La puerta de entrada a Galicia desde Madrid es ahora negra, con algunas motas verdes, de prados y árboles autóctonos, que junto a la autovía de las Rías Baixas, la A-52, sirven en el municipio orensano de A Mezquita de reivindicativo testimonio del verde inherente a estos parajes. Tras una breve tregua en el temible incendio que el jueves se extendió a Castilla y León, ayer al mediodía la multiplicación de los focos de humo, el miedo al fuego y los cortes de luz volvieron a estas aldeas de montaña. Este agravamiento ilustra la situación general vivida en el oeste de España, de Extremadura a Galicia y Asturias, mientras también había peligrosos focos en otras latitudes, como Xátiva.
El fuego descontrolado rompe en minutos los diagnósticos de los equipos de extinción, en zonas que ya se daban controladas, como se veía ayer en la asustada indecisión de una pandilla de vecinos de A Mezquita, que dudaban entre ir a colaborar en la extinción de focos reavivados o en proteger a sus madres, mayores que viven solas. Pero la versión más tremenda y con mayor peligro potencial de estas oscilaciones súbitas se vivió ayer en Ponferrada, la capital de la comarca leonesa del Bierzo, de 62.000 habitantes, amenazada por un súbito giro del grave fuego iniciado hace una semana en Llamas de Cabrera.
El monstruo del fuego, enorme, veloz y mutante, no para de atacar y de sembrar el pánico vecinal
Llamas de gran altura obligaron a desalojar aldeas de la periferia de Ponferrada, mientras el ayuntamiento llamaba a los vecinos a protegerse y a restringir las actividades al aire libre. Por la tarde hubo una concentración de varios cientos de personas para exigir a todas las administraciones una respuesta efectiva ante el peligro que sienten que corren.
La España quemada lo está cada vez más en el plano físico y en el político, con un malestar creciente contra los poderes públicos. En parte se alimenta de bulos e informaciones sesgadas, pero su principal sustento reside en realidades cada vez más dramáticas, como la de cientos vecinos que se ven cada día ante la terrible tesitura de hacer caso a las autoridades y marcharse o desobedecer para intentar salvar sus propiedades, incurriendo en graves riesgos.
La España quemada lo está cada vez más en el plano físico y en el político, con un malestar creciente contra los poderes públicos
El agravamiento de la crisis llevó ayer a los presidentes populares de Galicia, Castilla y León y Extremadura, todos del PP, a exigir más medios al Gobierno de un Pedro Sánchez que acude hoy a Ourense y León.
“Nosotros, que somos los que tenemos con diferencia el mayor dispositivo, estamos muy desbordados, así que la situación de Castilla y Leon y Extremadura debe de ser muy delicada”, apuntaban ayer fuentes de la Xunta, en una Galicia en la que también crece la ira de los vecinos afectados.
Con el foco de A Rúa, en Valdeorras, como máxima preocupación, a lo largo de la jornada la Xunta llegó a temer que la crisis circunscrita en principio se extendiese con fuerza a otros puntos de Galicia, bajo la amenaza del polvorín que constituye el enorme eucaliptal costero. Y de hecho hay focos en las otras tres provincias, aunque sin llegar a ese escenario extremo.
Faltan más inversiones y profesionalización
Bomberos, agentes forestales, agricultores y ecologistas denuncian la “precarización” del bosque y piden más prevención. Además de la pérdida del paraje natural de Las Médulas, los incendios han destapado la precarización de los operativos de prevención y extinción. Así lo constatan portavoces sindicales de UGT y CSIF, con denuncias como esta: “A los agentes medioambientales, que son los jefes de extinción, los directores de extinción, les dan un curso de una semana y, aunque no hayan visto un incendio en su vida, allá lo mandan a ser responsable de todo lo que pasa en el operativo” (Sara Mateos, agente medioambiental de Castilla y León y delegada sindical de CSIF). “El dispositivo, ya sea de la comunidad autónoma en mayor o menor medida, está sin profesionalizar” (Francisco Javier García Rodríguez, responsable federal de bomberos forestales de UGT). La otra cara de estas denuncias aparece en las inversiones en prevención de incendios forestales por parte de la Administración General del Estado y de las comunidades autónomas, que todavía no han recuperado el nivel previo a la crisis financiera, una partida que se situaba en el entorno de los 350 millones de euros y en 2022, último dato disponible, fue de 175,8 millones.
Galicia vivió ayer uno de los días de mayor furia forestal de esta crisis. Las altas temperaturas en Ourense generan, según la Xunta, “corrientes térmicas” que superan a los medios de extinción y dejan fuera de control a incendios de alto riesgo. “Tememos que se nos queme el pueblo”, se escucha con frecuencia por toda la provincia.

Vista del incendio de Barniedo (León), que afecta a los Picos de Europa.
Y desde Ourense se están produciendo nuevos contagios, como el de A Mezquita hacia Zamora, en este caso hacia las provincias de Lugo y León. Esta provincia sufre situaciones muy adversas, con un incendio que se estima que llegó a avanzar ayer por la tarde a 35 metros por segundo.
En Extremadura dos grandes fuegos fuera de control, junto con otros seis activos, generan constantes desalojos mientras se reproducen los episodios de angustia. Continúa el pavoroso siniestro de Jarrillas, en Cáceres, pero esta ya no es la única provincia bajo el fuego, que también se ceba con algunas zonas de Badajoz, con menor virulencia.
“Esto es terrible, peor que un atentado terrorista”, mascullaba un vecino de A Mezquita ante el restaurante Cazador. Allí el día había empezado con una aparente recobrada normalidad, pero justo después de la comida, la luz se fue y rebrotó el temor. El monstruo del fuego, enorme, veloz y mutante, no para de atacar y atacar, sobre todo por el oeste.