Esta es una ruta gastronómica por Nueva York para gente con poca hambre y rápida de saciar, sin caer en la pizza callejera.
La creciente cantidad de personas que toman GLP-1, un tipo de fármaco (Ozempic, Mounjaro, Wegovy) utilizados para perder peso porque suprime el apetito, no ha pasado desapercibida a los restauradores.
Día a día observaban que había clientes que pegaban un par o tres bocados y dejaban los platos repletos de comida.
Así que empieza a haber establecimientos que se adaptan a esta nueva época ofreciendo menús reducidos. Se trata, sin embargo, de un ejercicio marcado por la discreción.
Aunque los restauradores popularizan el concepto ‘menú Ozempic’, en sus cartas de papel no existe esa denominación y emplean términos alegóricos o simplemente se citan en la página web. Funciona más bien por el boca oreja, después de que algunos medios constataron esta innovación.
“Al principio los clientes se mostraban tímidos, si bien cada vez menos”, señala Max Tucci, miembro de una saga de restauradores de origen italiano que en primavera abrió su propio negocio, Tucci, en el NoHo.
“Pero ya sabes como somos los neoyorquinos, si estamos orgullosos de haber conseguido algo no tenemos problema en mostrarlo”, confiesa.
On line ofrece dos ofertas para los sin apetito. Un arancini (croqueta) y caviar (12 dólares) , o una albóndiga con marinara y manchego (10 dólares). De habitual se sirve en la barra.
“Decían que estaban en Ozempic y preguntaba si podían tener una ración más pequeña”, explica Max Tucci
“Los clientes nos inspiraron a hacer esto. Decían que estaban en Ozempic y preguntaban si podían tener una porción más pequeña”, explica. Al inicio era “un menú secreto que se ha popularizado”, añade.
“Esto no es una tendencia, es algo que nos está volviendo conscientes de la salud”, afirma. Hay datos de que el 10% de los estadounidenses están con el GLP-1 y hasta un 35% muestra interés, a partir de un informe del 2024 de la consultora PricewaterhouseCoopers.
Max Tucci, nieto e hijo de restauradores, en el Tucci del NoHo
Una encuesta de Bloomberg Intelligence determina que más del 50% de los medicados salen a cenar con menor frecuencia desde que entraron en el tratamiento. Otro informe de Morgan Stanley indica que el 63% de los que está en Ozempic pide considerablemente menos comida en los restaurantes.
Segun Tucci, el fármaco lo toman de 11 a 15 millones de estadounidenses y pronostica que pronto subirá a 40 millones. “Aunque hay historias de que esto causa problemas de salud a gente que no lo necesita, no se ve una desaceleración”, recalca.
Dana Gunders, presidenta de ReFED, organización que trabaja apara abordar el desperdicios de alimentos, remarca que “es un segmento que crece”. Sostiene que ahora una de cada ocho personas usan el GLP-1, y subiendo. “Resulta sorprendente lo rápido que la gente ha entrado en esta medicación”, dice.
De manera que existe un nicho de mercado por el que competir, además de que “soy plenamente consciente de lo que significa tirar comida”, por lo que apoya a una organización que lucha contra el desperdicio.
En el Lulla, en el barrio de Chelsea, ofrecen la caja de aperitivo para dos con ocho piezas (28 dólares en happy hour , 38 normal). Es una pequeña degustación de la carta. La camarera argumenta que “yo sola me lo como muchas noches” para convencer al cliente que no tiene con quien compartir.
El barman del Clinton Hall, en el medio Manhattan, hace cara de sorpresa. Tal vez le parece extraño que ese cliente, que no tiene pinta de esquelético, pida el Teeny-Weeny Mini Meal , (8 dólares, más tasas) cuya traducción es literal: comida diminuta. “No es lo más popular de la casa, pero si que sale y cada vez más”, asegura.
Están las ofertas, pero los restaurantes las ofrecen discretamente, sin especificarse a quien van dirigidas
Diminuta, sin duda. La hamburguesa es mini, como un doblón de oro, y un vaso de chupito lleva diez patatas fritas. Al fondo va el ketchup, con otra ‘dosis’ en una jeringuilla. La impresión es que hay demasiada salsa para tan poca chicha.
Ya en la calle, y sin Ozempic en el cuerpo, el instinto conduce a uno de esos establecimientos de pizza por trozos.
Ya no solo las mujeres comen como pájaros
La rápida expansión del GLP-1 utilizado como adelgazante afecta a los gimnasios por la pérdida de clientes y tiene un enorme potencial para multiplicar un problema perenne en la sociedad estadounidense como es el del desperdicio alimentario. Dana Gunders, presidenta de ReFED, organización que trabaja para abordar esta cuestión, señala que se tira el 31% de la comida, cuestión que en los restaurantes afecta al 17%. Gunder reflexiona además que este tipo de fármacos rompen tópicos. Ya no son solo “las damas” la que comen como pájaros. “Existe una franja de consumidores a los que les gustaría pedir menos comida”, sostiene, independientemente del género. “Ya no se trata de compartir un menú o llevarse los restos a casa, sino que están interesados en la mitad del sándwich o de la ración y esto afecta a cualquiera que se medique”, afirma. Recuerda que hace poco fue a un restaurante de carne y en el menú había la ración para mujeres, más pequeña. “Estoy segura a que muchos hombres les gustaría pedir ese plato”.


