Morir en paz

El consultorio del médico

Cuando se anuncia una muerte es costumbre añadir un “descanse en paz”. Forma parte intrínseca del pensamiento humano que traduce resignación y, al mismo tiempo, buen deseo para la liberación definitiva. La muerte es un hecho que nos iguala a todos, pero no todo el mundo accede de la misma manera. El anhelo de poder morir en paz a menudo no es factible. Las circunstancias que precipitan la muerte o las condiciones en que ocurre lo pueden impedir. Sin embargo, tendríamos que poner todo el esfuerzo por hacer viable que toda persona pueda morir pacíficamente en armonía con uno mismo, su entorno, su propia historia vital y con todo aquello que le da sentido.

El advenimiento de una muerte segura interpela especialmente a médicos y equipos asistenciales sobre cómo contar con la mejor formación, competencia y madurez para diagnosticar y tratar el sufrimiento físico y/o psíquico, evitando todo lo que lo pueda agravar, alcanzar el máximo bienestar y confort del paciente y entender que cada persona en su dimensión global precisa atenciones y actitudes diferentes y específicas dada su complejidad y singularidad individual. La esfera cognitiva y emocional, así como la gestión de las pérdidas, piden una especial consideración. Sin embargo, en tanto que somos seres sociales, el ámbito relacional (familia, amistades), también: una deseada despedida, demanda dosificación, gestión de los tiempos, de los silencios y de las muestras de afecto. No podemos dejar de lado la dimensión espiritual, no siempre ligada a una creencia religiosa. Dar contenido a la propia existencia y a un sentido de trascendencia es esencial. La proximidad de la muerte todo lo sacude.

Cuidados paliativos.

Cuidados paliativos.

KIEFERPIX / Europa Press

Afrontarla es una experiencia única, obviamente para lo que la vive como protagonista, pero también para todos los que lo acompañan. Por eso, es tan importante un entorno cálido que preserve también la intimidad y aquel diálogo abierto a una información veraz, prudente y bien administrada, con los silencios cómplices que hagan falta, respetando valores, pensamientos y voluntades de la persona. Conviene ayudar a ordenar lo que es material y facilitar la reconciliación con todo a aquello que pudiera quedar pendiente con los otros. Morir en paz es posible y nos aproxima al ideal de dignidad. Pensar antes nos ayudaría a afrontar mucho mejor el inexorable final de quienes amamos. También el nuestro.

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