Pocas opciones para la terna en una decepcionante corrida de El Parralejo

Toros | Feria de San Isidro

Tomás Rufo, en el último, hizo lo más destacable; Perera y Fernando Adrián los intentaron sin éxito

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Tomás Rufo recibe al toro de rodillas en su faena de muleta 

Borja Sanchez-Trillo / EFE

En su edición de este domingo este diario incluía un amplio artículo de Enric Juliana -al fente de la redacción en Madrid- con el titular “Madrid hierve”, a cuenta de las altas temperaturas políticas y ambientales en la capital e ilustrado con una fotografía de la plaza de Las Ventas a rebosar en la corrida del pasado viernes, imagen habitual desde el inicio de la Feria de San Isidro el 9 de mayo. Una tarde en la que, como recuerda Juliana, cuando Talavante montaba la espada alguien desde el tendido gritó: ”¡Piensa que es Pedro Sánchez!”. Y muchos aplaudieron, como aplauden, tarde tras tarde, los extemporáneos vivas a España. En fin.

Hierve Madrid, por la política y los toros (por el fútbol ardía la noche antes París ) y Las Ventas -pero no solo, claro- da la razón a Ortega y Gasset en aquello de los toros como reflejo de la sociedad española.

Filosofías al margen, esta vez la cita era con Miguel Ángel Perera, Fernando Adrián y Tomás Rufo, que en sus anteriores comparecencias en la feria rozaron el triunfo, y los toros de El Parralejo.

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Poco celo mostró de salida el que abría plaza y Perera se limitó a fijarlo en el capote, antes de tomar sendos puyazos medidos. Por el pitón derecho las primeras series, templadas, pero sin poder evitar que el toro mostrase su endeblez y escaso fondo, lo mismo que cuando cambió de mano. Estocada eficaz y a otra cosa.

Tampoco el cuarto permitió a Miguel Ángel Perera manejar el capote más allá de la eficacia , otro tanto en varas y banderillas previos a que el diestro extremeño cogiera la muleta. Embestía el de El Parralejo algo descompuesto y Perera sacó derechazos intentando administrar la medicina del temple, igual que hizo en los naturales, con logros desiguales, pero poco que reprocharle, salvo la colocación de la espada en la suerte suprema.

Se protestó de salida al segundo por su justa apariencia, y con un farol de rodillas y lances variados Fernando Adrián consiguió que sonaran los aplausos. Tampoco a éste se le castigó en exceso a su paso por el picador. Por alto a pies juntos y pase por la espalda en la apertura.

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Un farol de Fernando Adrián en el segundo de su lote 

Borja Sanchez-Trillo / EFE

Adrián fue construyendo faena con dos primeras series en redondo con el temple como virtud, bajó algo cuando tomó la zurda remontando con la mano derecha, pero se emborronó cuando en el cambio de mano previo a tomar el estoque el toro se derrumbó sobre la arena. Con media estocada fue suficiente.

El quinto siguió la tónica de la tarde y nada digno de mención en los primeros tercios alivió el tedio. Pese a ello Fernando Adrián optó por brindar al público y de rodillas en los medios dos cambiados por la espalda resultaron vibrantes, como los derechazos que siguieron. Al natural bajó el tono aunque siempre muy firme el torero, mientras el toro embestía a cabezazos. Estocada defectuosa como punto final.

Tomás Rufo apenas pudo estirarse con el capote en su primer turno ante un toro tampoco muy allá de fuerzas y, en consecuencia, el tercio de varas siguió la tónica de la tarde. Cinco muletazos por alto sin moverse a la que siguieron dos tandas en redondo procurando llevarlo largo y por abajo. Al natural, más intención que logros y luego ya embestidas muy a menos y tampoco los aceros ayudaron.

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Miguel Ángel Perera, en plena tanda de muleta con su primero 

Borja Sanchez-Trillo / EFE

Pesaba la tarde como una losa cuando salió el último, segundo de Rufo, y, para variar, el toro pasaba por los capotes porque en sus correrías se los encontraba por allí, como a regañadientes chocó un par de veces con el caballo de picar. Y de rodillas en el tercio empezó la faena, consiguiendo reclamar la atención del público aunque dos oleadas del toro y sendos desarmes afearon la cosa, enderezada de nuevo con toreo en redondo en series bien ligadas, que el toro tomó con cierta humillación y recorrido.

Los naturales dividieron opiniones y prevalecieron los aplausos a las protestas en una serie con la mano derecha muy reunida y un final por abajo con torería. Pinchazo, estocada. En tendidos de sol, terreno donde se desarrollo la faena, afloraron pañuelos y en otros no tanto. El usía valoró lo uno y lo otro y se guardó el suyo.

Corrida decepcionante que tuvo en la brevedad (dos horas justas) su mejor virtud.

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