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Prescindir del cambio horario rebaja las tasas de obesidad y la cifra de ataques cerebrales

Salud

Una investigación de la Universidad de Stanford aboga por mantener la hora en pro de la salud

A las tres de la madrugada del próximo 26 de octubre los relojes se retrasarán una hora 

Jens Domschky / Getty

El verano languidece, y pasará a la historia el próximo 26 de octubre, cuando los relojes se retrasarán una hora y entraremos en el horario de invierno. La modificación del horario dos veces al año es obligatoria desde 1981 en los países de la UE por su supuesta incidencia en el ahorro energético, pero sus posibles efectos negativos sobre la salud y el bienestar acrecientan el debate sobre su pervivencia.

Un estudio de la Universidad de Stanford (EE.UU.) apunta directamente a los movimientos horarios como causantes de enfermedades. No cambiar la hora en verano ni en invierno en Estados Unidos rebajaría la incidencia de la obesidad y los accidentes cerebrovasculares en el país norteamericano, concluye el trabajo, liderado por Lara Weed y Jamie M. Zeitzer y publicado en la prestigiosa revista PNAS .

El estudio, realizado en EE.UU., apunta que fijar el horario de invierno es la mejor opción para el ritmo circadiano

Los investigadores han comparado cómo afectan a los ritmos circadianos (los cambios físicos, mentales y comportamientos que experimenta el cuerpo en un ciclo de 24 horas) y a la salud de la población tres políticas horarias diferentes: el horario permanente de invierno, el de verano y el cambio bianual. Utilizando, por una parte, modelos matemáticos del sistema circadiano basados en exposiciones lumínicas idealizadas, y, por otra, datos oficiales sobre indicadores de salud de EE.UU. estiman que el horario estándar permanente evitaría unos 300.000 casos de ataques cerebrales al año y rebajaría en 2,6 millones la cifra de personas con obesidad, con relación al cambio horario bianual. Asimismo, concluyen que el horario de verano permanente también sería positivo en comparación con la modificación bianual, pero con un impacto menor.

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María de los Ángeles Rol de Lama, catedrática del departamento de Fisiología de la Universidad de Murcia y ex miembro de la comisión del Gobierno español para el estudio de la reforma de la hora oficial, duda de que los resultados de este estudio puedan ser extrapolables a España, “ya que las diferencias de latitud entre este y oeste son mucho menores que en EE.UU.”. “Pero esto no resta validez a los datos obtenidos, ni a las conclusiones”, precisa en declaraciones a SNC España.

No se puede predecir cómo responderá la sociedad a un cambio de la política horaria”

José M. MartínUniversidad de Sevilla

Rocío Barragán, investigadora del departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universitat de València, afirma en el mismo medio que los resultados obtenidos “podrían ser similares a los que podríamos tener en nuestro país si se hiciera un estudio similar debido a la disrupción circadiana producida por los cambios horarios bianuales”. En opinión de la investigadora María José Martínez, coordinadora del grupo de trabajo de Cronobiología de la Sociedad Española de Sueño, “el mensaje de fondo es claro: cuanto más alineados estemos con el sol, mejor para nuestra salud circadiana, metabólica y cardiovascular”.

Por su parte, José María Martín, profesor de la Universidad de Sevilla, argumenta que le cambio estacional de la hora amortigua las diferencias entre las personas que madrugan y las que no. “Quienes madrugan no lo hacen tanto en invierno, porque la hora se retrasa en otoño; y quienes se activan más tarde, no lo hacen tan tarde en verano, porque la hora se adelanta en primavera”.

En este sentido, apunta que el estudio de Stanford se fundamenta en el comportamiento con la regulación actual. “No se puede predecir cómo responderá la sociedad ante un eventual cambio de la política horaria”, afirma.