El Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 1 de Pamplona acaba de dejar en libertad bajo fianza a un hombre de 85 años, acusado de matar a su esposa, de 78. Los hechos sucedieron el pasado mes de julio en la localidad navarra de Zizur Mayor. El propio acusado avisó a emergencias, aunque con un discurso “muy incoherente”. La Guardia Civil se apresuró a enmarcar la investigación en un posible caso de violencia de género.
Los vecinos, la familia e, incluso, fuentes de la judicatura y del Ministerio de Igualdad criticaron la rapidez con la que se etiquetó el suceso y rogaron prudencia ante un crimen en el que el supuesto autor podría ser también una víctima. La evolución de las pesquisas parece confirmar esta posibilidad. El detenido permanecía en prisión provisional domiciliaria. Ahora, “por imperativo legal”, ha quedado en libertad bajo fianza.
Un coche patrulla, ante el domicilio de la pareja
Poco a poco se han ido atenuando las medidas adoptadas contra el presunto asesino (de eso se le acusa: de un asesinato con alevosía, en un procedimiento que se juzgará ante un jurado, si es que llega a juicio). El octogenario ingresó en prisión el 30 de julio. A mediados de agosto, la Audiencia de Pamplona aceptó un recurso de la defensa y decretó la prisión domiciliaria, que ahora ha vuelto a ser rebajada: libertad bajo fianza de 6.000 euros.
La juez asegura que los hechos que se investigan “son muy graves” y apela al informe forense, que sostiene que la mujer murió mientras dormía a raíz “de dos fuertes traumatismos en la cabeza”. La víctima no presentaba señales de defensa, lo que apuntalaría la existencia de una posible alevosía; sí presentaba signos de “una eventual sujeción”, es decir, cabe sospechar que la sujetaron mientras le asestaban los golpes que la mataron.
El auto de libertad
El acusado deberá entregar el pasaporte y acudir periódicamente al juzgado
¿Por qué, entonces, se ha decretado libertad bajo fianza? Porque para mantener la prisión alguna de las acusaciones tiene que solicitarlo. Por eso y porque no siempre dos y dos suman cuatro. El fiscal, el único acusador en este caso, no pidió alargar el encarcelamiento. El juzgado está a la espera de una prueba pericial sobre el deterioro cognitivo del investigado, que padece alzheimer. Su retrato robot no es el de un asesino machista.
Llevaban toda la vida juntos. Se amaban. La salud de ambos se había ido deteriorando progresivamente. Ella era una persona frágil y dependiente, con un grave trastorno neurodegenerativo que le provocaba constantes caídas y problemas cognitivos. Su caída en barrena comenzó hace años. Su marido fue un médico de familia especializado en psiquiatría y del que sus pacientes aún dicen maravillas, muchos años después de su jubilación.
El mal de Alzheimer
La juez recalca que la libertad bajo fianza es por obligación legal. Y por obligación y porque lo solicitaba la fiscalía ha impuesto varios requisitos, como la comparecencia cada primero de mes ante el juzgado y la notificación del domicilio en el que recibirá las citaciones. La tercera exigencia en alguien como él, con la movilidad y las capacidades intelectuales tan mermadas, parece tan rigurosa como innecesaria: la entrega del pasaporte.
Los familiares han explicado que se desvivía por su esposa y que le prodigaba cuidados continuos desde hace más de diez años, cuando se agravó su vulnerabilidad. Nunca hubo peleas entre ellos ni discusiones subidas de tono. Así hasta el 30 de julio, cuando alguien telefoneó al 112 porque su mujer estaba muerta en la cama. Quienes conocen el caso insisten en que dos y dos no siempre suman cuatro. De hecho, uno y uno tampoco suman siempre dos. Porque él y ella eran dos. Y eran uno.
