Fue soltar la secretaria general de Agricultura el primer titular del día y, en la redacción, la sección de Sociedad se incendió al instante. Debate en mayúsculas, sí. Por lo descomunal del asunto: prohibir que la población de 91 municipios –con casi tres millones de personas– pise un palmo de naturaleza más allá del casco urbano. Ni la sombra piadosa de un pino. La peste porcina africana no es broma, y el cerrojazo rige al menos hasta el día 14, con el puente de la Constitución en medio.
Zonas de picnic de la UAB cerradas tras un cartel alertando de la presencia de la peste porcina hallada en jabalíes autóctonos de la zona.
Olvídense de bosques, cauces de ríos, rieras, parques naturales, espacios protegidos, cultivos y caminos. Adiós Collserola, Serra de Marina, la Mola, Gallecs… Adiós bicis, críos, perros, caminatas, picnics y salir a caminar o correr. El monte, clausurado como taberna en mal barrio.
¿Responderá con ‘seny’ la ciudadanía o se saltará las restricciones con la coartada de la ignorancia o el desdén?
El debate derivó inevitablemente hacia el dilema de siempre: ¿Responderá la ciudadanía con sentido común o veremos a los de la libertad-por-mi-cara-bonita saltándose las restricciones con la coartada de la ignorancia o el desdén? Aquí el refrán es literal: no se pueden poner puertas al campo. No hay vallas suficientes en toda Catalunya para levantar en un perímetro de tal dimensión. Ni guardias urbanos para cubrir cada camino forestal. Ni bastan los 1.500 mossos movilizados para disuadir a los tentados por la infracción que, además, no tienen claro si hay o no intención real de multar.
La sección de Sociedad acabó partida en dos: los que creen en el seny y los que creen en el género humano, que es otra cosa y suele salir peor parado. Alguien recordó aquel abril de 2021, cuando en pandemia los Mossos colgaron en redes la foto de un tipo paseando una cabra. “Ni canarios, ni cerdos vietnamitas ni cabras como ésta vista hoy en Palafrugell son una excusa para saltarse el confinamiento”, advertían.
Si estando en juego vidas humanas reinó la picaresca, imaginen ahora. La amenaza del virus PPA es devastadora para el sector porcino –tres mil millones de euros en un año de exportaciones pueden irse al garete–, pero no afecta a las personas. Y cuando el peligro no aprieta en carne propia, ya se sabe: siempre hay quien mira hacia otro lado, silba, y se cuela en el bosque pensando que lo suyo no cuenta, que qué tontería esa de que con las suelas o con las ruedas diseminaré yo el virus de los puercos. Ya tarda el Govern en apartar del foco mediático a sus políticos y poner a técnicos con bata que generen confianza.
Qué día para el conseller Óscar Ordeig, el de ayer. Europa nos mira. A mediodía trataba de minimizar el riesgo del virus. Recemos para que la peste no llegue a Osona o Segrià. A primera hora de la tarde, estallaba cual bomba fétida y dirigida desde Madrid el segundo titular de la jornada: el brote de peste pudo salir de un laboratorio. A menos de un kilómetro del foco está el IRTA-CReSA, cuya titularidad es de la Generalitat. Y la sección enmudeció.

