La industria cementera española, que arroja a la atmósfera el 5% de los gases invernadero del país, prevé intensificar el uso de residuos en el contexto de sus planes para reducir sus emisiones de CO2y atenuar su impacto climático. Así lo indica su estrategia, que está siendo actualizada. El esfuerzo de reducción de emisiones de CO2en este sector industrial debe ser enorme los próximos años. Las políticas de protección del clima comporta el compromiso de lograr un balance de emisiones netas 0 para mitad de siglo. Pero el camino será complicado.
Las emisiones de CO2de las cementeras se producen en dos focos. Una parte de esos gases son inherentes al proceso de producción y se dan cuando se calienta la piedra caliza y se separa el CO2para producir el clínker, una reacción que origina el 60% de esos gases y son muy difíciles de evitar. El otro foco son los combustibles fósiles empleados en los hornos para la fabricación de clínker (el material base para el cemento). Y es aquí donde la industria se está volcando para reducir el uso de esta energía fósil (coque de petróleo).
La solución definitiva depende de las tecnologías de capturas y almacenamiento de CO2 bajo tierra
Las acciones más urgentes se centrarán en incrementar el uso combustible derivado de residuos (urbanos así como biomasa vegetal, harinas cárnicas, lodos de depuradora o neumáticos fuera de uso) como sustitutos de la energía fósil. En España –de media–, un 41% del combustible empleado por las cementeras son residuos (el 48% en Catalunya), destacan sus portavoces, que ensalzan los ejemplo en países como Alemania, Bélgica, Noruega o Suiza. El combustible derivado de residuos (CDR) es proporcionado por los ecoparques (donde se clasifica y preparan los desechos urbanos) y otros gestores autorizados. “Algunas instalaciones europeas han dejado de utilizar completamente los combustibles fósiles, y esta es también nuestra meta”, explica Dimas Vallina, director gerente de la Fundación Laboral del Cemento y el Medio Ambiente, que ha organizado en Barcelona una jornada hoy para analizar los avances en este campo. Se busca dar un gran salto para que el CDR sea el 60% en el 2030, el 75% en el 2040 y el 90% en el 2050.
La estrategia de descarbonización incluye también el empleo de materias primas alternativas (para aminorar esas emisiones en el proceso para descarbonatar la caliza). El uso de energía eléctrica renovable, inversiones en eficiencia, cementos con menos clínker y hormigones con menos huella en carbono son algunos de los otros campos en los que se actúa.
Pero “aunque se activen todas estas iniciativas para reducir emisiones, si no se desarrollan las tecnologías de captura, almacenamiento y uso de CO2, no se podrá lograr la neutralidad climática en el 2050”, alerta Dimas Vallina. La solución definitiva pasa por la implantación de tecnologías de captura, almacenamiento y uso de ese CO2. “Estas tecnologías ya están maduras lo que ocurre que en el caso de España a diferencia de otros países europeos no hay todavía un marco jurídico claro”, dice Dimas. La esperanza es encontrar un almacenamiento geológico profundo, con el ánimo de que la inversión pueda ser compartida, ya que parece inviable que cada empresa instale su propio sistema, pues se estima que el coste rondaría los 250 millones de euros, una cifra superior a la de levantar una nueva planta.
“Creemos que estas tecnologías van a cobrar protagonismo a partir del 2030”, añade Vallina. Las emisiones de CO2de las cementeras se han reducido en España un 45,5% en el 2023 respecto a 1990 (11,4 millones de toneladas), en parte por la bajada de la producción y las inversiones en descarbonización.