya qué objetos personales se va a llevar?

Nos dejan llevar de la Tierra solamente 1,8 kilos por persona. Creo que incluiré sobre todo objetos que sirvan de recuerdo para familiares y amigos, y también para mí, de ese tiempo que he estado fuera de la Tierra. Todo lo demás que se precisa nos lo proporcionan. Podemos pedir libros y películas para descargar, aunque en realidad tenemos poco tiempo libre ahí arriba, entre el trabajo y las dos horas de gimnasia que debemos hacer para que la salud no se resienta. Ahora también existe un ‘bonus food’, que consiste en que podemos pedir antojos de comida previamente. Se contacta con un cocinero del lugar de origen para que lo haga y se envía al vacío o enlatado, siempre tras ser supervisado por la ESA. Eso sí, hay cosas con las que es mejor no arriesgar, como una paella. Puede viajar deshidratada, pero existe el riesgo de que salgan flotando los granos al abrir el envase. En mi caso, seguro que incluiré cecina leonesa.

Es una aventura fascinante, pero ¿hay miedo a que algo falle allá arriba y surjan problemas? 

Hay que ser muy consciente de los riesgos. Para empezar, tengo que salir en un cohete de 60 metros de altura y cargado a tope de combustible para salir del planeta; luego, éste debe acoplarse a la ISS, y tendré pasar allí seis meses, separado del espacio vacío por tres milímetros de espesor de aluminio. La ISS gira sobre el planeta a 28.800 kilómetros por hora, dando 16 vueltas completas a la Tierra cada día. Y, por último, en la vuelta hay que frenar, aterrizar y caer en medio del océano, de donde te recogen. No negaré que todo eso da miedo, pero ese temor se puede utilizar para esforzase aún más y dar lo mejor de uno mismo.

El astronauta de la NASA Chris Handfield, ex comandante de la ISS, comentaba en La Palma otro riesgo: la basura espacial que estamos generando con miles de satélites orbitando y los daños que causan.

Efectivamente, es un peligro. En los últimos años, los astronautas hacen simulacros de cómo meterse en las naves para volver a la Tierra. La basura espacial está monitorizada y la ISS se mueve para esquivarla, pero hay que estar preparados por si hay un impacto que podría destruir la estación. La ESA está promoviendo políticas de ‘basura espacial cero’ y poniendo medios para que todos los satélites que se lanzan sean desorbitados. Si no se puede, que se dejen en la órbita cementerio. Pero hay muchos restos ahí fuera ya y con las nuevas constelaciones satelitales para las comunicaciones que están en marcha es evidente que hay que buscar soluciones. Además, también es un problema para los telescopios terrestres. No podemos quedarnos ciegos desde la Tierra, perjudicando la exploración científica del Universo.

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La ISS es ahora uno de los pocos proyectos científicos conjuntos de la UE, Estados Unidos y Rusia, aunque con fecha de caducidad prevista. Será de sus últimos visitantes desde que se lanzó en 1988. Tal como está la situación, ¿cree que sería posible tener una nueva versión internacional de un proyecto así?

Cuando empezó la guerra en Ucrania, la ESA paró todas las colaboraciones que tenía con Rusia, incluso un proyecto para Marte en el que yo había colaborado. Pero lo relacionado con la ISS no se paró. Había gente arriba y se necesitaba de la coordinación de todos para mantener la maquinaria más compleja construida por la humanidad. Y hubo acuerdo. La ISS está para intentar tender puentes y no para poner banderas. No estoy de acuerdo en que esté obsoleta. La ciencia que se hace allí está al máximo. Ahora tenemos la nave Dragon (Space X) que permite llevar mucho más material que la anterior Soyuz. Es cuando más retorno científico estamos consiguiendo. Es cierto que tiene muchos años y hay partes que requieren mucho mantenimiento, pero ahí sigue. Está previsto que se desorbite en 2030. Puede que yo sea el último en cerrar la llave, o que se alargue su vida un poco más. El plan es que luego haya estaciones espaciales privadas, gestionadas por empresas con apoyo de agencias espaciales. 

Con la guerra en Ucrania, la ESA paró las colaboraciones con Rusia (...) Pero no la ISS, que está para intentar tender puentes, no para poner banderas

Pablo ÁlvarezAstronauta

¿Veremos el espacio con más estaciones turísticas que científicas?

No creo que, al menos de momento, eso sea una opción factible. No hay suficiente demanda aún para que haya viajes turísticos al espacio, funcionen de forma autónoma y tengan un retorno económico suficiente.

Insiste mucho en la parte científica de su labor. ¿Cree que se le da suficiente importancia a lo que hacen una vez que están ahí arriba?

Cada astronauta participa en una media de 250 proyectos científicos en la ISS. Son tantos que cuando bajamos a la Tierra no somos capaces de aterrizarlo en cuestiones concretas. Pero se hacen importantes trabajos sobre medicina o biología. Por ejemplo, continuamente se monitoriza nuestro cuerpo para ver cómo nos impacta estar en el espacio. Y allí se observó un quinto estado de la materia que no se conocía, el condensado de Bose-Einstein, en 2018. Ahora se ha sumado a los estados sólido, líquido, gaseoso y plasma. También se hacen numerosos experimentos de biología, analizando qué pasa con las plantas cuando no hay gravedad. No vamos a la ISS solo a ver la Tierra, aunque es muy importante tener consciencia de esa perspectiva desde fuera. La fuerza de la gravedad ha sido la única variable que siempre ha existido en la evolución de la vida y cuanto no existe ocurren cosas que no esperas; incluso con las aleaciones de metales: hay algunas que solo puedes probar en microgravedad. Se hacen muchos experimentos de ciencias de materiales y de mecánica de fluidos.

¿Sueña con la posibilidad de pisar la Luna?

Ahora mismo Europa tiene el proyecto de volver a la Luna y contribuimos con gran parte de la infraestructura en desarrollo para poder regresar: con la nave Orion, que llevará a los tripulantes para la futura estación lunar Gateway; y con dos módulos europeos. Tenemos derecho a tres asientos para viajar allí. La ESA está claro que no enviará a un astronauta novato. Se sentirá más segura si envía a alguien que ha estado en ISS. Yo llevo poco como astronauta y espero estar muchos años. Voy a intentar con todas mis fuerzas ir a la Luna. Ya veremos si orbitándola o poniendo los pies en ella.

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¿Cómo son las relaciones con otros astronautas? ¿Cómo les preparan para una convivencia tan larga en un espacio pequeño, complejo y sin escapatoria?

Nos hacen un montón de pruebas previas de todo tipo. Es verdad que la selección ha ido cambiando: en los años 60 se necesitaba a personas muy atrevidas porque se iban a jugar la vida y ahora se busca un perfil más científico y con capacidad para convivir durante muchos meses. La capacidad del trabajo en equipo se convierte en algo fundamental. Los astronautas estamos muy lejos de un ambiente competitivo o tóxico. Nos llevamos todos muy bien. Ahora en Houston, los compañeros incluso hemos estado viviendo juntos porque nos apetecía, en un ambiente sano de colaboración.

¿Cuál es la siguiente actividad que tienes en tu agenda de astronauta?

Lo siguiente es una expedición científica One Ocean en el buque escuela de la Armada noruega, el Statsraad Lehmkuhl, que partió de Tromsø el 22 de abril y ahora navega hacia Islandia. Lo ha alquilado la ESA y durante 40 días vamos a llevar a 50 personas que investigan en oceanografía utilizando datos de satélites de observación de la Tierra de Copernicus. Mientras, nosotros estaremos trabajando de marineros, con turnos de noche y día, durmiendo en hamacas. En la travesía se harán mediciones sobre el océano y se compararán con las que captan los satélites. También tiene esa parte de convivencia en un entorno aislado y distinto al habitual. Yo me uniré en Reikiavik el 5 de mayo y desde allí iremos hasta Niza, donde en junio se celebra la cumbre de la ONU sobre los océanos. Y lo siguiente será aprender a pilotar aviones. Cada vez hace menos falta porque las naves son más automáticas, pero está bien saber manejarse.