El dilema de Luiz Inácio Lula da Silva en la conferencia del clima de Belém (Brasil) resume muchas de las contradicciones de esta cumbre, en la que los lobistas de industrias fósiles y verdes sortean grupos de jóvenes activistas sentados en los pasillos del Hangar sujetando pancartas que rezan: “Climate justice now!” (Justicia climática ya).
La vuelta a Belém del presidente brasileño en la noche del miércoles se esperaba con gran expectación. La mayoría confiaba en los poderes de negociación y persuasión del exlíder sindical, ya en su tercera presidencia, a los 79 años de edad y favorito para ganar las próximas elecciones el año que viene. Pero se palpaba algo curioso en las conferencias, mesas redondas y sides events difícilmente audibles por el estruendo de una tormenta tropical que golpeaba los techos de lona: nadie sabía si Lula está de su lado o del otro.
Pese a su discurso anti petróleo Lula dio luz verde a una agenda sin referencias a la energía fósil
Para los que lideraban la nueva coalición de hasta 80 países que impulsa una hoja de ruta para la eliminación progresiva de los combustibles fósiles, Lula era el pionero del proceso: “Comenzamos a hacerle eco al presidente Lula y a la ministra Marina Silva, respecto a la hoja de ruta”, dijo la ministra colombiana Irene Vélez Torres, en una entrevista concedida a Guayana Guardian, refiriéndose al discurso de inauguración de Lula da Silva. “Estamos urgiendo a que los países hablen explícitamente de la eliminación de los combustibles fósiles”, sentencia. Otros promotores del recién formado grupo de presión contra los combustibles fósiles son el británico Ed Miliband o el keniano Ali Mohamed elogiaron a Lula por impulsar la hoja de ruta.
Pero, en el otro bando, muchos esperaban que Lula, presidente de uno de los países petroleros más importantes del mundo, sorteara un asunto espinoso que puede complicar el deseo brasileño de terminar la cumbre ya y en paz. Pese a defender la hoja de ruta anti petróleo en su primera comparecencia hace una semana, Lula dio luz verde a una agenda inicial sin referencia a abandono de los combustibles fósiles. “Hay dos extremos: uno es muy favorable a la retirada de los combustibles, otro muy en contra; pocos países son indiferentes”, dijo André Corrêa do Lago, el presidente de la COP30 insinuando que un acuerdo sería difícil.
Lula da Silva
La ambigüedad de Lula sobre el futuro de los combustibles fósiles tiene explicación
La ambigüedad de Lula respecto al futuro de los combustibles fósiles tiene una fácil explicación. Brasil no va a dejar de producir petróleo ni en el futuro próximo ni lejano. La compañía estatal Petrobras acaba de iniciar prospección en el llamado Margen Ecuatorial, un yacimiento petrolífero a 2.500 metros por debajo de la superficie en el Atlántico, a 500 kilómetros de la desembocadura del Amazonas. Perforar aquí ha sido el deseo de la compañía semi pública desde hace 20 años, pero antes había topado con la negativa del instituto de protección medioambiental Ibama.
Tras recibir la luz verde hace dos semanas para explotar el llamado bloque 59, el estado brasileño ha vendido otros 17 s bloques de prospección offshore en el Atlántico. Esto es solo el inicio, ya que hay motivos para pensar que el yacimiento que ya se explota en Guyana se extenderá miles de kilómetros hacia el sur por territorio brasileño
Frenar la deforestación
Lula es consciente de que con sus enormes centrales hidroeléctricas, Brasil no tiene un problema de emisiones industriales. Lo único que debe hacer para reducir sus emisiones de CO₂ frenando la deforestación. El gobierno de izquierdas, bajo el mando de Lula, ha dado la vuelta a la desastrosa deforestación de los años del presidente negacionista y aliado de Donald Trump, Jair Bolsonaro (2019-2023).
La deforestación tanto en la Amazonia ha caído el 74% desde mediados de 2022 y se sitúa ya en el menor nivel jamás registrado. “Brasil tiene la matriz energética más limpia del G20 y no puede dejar de producir petróleo para importarlo de otra parte. Esa es la dirección de la actuación de Lula”, dijo un exdirector brasileño de Unasur consultado por este diario en Brasilia.
Tras su intervención en la sesión inaugural
“Brasil tiene la matriz energética más limpio del mundo”
La pericia ingenieril de Petrobras -la joya del sector público brasileño- a la hora perforar en aguas profundas es un orgullo nacional y hace aún más difícil renunciar a ingresos cruciales para gestionar la deuda pública y para defender el real en caso de una crisis financiera. “Los medioambientalistas atacan a Lula por estar aliado con los lobbies petroleros, pero no es así: Brasil simplemente no puede dejar de producir el petróleo porque si no tendría que importarlo”, dijo el ex director de Unasur.
Pero los grupos de defensa del medio ambiente que se emplean a fondo en esta cumbre con el apoyo de cientos de representantes de pueblos indígenas recién llegados de sus comunidades rio arriba, denuncian un delito medioambiental. Muchos se sienten traicionados por un presidente que en su inauguración subió la rampa modernista del Congreso en Brasilia con el veterano cacique de los Kayapó Raoni Metuktire.
Cuando Lula se reconcilió con Marina Silva, la actual ministra de Medio Ambiente, muchos ecologistas esperaban un gobierno más alejado de los sectores de energía fósil y las grandes commodities.
“Yo apoyé a Lula contra Bolsonaro pero sus objetivos ya no están alineados, hay tantas contradicciones, el 70% de las subvenciones del Programa de crecimiento acelerado van al petróleo; s y yo como activista del clima me siento traicionada”, me dijo Nicole Oliveira, la directora de la ONG Arayara. “El gobierno dice que hasta que disminuya la demanda de petróleo no se puede reducir la oferta; pero hay que hacer ambas cosas”.
Participantes en la Marcha Global por el Clima en protesta por la defensa de los bosques, los derechos territoriales indígenas y la justicia climática
La extracción petrolera, acogida con ambigüedad incluso en los pescadores artesanales
Las dos caras de Lula se ven también en las calles de Belém, una ciudad con inmensos problemas sociales y de delincuencia organizada rodeado de una rica biodiversidad en peligro. Por un lado, más gente aquí vive directamente de la naturaleza y no solo los indígenas. Por otro lado, el petróleo traería más ingresos al Estado. Hay ambigüedad incluso en los pescadores artesanales que llegan en la madrugada en anticuados barcos de madera al puerto pesquero de Belém con cargas de los enormes peces amazónicos -pirarucú, tambaquí, filhote- que se comen en deliciosas moquecas en el mercado Ver-o-Peso.
Las plataformas petrolíferas que se instalarán en el Atlántico amenazan directamente la pesca del pargo, camarón, corvina amarilla o bagre marino, según un estudio del instituto Arayara. “Para los pescadores será complicado pero no estoy en contra del petróleo”, dijo un técnico de mantenimiento de bosques respaldado por la universidad.
Gas en explotaciones capitaneadas por empresas privadas como Eneva y la rusa Rosneft
A la vez que se busca petróleo offshore en el fondo del Atlántico ecuatorial, crece como la espuma la explotación de gas en el subsuelo del Amazonas tierra adentro, liderada por empresas privadas como Eneva y la rusa Rosneft. Un grupo de bancos brasileños y extranjeros —liderados por Itaú, Unibanco, Banco Santander y Citibank— financian estas explotaciones gasíferas próximas a tierras indígenas.
Las grandes petroleras como Exxon, así como poderosos grupos globales financieros vinculados a la industria petrolera, desde BlackRock a Santander, en lugar del plan de abandono progresivo de los combustibles fósiles, favorecen un nuevo sistema de contabilidad de carbono que desplazaría la responsabilidad de las emisiones desde los productores petroleros a los usuarios.
El trasfondo de las contradicciones brasileñas es uno de los grandes retos de la lucha de las Naciones Unidas contra el cambio climático: respetar la justicia climática que reconoce que los países del sur global no deben hacer los mismos sacrificios que los países del norte global, que son responsables del 80% de las emisiones de CO₂ que durante siglo y medio de industrialización activaron la bomba de relojería climática.
En esta cumbre se espera que se reafirme el compromiso por valor de 300.000 millones de dólares anuales en 2035 de las economías avanzadas para financiar al sur pobre en las políticas de adaptación a los desastres climáticos y a la transición energética.
Marcha el 6 de noviembre en Belé
El dilema de Lula es un ejemplo del debate sobre la justica climática para el sur global
Pero las grandes economías en desarrollo ya son grandes emisoras -China emite más CO₂ que todos los países del G7-, y crece un escepticismo en el norte global respecto al trato favorable que se da a las grandes potencias emergentes. Pero para los insiders, países como China, Brasil y los estados petroleros de Oriente Medio deben hacer más.
“Si las oenegés y los comentaristas mediáticos siguen tratando a los países en desarrollo como un grupo homogéneo, China, Brasil y el resto tendrán muchos menos motivos para actuar, pese a que sean grandes emisores y bastante ricos, sobre todo en el caso de los países del golfo Pérsico”, advierte en un nuevo libro publicado póstumamente de Peter Betts, The climate diplomat.

