Un estudio de la Fundació Jaume Bofill constata que más de la mitad de profesores de centros catalanes que acogen un gran número de alumnos vulnerables (por su condición de pobreza e inmigración) han pedido cambio de centro en un periodo de cinco años. Esta alta rotación no se produce por falta de compromiso con la educación sino por desgaste ante la falta de recursos para abordar la ingente tarea social y educativa.
El informe se basa en una investigación Escoles i professorat davant l’autonomia de centre elaborado entre 2020 y 2023, a partir de entrevistas a 155 miembros de equipos directivos y 852 docentes, de unos 78 centros de primaria y secundaria (públicos y concertados) de Catalunya.
Esta muestra representa al 24% de centros escolares catalanes que están catalogados como de “alta complejidad” (490) y de “muy alta complejidad” (240) donde hay un porcentaje alto de alumnos de situación socioeconómica y cultural vulnerable, cuyos rendimiento están por debajo de la media. Es, además, en estos centros, donde se produce mayor abandono escolar y más “matrícula viva” (entrada de alumnos a mitad de curso).
Entre 2018 y 2023 ha cambiado de escuela el 53% de los profesores de centros desfavorecidos
Así, en cinco años (2018-2023) se ha sustituido al 53% del claustro de maestros en estos centros. Esta movilidad, según el informe, perjudica a los menores necesitados de vínculos estables con profesionales de referencia.
El 24% de centros tienen alta o máxima complejidad
En Catalunya, el 24% de los centros escolares concentra un número considerable de alumnos vulnerables. Se trata de 730 escuelas e institutos, 490 catalogados como “alta complejidad” y 240 de “muy alta complejidad”. En general, escolarizan una proporción importante de alumnos con necesidades sociales importantes y dificultades de aprendizaje. Los resultados de rendimiento están por debajo de la media y suelen abandonar en mayor medida que los centros sin complejidad. A esta situación se suma el hecho de que se incorporan a mitad de curso un creciente número de estudiantes cuyos padres son de origen socioeconómico bajo y se han desplazado de localidad o bien proceden de la inmigración. La matrícula viva ascendió a 74.328 alumnos en este curso 2024-2025, según informó recientemente la consellera Esther Niubó. “Que haya alumnos en centros complejos no estén viendo satisfechas sus aspiraciones educativas y oportunidades de crecimiento personal no es en ningún caso su culpa. Ni de su profesorado”, opina el informe. La responsabilidad, continúa, rec
Según el estudio, los profesores de estos centros se autopresionan más que el resto por mejorar los resultados académicos de los estudiantes (45% frente al 35%) y encuentran injusto que se les mida por los mismos (85%) sin tener en cuenta las dificultades que presentan de partida y la escasa ayuda a su situación significativa por parte de la administración. El 70% considera que no se ofrecen una imagen fiel de su trabajo.
Los docentes acaban decidiendo cuál es su prioridad, el rendimiento académico o el bienestar emocional y la atención social. El estudio divide a estos centros en cuatro tipos: los orientados a resultados, los hiperactivos con numerosos programas para mejorar el bienestar, los voluntaristas que fomentan la inclusión con experiencias no académicas y las escuelas resignadas, que ante las limitaciones, se centran en las competencias más instrumentales.
Ocho de cada diez profesores pide una mayor autonomía para decidir sobre los métodos de enseñanza, los materiales didácticos, los criterios y procedimientos de evaluación así como la formación que debe recibir el alumno.
Para la Bofill, habría que ayudar a este profesorado reduciendo una hora su carga lectiva, con más personal administrativo y educativo, así como un presupuesto para sus necesidades, y con más apoyo de los inspectores. También con más incentivos de formación, reconocimiento y desarrollo profesional para incrementar el atractivo por trabajar en estos centros.

