Antología torera de Morante, que corta dos orejas y rabo en Marbella

Toros | Corrida de candiles

Ortega y Aguado también triunfan en una noche iluminada por el toreo

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Morante de la Puebla, en un reconocimiento al tendido 

Jeff J Mitchell / Getty

En la remozada plaza de Marbella, llena a rebosar (la última vez que ocurrió fue hace 41 años) se anunciaba como “corrida de candiles” (empezaba pasadas las 22 h, el paseíllo apagadas las luces, velas encendidas en manos de los espectadores) un cartel con tres toreros que rebosan arte y personalidad: Morante, Ortega y Aguado, con toros de Garcigrande.

Y la luz del toreo más bello iluminó la noche marbellí...

En su primer toro Morante ya había dejado, con capote y muleta, momentos, lances, muletazos de esos que el genio de La Puebla reparte generosamente por toda la geografía taurina, con un compromiso y entrega emocionantes.

Pero lo que ocurrió en el cuarto resultó antológico. No se puede torear mejor ni con mayor ajuste y belleza.

No se trata aquí de valorar si esta serie así, si la otra asá. Fue un todo de belleza inmarcesible expresada con valor , genialidad, clasicismo, improvisación... una locura de toreo que convulsiona a quien lo contempla, incluido un momento de máxima tensión cuando Morante fue volteado con violencia por el toro y maltrecho pero recrecido en su inmensa torería hasta culminar la obra con una estocada a ley. El gentío pidió los máximos trofeos y , de ser posible, alguno le hubiera dado el toro entero.

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Pero, decíamos, a Morante le acompañaban dos toreros también tocados por la varita del arte y el toreo puro y así Juan Ortega y Pablo Aguado no se quedaron atrás en cuanto a derramar esencias con sus templadísimos capotes y concepto muletero, hecho (si la ocasión, el toro, es propicia) de cadencia, armonía y acusada (y distinta) personalidad.

Una oreja en cada toro se llevó Ortega y dos de su primero Aguado, que tuvo la desgracia del que el que cerraba plaza se partiera el pitón en su encuentro con el caballo, un final que no merecía la corrida.

Eran casi las 0.30 h del sábado cuando Morante (que salió de la enfermería donde había sido tendido de sus contusiones, dolorido pero nada grave), Ortega y Aguado abandonaban la plaza andando, que no a hombros, en solidaridad entre compañeros pues el de La Puebla estaba renqueante.

La felicidad taurina en una noche de verano en la Costa del Sol, en la que Morante fue Morante y la gloria fue más gloria.

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