El 15 de marzo del 2012, a las siete de la mañana, justo un año después del inicio de la guerra civil en Siria y cuando aún faltaban doce para derrocar a Bashar el Asad, un niño de 14 años cogió su bici en Taldau, a 20 kilómetros de Homs, y se fue a comprar el pan para sus padres y sus seis hermanas (él era el primogénito y el único chico). Dos bolsas con ocho tortas cada una, recién salidas del horno. Entonces empezó el tiroteo.
Adnam Almousa, nuestro protagonista, se refugió en casa de su abuela, que estaba más cerca. Quería esperar unos 15 minutos para que todo se calmara, pero su abuela no le dejó salir hasta dos horas después. En el camino de vuelta había un puente que solo se podía pasar de uno en uno. “Después de una escaramuza, los soldados gubernamentales consideraban potencialmente peligrosa incluso una simple reunión de dos personas”.
Adnan, con su silla de ruedas
Una cola temerosa aguardaba su turno. Pasó alguien. Y nada. Y otro y otro y otro... Entonces le tocó a él. A falta de cuatro metros para ponerse a salvo, un silbido lo derribó. No sentía dolor, pero no podía levantarse. Pidió ayuda y casi matan al primer buen samaritano que quiso ayudarle. Y lo mismo cada vez que alguien se acercaba, incluido su padre y sus tíos. “Los soldados me usaron de cebo y jugaban al tiro al blanco con los demás”.
Fue un milagro. La bala iba directa al corazón, pero entró por un hombro, rebotó en la columna y salió por el otro. Finalmente, Adnan logró agarrarse a una cuerda improvisada con sábanas con la que le sacaron a rastras del infierno de aquellos cuatro metros. Ya nunca volvería a pedalear o caminar, pero ese mismo día se obró el milagro, aunque él tardaría en descubrirlo: le salieron alas. Atención, guionistas, esta historia es un filón...
Lo siento: no alquilo pisos a musulmanes”, le dijeron una vez
Los médicos le salvaron la vida dos veces. Cuando detuvieron la hemorragia que le encharcó un pulmón y cuando los soldados quisieron llevarse a todos los heridos de bala a otro hospital, uno militar. “Éramos testigos del horror y al régimen le molestábamos: casualmente, en esos hospitales todos morían”. Los doctores replicaron que era menor y que no se lo podían llevar hasta el día siguiente, cuando sus padres lo autorizaran.
Aquellos héroes de bata blanca telefonearon enseguida a su casa: “Si no se llevan a su hijo ya, no lo volverán a ver nunca más”. Estuvo un tiempo escondido en casa de su abuela, mientras sus padres preparaban una huida a Líbano digna de Hollywood. Los heridos de bala tampoco podían salir del país. Adnan ocultó sus vendajes lo mejor que pudo y falsificó un certificado para atribuir su paraplejia a un problema congénito.
Yo también lo siento: no hago tratos con racistas”, replicó él
Ya en suelo libanés, se le cayó la chaqueta y sus heridas quedaron al descubierto. Los soldados de su país intentaron infructuosamente hacerle regresar. Lo peor había pasado, pero a Adnan le quedaba por delante una larguísima estancia hospitalaria, complicada por una infección y la rebeldía: “Me enfadé con el mundo, no aceptaba mi situación y dejé de comer. Me tuvieron que alimentar por vía nasogástrica”.
Qué duros serían aquellos dos años para un adolescente en un hospital de Líbano, aislado y con visitas restringidas. Por fin la infección remitió y llegó la rehabilitación. Un día se quejó porque apenas tenía fuerza en las manos y Hani, un Ramón Sampedro libanés que también se quedó tetrapléjico por golpearse contra una roca en el mar, le convenció de que era un privilegiado: “Tú puedes mover los brazos; yo, solo el cuello”.
Aquellas palabras abrieron la compuerta y sus emociones se desbordaron. Adnan dejó de ver la silla de ruedas como una cárcel y desplegó las alas que le harían libre de nuevo. De otra manera, pero libre. Comenzó a hacer deporte y participó en una carrera de 10 kilómetros. Quedó tercero y eso permitió que otro ángel de la guarda se cruzara en su camino, Txell Feixas, corresponsal de TV3 y Catalunya Ràdio en Beirut hasta el 2021.
Txell hizo en el 2017 un reportaje sobre aquel refugiado sirio, ejemplo de coraje y resiliencia, que llamó la atención de muchas personas; entre otras, del entonces conseller Raül Romeva, que le invitó al Maratón de Barcelona y a quien hoy Adnan considera un amigo. Nunca había corrido 42 kilómetros y necesitó ayuda para acabar, pero eso es la humanidad: ayudarnos los unos a los otros, no dejar parapléjico de un disparo a un niño de 14 años.
Adnam Almousa, con uno de sus récords Guinness
La prueba le cambió la vida y le hizo enamorarse de Catalunya y de España. Regresó a Líbano, pero con la promesa de que la Generalitat le ayudaría a tramitar un nuevo visado y la acogida como refugiado político. Ejemplo perfecto de integración, Adnan habla hoy castellano, catalán e inglés. Él y su padre, Khaled, que tenía dos barberías en Siria, fueron los primeros en llegar y se instalaron en Manresa en el 2018.
En la capital del Bages, Adnan se ha convertido en un asiduo de las pruebas de resistencia Spartan Race y los maratones (lleva ocho), además de un deportista de récord Guinness (tiene dos: el de más dominadas en un minuto con silla de ruedas y el de dominadas con silla de ruedas y peso complementario). Padre e hijo ya tienen la nacionalidad española y han abierto un negocio con dos empleados: la barbería New Style (carretera de Vic, 46).
Años después, la madre y las seis hijas (“elles parlen el català fins i tot millor que jo”) llegaron a Manresa, donde han vivido mil alegrías y algún disgusto, en especial el del casero destacado más arriba. Empeñados en desmontar bulos, como tantas otras familias, los Almousa se han hipotecado para comprarse una casa. ¿Volver a su tierra? Su tierra ahora es esta. Eso explica el niño de la bici en sus charlas en colegios sobre la discapacidad.
¿Discapacidad? Adnan ha subido al Kilimanjaro (5.895 metros), como recoge el documental Seize the summit. Era normal que se fijara en él la fundación Eurofirms, que tiene ADN catalán y promueve la integración laboral de personas con necesidades especiales. Lo acaban de fichar para que dé conferencias en algunas de las empresas más importantes de España. Empezó el pasado jueves en Mallorca, donde su auditorio descubrió a un joven muy especial. ¿Por su silla de ruedas? No, por sus alas.

