Primero fueron las cincuentonas, que ascendieron a cincuentañeras en un giro lingüístico que decía más de las mujeres que muchas encuestas sociológicas. Ahora llega la segunda vuelta: las solteronas se desprenden del rancio cliché y pasan, con toda naturalidad, a ser solteras.
Por fin hay un cambio de mirada sobre la soltería.
Carrie Bradshaw, interpretada por Sarah Jessica Parker, en la serie 'Sexo en Nueva York' (1998-2004).
Cada vez más mujeres rechazan el pack tradicional. Para ellas, se acabó invertir en relaciones que exigen entrega sin reciprocidad o donde la libertad se negocia como si fuese un lujo. La soltería deja de ser el plan B para convertirse en una opción tan válida como cualquier otra en la que también se está tan ricamente.
El relato social intenta ponerse al día, aunque a veces cojee. Todavía hay quien aplaudiría que alguien aguante años en una relación mediocre, pero arruga el ceño si una mujer vive sola y, encima, está tranquila. No inquieta su soledad. Lo que les incomoda es la ausencia de drama. Ahí reside el auténtico escándalo: mujeres sin pareja que no echan de menos nada.
Cada vez más mujeres reivindican la soltería: el guion sentimental clásico ya no les atrae
El viejo guion sentimental –novio, marido, proyecto compartido– pierde fuerza. El orden establecido décadas atrás ya no convence a tantas, cual sea la edad.
En las últimas semanas han aparecido varios artículos que reivindican la soltería femenina. Los firman Ana Bernal-Triviño, Isabel Espiño, Carmen Bejerano… No escriben contra los hombres, sino a favor de la autonomía de la mujer. El debate se disparó tras un reportaje de Chanté Joseph en British Vogue , con un título afilado: “¿Ahora es embarazoso tener novio?”. Joseph sostiene que una pareja ya no certifica la feminidad de nadie. Pero declararse soltera empieza a funcionar como declaración de independencia. No es casualidad que influencers y artistas no expongan ya sus relaciones en Instagram, pues sus seguidoras dejaron de hacerlo primero. En paralelo, las estadísticas del INE van dibujando la corriente de fondo.
Aplauso para quien escoge la soledad si es lo que realmente quiere. También para quien llega a ella después de un naufragio sentimental –“no quiero perlas ”, canta Rosalía– y decide ponerse en modo reconstrucción. Lo triste es cuando esa elección a la solitud nace de la matraca que demoniza a todos los hombres por el simple hecho del género. Discurso que, además de pobre, resulta cansino e injusto para ellos.
La soltería elegida no exige renunciar al amor. Ni al sexo. Lo único que desmonta es el mandato de emparejarse. En este contexto, la maternidad también se abre camino sin pareja.
Y a esto se suma que algunos hombres siguen sin asumir que las reglas han cambiado. Ahora ellas exigen más. Ya no basta con estar presente: hace falta compromiso, respeto por los proyectos vitales de la otra persona, responsabilidad emocional y una madurez que no siempre da la cara.
En resumen: ninguna mujer necesita a un hombre para que su historia avance. Nunca lo necesitó, en realidad. Solo que la dejaran escribirla.

