La ola de incendios desafía incluso la bajada de temperaturas

España en llamas

El 2025 se perfila en los datos de satélite como el peor año de incendios forestales del siglo

La ola de incendios desafía incluso la bajada de temperaturas
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El 2025 se perfila en los datos de satélite como el peor año de incendios forestales del siglo

Las mascarillas que vuelven a utilizarse en las zonas más expuestas de la España quemada, cuyo uso del tipo de las FFP2 recomiendan varias autonomías, conectan la crisis de este agosto ardiente con la del coronavirus del 2020. Hay más paralelismo porque para atajar una ola de incendios funciona el mismo principio básico que en una epidemia, el de la rápida intervención de los servicios públicos, para sofocar las llamas antes de que se extiendan de forma descontrolada en un caso y para aislar los contactos de los infectados antes de que el contagio se generalice, en el otro.

En el combate contra los incendios, la lluvia es a la vez el antídoto y la vacuna. Como ya se sabía, ayer no llegó, pues el fin de la ola de calor sólo trajo una primera bajada de las temperaturas, insuficiente por ahora para detener las lenguas de fuego. Las estimaciones sobre su tamaño la van convirtiendo en la peor del siglo.

El incendio de Jarilla entra en Castilla y León y el de Larouco se dispara para ser ya el mayor de Galicia

La angustia en las esplendorosas riberas del zamorano lago de Sanabria, destacado enclave veraniego de Castilla y León, causada por el agravamiento del incendio de Porto, constituía ayer uno de los varios ejemplos de que la crisis continúa, aunque mejore en algunos lugares, pero también haciéndose incluso más virulenta en distintos puntos del oeste de España, en paralelo a la catástrofe que vive Portugal. Bajo la nube de humo, a primera hora de la mañana, los teléfonos móviles empezaron a vibrar y a sonar casi como si fuesen a estallar, como ocurre cuando llegan los mensajes de alerta, en este caso para evacuar a vecinos próximos a la laguna de Sanabria, donde fueron desalojadas unas 8.000 personas.

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Concentración de protesta por los incendios forestales en la provincia de León, este lunes en la capital leonesa. 

J.Casares / EFE

En apenas una semana han sido sacadas de sus viviendas por la Policía Nacional y la Guardia Civil más de 30.000 personas, que en parte ya pudieron regresar. Es una de las cifras colosales de la ola de fuego, cuyo impacto final por ahora resulta tan impredecible como lo son sus peores incendios, los llamados de sexta generación, que giran a toda velocidad y superan a los equipos extinción. Las 344.417 hectáreas quemadas en España en lo que va de año según el Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales, con 200.000 de ellas en cuatro días, sitúan a 2025 como el peor ejercicio del siglo, aunque se trate de una estimación hecha por satélite que debe ser confirmada sobre el terreno. Pero resulta un indicador más revelador de la tendencia que el dato de 138.788 hectáreas ardidas hasta el 10 de agosto que proporciona el Gobierno, que no incluye a los grandes incendios en curso.

Además de los cuatro muertos, los daños en viviendas, empresas, animales y cultivos resultan inmensos. También los que sufren espacios naturales de gran valor de Extremadura a la costa Cantábrica como el parque nacional de los Picos de Europa, la lucense sierra de O Courel o el bosque asturiano de Peloño. En Asturias sí que cayó desde la mañana algo de lluvia que ayudó a los equipos de extinción.

Ayer no surgieron de repente focos de gran entidad, si bien se declararon nuevos siniestros como el de Colmenar Viejo en Madrid

En el resto de los territorios asolados por el fuego las esperanzas se centraban en el efecto del descenso de las temperaturas, sobre todo por la noche, si bien su efecto se debería de nota en las próximas jornadas. Es lo que el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, denominó por la mañana como “un alivio térmico”. Enfatizó que ofrece una “ventana de oportunidad” para “intentar ver la luz al fin del túnel”. Rueda alimentó las expectativas de que pudiese reabrirse el tráfico del AVE entre Galicia y Madrid, a su paso por la provincia de Ourense, pero al mediodía se constató que no se daban las condiciones de seguridad requeridas, lo que desembocó en el quinto día con el servicio cortado y más de 30.000 viajeros afectados.

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A diferencia del tórrido fin de semana, ayer no surgieron de repente focos de gran entidad, si bien se declararon nuevos siniestros como el de Colmenar Viejo en Madrid. Y en la veintena de frentes de gran tamaño que siguen fuera de control surgieron frecuentes complicaciones añadidas. Es el caso del incendio de Jarilla, en Cáceres, que tras quemar más de 15.000 hectáreas, tiene un perímetro que supera los 160 kilómetros. El desbocado flanco norte se adentró por la tarde en Castilla y León, en Candelaria, Salamanca. La furia forestal sigue desatada en Ourense, sobre todo en Valdeorras, donde el foco de Larouco creció un 50% en solo un día, hasta las 18.000 hectáreas, para convertirse ya en el mayor de Galicia, al superar las 17.500 de Chandrexa de Queixa.

Más que para el cielo, la España quemada mira al termómetro a la espera de la solución.

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