Francisca Masip, sentada en su silla de ruedas, se acomoda en primera fila del grupo de antiguos alumnos de la Escola Montsant de Ulldemolins (Priorat) para ser inmortalizada en una fotografía histórica. Junto a Francisca, de 97 años, la más veterana, están Lluïsa Toldrà, de 91; Ramon Dalmau, que en noviembre cumplirá 85; Caritat Ferré y Roser Abella, ambas de 86, y muchos más. El llamamiento hecho por el Ayuntamiento para reunir el sábado a los hombres y mujeres que estudiaron en esta escuela rural en sus primeras dos décadas de existencia congregó a una treintena de personas de más de 80 años de edad.
Caritat Ferré y Roser Abella, en las celebraciones del sábado
A comienzos del pasado siglo, Ulldemolins superaba los 1.400 habitantes; en el 2000 rozaba los 500 y actualmente cuenta con 414 empadronados. En un contexto de crisis del mundo rural, la escuela juega un papel determinante para plantar cara al despoblamiento, tal como comenta el alcalde, Sergi Méndez. Precisamente, la familia de Méndez, con dos hijas, decidió en el 2012 dejar la ciudad para instalarse en un pueblo pequeño y en la elección de Ulldemolins tuvo un peso importante su oferta educativa. Ahora también hay en el mismo edificio centenario una guardería. Entre los más pequeños y los que cursan primaria la Montsant recibe cada día a trece niños.
Un momento de las celebraciones del sábado en la entrada de la escuela
“Aquí lo aprendí todo, a contar, a leer, a hacer redacciones...”, recuerda Francisca Masip, de 97 años
Francisca Masip atesora a sus 97 años una memoria prodigiosa, recuerda con detalle sus días en las aulas. “Empecé las clases en 1934, pero al estallar la guerra civil, el edificio se destinó a hospital militar y la escuela se trasladó temporalmente a otra casa. Aquí lo aprendí todo, a contar, a leer, a hacer redacciones..., en aquellos tiempos estudiábamos con una enciclopedia. Me acuerdo muy bien de las maestras, de Consol, Elisa, Pilar y sobre todo de Maria Mas, ella me enseñó muchas cosas”, comenta entre foto y foto. A los 14 años empezó a trabajar en el campo, en la viña y en los olivos, y también ayudando a sus padres que llevaban el bar del centro cívico.
Francisca Masip
Ramon Dalmau, uno de los más jóvenes del grupo, recorre las aulas con curiosidad. “En mi época éramos muchos, había cuatro clases, dos de niñas y dos de niños, pienso que éramos más de 80”, calcula. Ramon siempre ha vivido en Ulldemolins. “Soy payés de toda vida”, proclama. Junto a él se fotografía Lluïsa Toldrà, de 91 años, quien también rememora con cariño su etapa en esta pequeña escuela rural y los duros tiempos que vivieron durante la guerra. “Una bomba nos cayó en casa, por suerte en ese momento estábamos en otro lugar”, cuenta Lluïsa, que al casarse dejó Ulldemolins para instalarse en Bell-lloc d’Urgell, pero sigue manteniendo el contacto con su pueblo.
Ramon Dalmau y Lluïsa Toldrà con dos escolares, Aniol y Anaïs
Hijos, nietos y biznietos de los alumnos que siguieron en Ulldemolins también han pasado por esta escuela, que ha conseguido mantener la actividad a lo largo de un siglo.
Caritat Ferré y Roser Abella, ambas de 86 años, acudieron el sábado ilusionadas a las celebraciones. “Me acuerdo de la señorita Ramona, vino de Barcelona, era muy maja, me dedicaba mucho tiempo porque a mí me costaba estudiar”, dice Roser, mientras Caritat confiesa que ella era “más traviesa”.
El acto del sábado también sirvió para homenajear a los profesores que han pasado por el centro durante este siglo.
