Javier Rui-Wamba (1942-2025), el ingeniero que escribía

Obituario

Defendía, sobre todo, una ingeniería discreta pero transformadora, siempre al servicio de las personas

Javier Rui-Wamba

Javier Rui-Wamba.

Decía que muchos lo llamaban así. Y él, de pensamiento siempre inquieto, asentía, consciente de que con los escritos simplemente redondeaba, sublime, su extraordinario ejercicio de la vocación de ingeniero de caminos.

Javier Rui-Wamba, nacido en Gernika en 1942, sonreía cuando le preguntaban por su aniversario: “el tres al cubo de tres al cuadrado”, decía subrayando su parte de esencia matemática. Ahora, todo está a punto en su pueblo natal, donde siempre dijo que volvería, para recibirlo el día que habría hecho 83 años. Se ha ido un hombre de una plenitud inusual: ingeniero de vocación, maestro por convicción y humanista por compromiso.

Deja un legado de libros y pensamientos escritos que su fundación sigue compartiendo

En una época en que no era nada habitual, un joven Javier, ya ingeniero de caminos, fue a trabajar a París, a la ingeniería nacida con Freyssinet, padre del hormigón pretensado y revolucionario estructural.

Con menos de treinta años Javier Rui-Wamba fundó Esteyco. Más allá de una empresa, un espacio de pensamiento y de oficio compartido. Aunque brillante y ampliamente reconocido como ingeniero estructural –“ Todo es estructura”–, nunca quiso quedar atrapado en los límites de la especialidad. Con él, Esteyco creció apostando por la innovación y la ingeniería entendida como diálogo entre disciplinas y mirada amplia, con la arquitectura como compañera de viaje.

Defendía, sobre todo, una ingeniería discreta pero transformadora, siempre al servicio de las personas. Creía que, por su impacto en el territorio y la evidente huella en el paisaje, las infraestructuras exigen gran responsabilidad. “A veces, el mejor puente es el que no se construye” decía, convencido, al mismo tiempo, de que las estructuras no se calculan, se sienten.

En 1998 fue elegido primer miembro numerario de la Real Academia de Ingeniería. Su discurso de ingreso, Aforismos estructurales que pueden ser de utilidad para comprender determinados comportamientos de los seres humanos , es una síntesis valiosa de su visión: estructuras y humanos vistos con la misma mirada reflexiva y profunda. Rasgo permanente en su obra.

Estos días son muchos los que han recordado al profesor, con estima y agradecimiento. Durante diecisiete años impartió Estructuras y Puentes Metálicos en la Escuela de Caminos de Madrid. Y fue profesor honorífico en la Escuela de Barcelona. “Enseñar es la mejor manera de aprender”, y él mismo no paró de hacerlo. Son numerosos los reconocimientos que recibió. Pero si alguna cosa hace falta destacar de Javier Rui-Wamba es su enorme generosidad, manifiesta en sus tres grandes facetas.

El maestro nos ha regalado su teoría unificada de estructuras y cimientos, un verdadero legado estructural que escribió a mano, con paciencia y rigor, con su inseparable Pilot azul. Calculaba que aquel bolígrafo le permitía escribir mil metros de líneas; con una setentena dio forma a esta obra excepcional.

Su vertiente más humanista deja un legado de libros y pensamientos escritos que su querida fundación sigue acogiendo y compartiendo. Pero, sobre todo, deja una manera de hacer y relacionarse con el mundo.

El ingeniero ha hecho que Esteyco, el proyecto de su vida, continúe vivo y cargado de ilusión gracias al relevo generacional. Quería que la empresa -y con ella, su manera de entender y ejercer la ingeniería y la arquitectura- lo sobreviviera. Soñaba un Esteyco centenario. Y así lo hizo saber. “Os estaré observando desde más allá, con una sonrisa”, decía a menudo. Que así sea.

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