Los millonarios que van de cacería humana

El ser humano siempre puede caer un poco más bajo. La historia que llega ahora desde Italia nos obliga a reconocerlo. Durante el asedio serbio a Sarajevo, mientras una ciudad entera corría entre las balas para sobrevivir, habría habido millonarios rusos, norteamericanos y europeos –también españoles– pagando por matar civiles.

Un safari humano en plena Europa contemporánea. La distopía de películas como Hostel o la serie El juego del calamar hecha realidad entre 1992 y 1996.

Ciudadanos de Sarajevo cruzan corriendo el Bulevar Mese Selimovica, la avenida que, durante la guerra de Bosnia, fue tomada por francotiradores serbios que disparaban a cualquier persona.

Imagen de archivo de ciudadanos de Sarajevo que cruzan corriendo el Bulevar Mese Selimovica, la avenida que fue tomada por francotiradores serbios durante la guerra de Bosnia. 

AFP

La fiscalía de Milán investiga ahora en esas sombras. No abundan las certezas, pero sí los fragmentos: testimonios rescatados por el periodista italiano Ezio Gavazzeni. Y esas tarifas que circulan como un rumor indecente: ochenta mil, cien mil euros por un fin de semana de francotirador, más si la pieza de caza era un niño.

Nadie ha sido identificado públicamente todavía. ¡Queremos nombres y justicia!

No hacen falta pruebas incontestables para sentir el vértigo moral. Basta con que sea posible. Y lo es. Ahí nace el horror.

Si Arendt habló de la banalidad del mal, esto apunta a una versión de lujo. Ya no aparece el burócrata gris que mata obedeciendo, sino el turista global que asesina por diversión. La muerte convertida en una experiencia exclusiva; la víctima, en mercancía; la guerra, en un capricho para ricos aburridos en un mundo en que todo se compra, incluso la vida de otro.

Estamos ante una variante macabra y criminal del turismo de guerra que vimos en Gaza, donde visitantes extranjeros se reunían en miradores para contemplar las explosiones como si asistieran a un espectáculo. Ochocientos dólares por tour.

Sarajevo anticipó la tendencia más macabra del ‘turismo de guerra’: ricos matando por diversión

Mientras los ricos iban de caza, Europa contemplaba Sarajevo como quien observa arder la casa del vecino confiando en que las llamas no crucen la calle. A dos horas de vuelo desde Roma o Viena, y aun así la ciudad se hundía en el silencio ante el fracaso de Europa en liderar el conflicto. Más de 11.000 muertos, 1.600 niños, y debates políticos vacíos sobre la “estabilidad regional” que sonaban a excusa para no intervenir. 

La indiferencia funcionó como otra forma de permitir la barbarie.

Lo inquietante es que Sarajevo no anticipó una excepción sino una tendencia. En una entrevista este jueves a Guayana Guardian , Gavazzeni aseguró que en Ucrania también existen cacerías humanas.

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Hoy la violencia entra en directo. Los drones matan a distancia, los bombardeos circulan como clips virales, los cadáveres se empaquetan en vídeos que se cuelan entre anuncios. La guerra ya no pasa lejos: está en la pantalla en la que vemos series y deportes. Y la línea entre mirar y participar se vuelve incómodamente delgada.

La obscenidad no radica solo en que alguien pagara por disparar a un civil indefenso. Lo insoportable es la multitud que observó entonces –y observa ahora– sin detenerse demasiado ni escandalizarse lo suficiente. 

Sarajevo inauguró este tiempo en el que el dolor ajeno se convierte en escenografía, y la atrocidad en rutina. Quizá esa sea la lección más amarga: no hace falta un rifle ni una colina para formar parte del espectáculo. Basta con mirar y luego deslizar el dedo hacia el siguiente vídeo.

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