El verano en el que los famosos encogieron: la normalización del Ozempic dispara las alarmas

La vuelta a la extrema delgadez

El uso de medicamentos tipo GLP-1 empuja el ideal de belleza hacia la extrema delgadez y amenaza con hacer retroceder los avances en aceptación corporal

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De izquierda a derecha, Dwayne Johnson, Ariana Grande, Pedro Pascal  y FKA Twigs, en fotografías de este verano  

LVD

El verano que termina esta semana se recordará como el de los cuerpos menguantes. Serena Williams apareció promocionando un nuevo medicamento del tipo GLP-1 y anunciando que había perdido 14 kilos. Dwayne Johnson ‘La Roca’ se presentó en el Festival de cine de Venecia con su nuevo cuerpo mucho más estilizado, lejos de su famosa envergadura trabajada durante décadas. A Johah Hill lo fotografiaron, irreconocible, tras su pérdida de peso. Las redes machacaron a David Bustamante por mostrar un cuerpo más hinchado en los escenarios en julio y para septiembre volvió a dejarse ver como el público parece querer, delgado. En realidad, casi cada aparición de una figura pública en una alfombra roja –las hemos tenido últimamente en Venecia, pero también en Toronto y en los premios VMA la semana pasada, dónde cantantes como Ariana Grande y FKA Twigs mostraron un aspecto de extrema delgadez– se convierte en una nueva oportunidad para “debutar” o “estrenar” un cuerpo modificado que siempre, invariablemente, ha encogido. Cuánto más se ha reducido, más aplausos suele congregar.

Ya no se trata solo de las grandes pérdidas de peso, como la de Jonah Hill, que se siguen produciendo. Ahí está la cantante Meghan Trainor, que se hizo famosa con sus canciones pegadizas reivindicando sus curvas (“va sobre sobre este culo”, decía el estribillo de su primer hit) y ahora luce normativamente delgada. Ahora, celebridades que ya tenían un cuerpo esbelto reaparecen casi siempre aún más delgadas cuando encaran una nueva ronda de promoción. Y la presión recae sobre los hombres casi tanto como sobre las mujeres. Desde que Pedro Pascal, el hombre del momento, estrenó su nuevo cuerpo, mucho más delgado y fibrado, en el festival de Cannes el pasado mayo, otros actores de primera línea, como Andrew Garfield, han seguido su camino.

El consumo de medicamento del tipo GLP-1 se ha estandarizado y al ser una medicación bastante cara, opera un factor de ostentación de clase social

Magda PiñeyroActivista contra la gorbofobia
Vertical

El actor estadounidense Andrew Garfield, en la alfombra roja del Festival Internacional de Cine de Venecia

ETTORE FERRARI / EFE

En algunos estamentos, el consumo de medicamentos agonistas del GLP-1, que se diseñaron como fármacos para tratar algunos tipos de diabetes y se han popularizado como adelgazantes supresores del apetito, se ha popularizado de tal manera que ya no se ve como algo que tenga que esconderse, al contrario. Ahora la pregunta a responder es por qué no lo tomas. “Su consumo se ha estandarizado y al ser una medicación bastante cara en algunos países, opera un factor de ostentación de clase social”, cree la activista contra la gordofobia Magda Piñeyro. Para Virgie Tovar, también activista y autora de libros como You Have the Right to Remain Fat (Tienes derecho a permanecer gordo), señala que en Estados Unidos ni siquiera es necesaria una receta para adquirir alguno de estos medicamentos, “lo que hace que un cuerpo muy delgado sea más fácil de conseguir que nunca”. Y añade: “este tipo de medicamentos generan una pérdida de peso muy rápida porque llevan a la inanición, básicamente. No puedes mantenerte así durante largos periodos sin sufrir serias y a veces mortales consecuencias”.

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Para ambas mujeres, el caso de Serena Williams fue especialmente significativo, y doloroso. “Nos afectó de manera más dura y diferente”, admite Tovar. “Serena Williams está en los niveles más altos en su campo. Es un modelo de una persona sana y atlética. Su anuncio ha cambiado el juego y ha movido la línea de aceptación de quién se supone que debería estar pensando en acometer una pérdida de peso intencionada”.

El caso de Serena Williams como patrón

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Serena Williams apareció este verano promocionando un nuevo medicamento del tipo GLP-1 y anunciando que había perdido 14 kilos

Reba Saldanha / Reuters

La ex tenista, que durante toda su carrera se ha enfrentado a comentarios racistas y se convirtió en una de las atletas más laureadas de la Historia con un cuerpo potente y musculado, protagonizó el pasado agosto un reportaje, que era en realidad un anuncio encubierto, en la edición estadounidense de la revista Elle de un nuevo tipo de GLP-1 que se podrá conseguir online en Estados Unidos sin ningún tipo de mediación médica, con un servicio de telemedicina en el que su marido, el emprendedor tecnológico Alexis Ohanian es inversor. En la entrevista pactada (la primera respuesta consiste en dejar clara la marca y el distribuidor de la medicación), Williams explica que en su último U.S. Open estaba tratando de perder el peso de su último embarazo y, a pesar de entrenar más horas de lo habitual y apenas comer, no lo conseguía. 

La ex tenista lo enmarca como una decisión de salud y un gesto de empoderamiento personal. Quizá más perturbadoras eran las fotografías, un reportaje como de revista de moda, pero en las que Williams aparecía inyectándose en el brazo y en la pierna. Muchas reacciones, sobre todo por parte de mujeres racializadas, se cuidaron de criticar frontalmente a la deportista pero sí mostraron cierta decepción, porque ella había representado durante décadas la idea de que un cuerpo bello, y en su caso, un cuerpo excepcional, podía tener muchas formas distintas, que no pasaban necesariamente por la delgadez.

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En la NPR, la radio pública estadounidense, Chrissy King, una autora que ha escrito en torno a las conexiones entre el racismo y la cultura de la dieta, dijo que no era sorprendente que Williams busque tener un cuerpo más pequeño cuando ha sido hipersexualizada a lo largo de su carrera y se ha enfrentado a que la llamen “gorila” y cosas peores, y denunció que a Williams se le pedía un estándar más alto de pureza ética, mientras que en el diario Metro, la columnista Nicole Vasell admitía sentirse afligida porque el gesto de la ex tenista muestra la “supremacía de la delgadez”. Muchos opinadores hicieron notar la irresponsabilidad en la que incurren las figuras públicas, en este caso además una multimillonaria casada con otro multimillonario, cuando promocionan un medicamento que van a comprar personas, en el caso de Estados Unidos, que pueden no tener un acceso fácil a médicos que puedan tratar los muy posibles efectos secundarios.

La vuelta a la extrema delgadez la empezamos a ver durante la pandemia (...) Pasamos de 300 casos nuevos de TCA a 450 en 2021

Fernando Fernández ArandaDirector de la Unidad de TCA del Hospital de Bellvitge

En todo caso, polémicas de este tipo vuelven a poner en evidencia que, sea justo para ellos o no, lo que pasa en el cuerpo de los famosos afecta a los cuerpos de los demás. Estudios como el que realizaron tres investigadores de universidades españolas en 2022 exponiendo a distintas cargas de imágenes de idealización de la delgadez en redes demuestran que a más exposición, menor es la autoestima y mayor es la ansiedad. También el grupo de investigación Mediaiker, de la Universidad del País Vasco, analiza contenidos mediáticos y de redes relacionados con la obesidad y la gordofobia y ha prestado especial atención en los últimos años a casos concretos como el de Itziar Castro, la actriz fallecida en 2023, a la polémica en torno a la cómica Lalachús cuando se anunció que presentaría las campanadas y al mediático proceso de pérdida de peso del streamer Ibai Llanos. “Ahora estamos estudiando los discursos de odio relacionados con los cuerpos con obesidad que transmiten influencers como Amadeo Llados, que relacionan directamente un cuerpo musculado con un estatus económico superior. Eso ya se vio con el fallecimiento de Itziar Castro, cuando en redes aparecieron mensajes inculpatorios implicando que ella se lo había buscado, por no atajar su obesidad. En un estudio publicado en marzo por Mediaiker en el que participaron 850 encuestados, el 90% de los participantes creía que los medios y las plataformas fomentan una mayor comparación entre los cuerpos (la red más señalada por generar una percepción negativa de los cuerpos era Instagram, seguida de Tik Tok) y el 82% afirmaba que los medios impresos y la publicidad promueven estándares de belleza poco realistas.

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La cuestión es que, si el grupo de personas que genera más imágenes está usando medicamentos para adelgazar de manera rápida, ese estándar se vuelve cada día menos realista. “La vuelta a la extrema delgadez la empezamos a ver durante la pandemia, cuando hubo un impacto masivo de los medios y las redes sociales, que se consultaban más, y eso disparó los casos de trastornos de la conducta alimentaria (TCA)”, señala Fernando Fernández Aranda, director de la Unidad de TCA del Hospital de Bellvitge. “Nosotros pasamos de 300 casos nuevos a 450 en 2021”. En Martorell se puso en marcha el año pasado una unidad centrada en casos de adultos, pacientes que o bien arrastran situaciones de TCA no resueltas desde la adolescencia y han ido entrando y saliendo del sistema sanitario, consolidando una sensación de fracaso, o que tuvieron un desarrollo más tardío de la enfermedad. En cuanto al impacto que pueden tener las imágenes constantes de cuerpos cada vez más delgados, el especialista señala que el consumo algoritmo es “especialmente problemático”, puesto que las redes pueden seleccionar individuos especialmente vulnerables y targetizarlos con imágenes dañinas.

Para Magda Piñeyro, el efecto es “terrorífico”. “Da la sensación de que mucho de lo que se ha avanzado en aceptación de la diversidad corporal, que empezábamos a ver en películas, en series y en alfombras rojas se ha perdido. Hemos retrocedido y eso va a significar para muchas personas volver a tener problemas con su imagen, de insatisfacción corporal, es una puerta abierta a los problemas de autoestima, a los TCA y un impedimento para algo tan sencillo como ir a la playa”.

Piñeyro, que mantiene activa la web Stop Gordofobia y es autora de libros como Diez gritos contra la gordofobia (Vergara), cree que muchos que “se sumaron al movimiento body positive quizá porque lo veían como una moda se han bajado del carro”, pero quienes siguen ahí deben, a su entender, reforzar el discurso. “Quizá lo que nos toca es hablar abiertamente de lo que está pasando. Con estos medicamentos, con esta nueva norma corporal que se parece mucho a la de los años noventa, va a haber unas consecuencias. Y hay que hacer más hincapié en derribar la excusa de la salud, que es la que suelen dar las personas que intervienen su cuerpo, porque esos tratamientos tienen efectos secundarios de todo tipo. La intervención farmacológica no es el camino para estar en paz con tu cuerpo”.

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