Alícia Adserà es doctora en Economía pero su investigación está centrada en la demografía económica, especialmente en todo lo que tiene que ver con la fecundidad. Profesora en la School of Public and International Affairs de la Universidad de Princeton, hace más de veinte años que viene advirtiendo de una realidad sociodemográfica que conduce, paulatina e inexorablemente, a una tasa de fecundidad muy inferior a la de reemplazo, estimada en 2,1 hijos por mujer.
Por eso no se muestra sorprendida por las bajas cifras de natalidad que hoy registran tanto España como otros países donde durante años se ha promovido la fecundidad con ayudas y facilidades para quienes decidían ser padres o madres, como los países nórdicos. “En estos momentos los únicos países que están claramente por encima de la tasa de reemplazo son los del África subsahariana; la mayoría del resto, incluida India, están en ella o por debajo”, explica en una entrevista con La Vanguardia .
¿Por qué? ¿Cuál es la causa de este descenso mundial de la fecundidad? En un reciente artículo publicado en el número que la Revista Ideas ha dedicado a los retos demográficos de la sociedad del futuro bajo la coordinación del Centro de Estudios Demográficos de la UAB, Adserà apunta que hay múltiples investigaciones e hipótesis para explicar los cambios en la fecundidad: desde la incorporación de la mujer al mercado laboral hasta la precarización del empleo, pasando por el avance del feminismo, el desequilibrio formativo entre hombres y mujeres que dificulta la formación de parejas o el cambio de valores, “pero esos marcos no pueden explicar del todo los extraordinarios mínimos actuales”.
¿Cuál es entonces la razón de este desplome de la natalidad?
En España, la fecundidad empezó a caer en los años 80, cuando cambiaron las oportunidades laborales de las mujeres. Más tarde, en los 90, la mayor formación femenina chocó con las dificultades para compatibilizar hijos y carrera. A ello se añadieron altas tasas de paro, precariedad, contratos temporales y problemas de acceso a vivienda. Todo ello retrasó la emancipación y, con ello, la edad de tener hijos.
Uno diría que esas causas económicas y laborales siguen vigentes hoy...
Sí, la precariedad sigue siendo clave. Los salarios reales de los jóvenes no crecen, la vivienda es inaccesible y el mercado laboral continúa inestable. Pero en los últimos años se han sumado otros factores.
¿A cuáles se refiere?
A un cambio de valores y prioridades, a cambios fundamentales en la manera en que las personas priorizan el tiempo, las relaciones, las carreras profesionales y la libertad personal. Tradicionalmente, casi todo el mundo aspiraba a tener dos hijos. Hoy las encuestas muestran más dispersión.
¿En qué sentido?
Sigue habiendo quienes desean dos, pero crece el grupo que dice que prefiere uno o ninguno. En un contexto de emparejamientos tardíos, mercados laborales precarios, dificultades de vivienda, jornadas laborales largas y valores personales cambiantes, tener menos hijos suele parecer la mejor opción. Para muchos jóvenes los hijos ya no son el proyecto vital principal.

Alicía Adserà cree que la precariedad sigue siendo clave en la caída de la fecundidad pero cree que también obedece a un cambio de valores
¿Estamos entonces ante un cambio cultural profundo?
Sí. Antes criar hijos era una norma social casi incuestionable y todo el mundo daba por hecho que tener hijos formaba parte de la vida y era una ilusión. Hoy hay más heterogeneidad: gente que tiene hijos, gente que quiere tenerlos pero lo retrasa tanto que luego tiene dificultades para cumplir su ideal, y gente que considera que eso no entra dentro de la ecuación de las cosas que le interesan, que prioriza otras experiencias: viajar, el desarrollo profesional o simplemente preservar su libertad. Es un cambio de preferencias.
¿Y por qué ese cambio? ¿Ya no tiene valor social tener hijos?
Es que ahora hay otras muchas cosas que hacer con la vida. Muchas personas tienen en internet su mundo y ven tantas opciones a las que dedicar su tiempo que no quieren destinarlo a cuidar hijos, que además piensan que es algo muy complicado porque hoy impera la maternidad y paternidad intensivas, y eso da pavor. Hay gente que no quiere tener hijos porque eso les va a cambiar el ritmo de vida que llevan, la libertad que tienen de viajar o hacer cosas, o incluso la forma de entenderse a sí mismos.
Ven por internet tantas opciones a las que dedicar su tiempo que no quieren destinarlo a cuidar hijos
Ha mencionado internet. ¿Las redes sociales juegan un papel en la caída de la natalidad?
Aunque yo no lo he estudiado directamente, hay evidencias de que influyen en varios frentes: retrasan o transforman la formación de pareja, cambian la forma de relacionarse y de ocupar el tiempo libre, y pueden afectar a la salud mental. Todo esto reduce los ánimos o la disponibilidad para tener hijos. No digo que sea el único factor, pero contribuye.
Las redes cambian el mundo de lo que la gente ve y mira, y cómo socializa y conecta con personas con las cuales quizá al final pueda tener un hijo. Al final son un factor que puede exacerbar otros: si tú ya tienes complicado tener hijos por la precariedad y encima te pasas el día enganchado en la red y te acabas deprimiendo, pues es menos probable que encuentres pareja y que decidas tener hijos.
Si te pasas el día enganchado a la red cambia el mundo que ves, afecta a tu salud mental, es menos probable que encuentres pareja y que decidas tener hijos
En ese escenario tan heterogéneo, ¿qué políticas pueden ser útiles para incentivar la natalidad? ¿Las ayudas económicas sirven?
Son necesarias, pero no suficientes. Pueden adelantar la decisión de tener un hijo, pero no aumentar de manera significativa el número total. En el caso español, lo que vemos es que, más allá de las ayudas, lo que falta es estabilidad económica, mejores salarios, conciliación real y también información sobre los límites biológicos de la fertilidad para que la gente no posponga tanto el momento de tener descendencia. Lo que no sé es cómo vamos a volver a que la gente tenga grupos de amigos, interaccione más en el mundo físico y sufra menos problemas de salud mental. Quizá empezando por retirar los teléfonos de las escuelas, no sé. De todos modos, yo no veo un escenario futuro en que la tasa de fecundidad vuelva a dos hijos por mujer.
¿Debemos asumir que es imposible el reemplazo poblacional?
Sí. Europa y buena parte del mundo se encaminan a sociedades con menos nacimientos y más envejecimiento. Un momento particularmente difícil se puede producir en un futuro próximo, cuando experimentemos las consecuencias de la actual caída de la fecundidad sobre el estado de bienestar. A la larga, la población mundial se ajustará a la baja paulatinamente.