Cuando el verano acaba el 14 de agosto

España en llamas

Las llamas que abrazaron el lago de Sanabria han herido de muerte el turismo en la zona

Una terraza vacía en una localidad del Lago de Sanabria

Una terraza vacía en una localidad del Lago de Sanabria

Mariam A. Montesinos

A la hora del aperitivo, un domingo de agosto cualquiera, el bar restaurante El Majo, a escasos metros de las orillas del lago de Sanabria (Zamora), debería estar a rebosar de turistas –y autóctonos que tienen este rincón como punto de encuentro (imprescindible) semanal–. Su dueño, Miguel Ángel Fernández, exhausto por los días que lleva ayudando a luchar contra las llamas, explica que durante el pico de la temporada estival –justo cuando el maldito rayo originó el incendio de Porto el 14 de agosto–, la media es de 300 comidas al día.

Ayer, a la hora que debía ser punta, a la que la cocina empieza a ser un hervidero y la barra un ir y venir de platos, la imagen era completamente distinta: nadie en las mesas. La viva estampa de cómo la ola de incendios, además de montes, también ha abrasado la temporada de verano en las zonas turísticas afectadas. Sandra Carbajo, que escucha a su jefe –y cuñado– lamentar lo complicado que será recuperarse, va a buscar el libro de reservas para que dos simples imágenes evidencien la dramática situación. “Mira, repleto”, muestra una página del tamaño de un folio con nombres de clientes tachados a bolígrafo. La camarera pasa unas páginas. “Y ahora esto”, enseña hojas en blanco. “Nuestro verano terminó el 14 de agosto”.

Las cenizas tiñen de un color amarillento las aguas cristalinas del lago, envueltas en un fuerte olor a ácido

La situación no es más esperanzadora calle más abajo. Rocío Otero, que regenta el hotel Don Pepe Sanabria, no tenía ayer ni un solo huésped alojado en las 17 habitaciones de las que dispone. Se publicita como “un lugar perfecto para los que buscan naturaleza, tranquilidad y desconexión”. El problema, según relata, no es la cascada de cancelaciones que han sufrido durante esta semana –con las devoluciones económicas por fuerza mayor que suponen–, sino que desde mediados de mes que el parque natural fue amenazado por el fuego no recibe nuevas reservas.

Otras páginas en blanco, que contrastan con lo negro que pinta septiembre para los hosteleros. Otero ha leído que la Junta de Castilla y León ha anunciado que los afectados por los incendios recibirán una ayuda directa mínima de 5.500 euros para reactivar la actividad. “Con eso no pago ni las nóminas”, asegura la empresaria, que tiene ocho empleados.

Buscar en Google “Lago de Sanabria” tiene como tiene como resultados principales fotografías del agua cristalina abrazada por las verdes montañas del parque natural, que cuenta con hasta más de 1.500 especies vegetales. Ahora, las cenizas han teñido de un color amarillento la superficie. Ayer volvió el olor a ácido a envolver el ambiente después de un par de días de tregua. Siguen las prohibiciones al baño. De ahí que el negocio de barcas a pedales también esté cerrado a cal y canto.

Tres hermanas que llegaron hace nueve años de Rumanía trabajan en El Chiringuito de César. La imagen se repite: limpian el bar, pese a no tener apenas clientes. Tres jóvenes, clientas habituales, de Puebla de Sanabria son las únicas sentadas en la terraza. Rosana, que lleva la voz cantante, asegura que tienen ánimos para remontar, aunque se avecina complicado. El bar ha servido durante la semana de refugio para vecinos evacuados de la zona que llevaron a los niños allí para salir del polideportivo donde fueron alojados. Esos han sido sus únicos clientes, a los que apenas les han cobrado.

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“El problema viene ahora, cuando nos olviden”, piensa el dueño de El Majo, atisbando cómo los megaincendios están remitiendo en todo el país, aunque preocupan algunas reactivaciones. Fernández considera que puede que a corto plazo haya un pico de turistas atraídos por saber “cómo ha quedado esto” tras las llamas, pero ve complicado volver a llenar en lo que queda de temporada, que, en algu nos casos, se alarga hasta diciembre. “Si entran al sendero, acaban llenos de cenizas”, avisa. Una teoría que no comparte la propietaria del hotel Pepe, que anima a volver “al paraíso” que resistió a las llamas.

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