Los cazadores: “No somos asesinos, hacemos un bien social”

Caza

Una batida ayer en 100 hectáreas de Maià de Montcal se saldó con 18 ejemplares muertos

Jornada de caceria del jabalí con la colla de cazadores de Beuda-Maià de Montcal en la Garrotxa Pere Duran / Nord Media

Una cazadora ata a un jabalí macho que ha abatido en un remolque

Pere Duran / NORD MEDIA

“La caza está estigmatizada, hay gente que piensa que somos unos asesinos, pero hacemos una acción social importante: evitamos daños en la agricultura y reducimos accidentes de tráfico”, explica Josep Lagares, vicepresidente del coto de Beuda y Maià de Montcal y miembro del Consell de Caça de las Comarcas de Girona, horas antes de empezar una batida. 

A estos problemas de siempre provocados por este ungulado con una alta capacidad reproductiva, se ha sumado en los últimos días otro, el de la peste porcina africana ( PPA). “Los cazadores somos la primera barrera contra la PPA”, destaca Lagares, mientras prepara la estrategia a seguir con sus compañeros de cacería.

“Si la peste porcina hubiera entrado por los Pirineos, no lo habríamos parado”, explican los cazadores

“Si esta enfermedad, hubiera entrado por el Pirineo, eso quizá ya no lo habríamos parado”, añade otro cazador del grupo, Josep Regencós. La alta densidad de animales, sumado al continuum de zonas boscosas y la gran capacidad de movimientos de estos cerdos -que pueden recorrer fácilmente 40 km en una noche- lo habría hecho muy difícil y se habría extendido completamente.“ En Collserola son sedentarios: allí han encontrado el agua, la comida y la tranquilidad porque no se han cazado”, añade Lagares.

Para los cazadores de Beuda y Maià de Montcal, la jornada de ayer empezó muy pronto. Cuando todavía no había amanecido se citaron en una masía a pie de carretera, convertida en la sede de este grupo con el objetivo de empezar a trazar la estrategia a seguir de una exitosa batida que se saldó con 18 ejemplares muertos, siete machos y once hembras. Aproximadamente unos 800 kilos, que fueron a parar al centro logístico de tratamiento de carne. Una acción que repiten cada martes y sábado de septiembre a marzo. También en periodos de emergencia cinegética o en batidas excepcionales. 

Un participante en la batida la señaliza por seguridad

Un participante en la batida la señaliza por seguridad

Pere Duran / Nord Media

En época de veda, los cazadores limpian el bosque, haciendo transitables caminos y senderos para permitir, por ejemplo, el paso de vehículos de Bomberos en caso de incendios. “Si no fuera por la gente de caza, esto estaría intransitable”, recalca Josep Regencós.

“La caza es sobretodo estrategia”, le gusta decir a Josep Lagares, que se aficionó hace diez años. Razón no falta. Antes de oírse el primer tiro, pasaron más de tres horas de preparación. No se deja nada al azar. Los caps de colla sitúan a los cazadores en distintos puestos teniendo en cuenta también una serie de factores: su estado físico, su talento en el disparo, en función de si tienen un bueno oído o el tipo de arma que usan, que puede ser escopeta o rifle, este último cada vez más extendido. 

El sector se queja de actos de vandalismo como el pinchazo de ruedas o señales de peligro rotas

En todo momento, gracias a unos walkie-talkies todos los miembros de la batida saben en qué posición están los demás y si han matado algún animal. Los perreros también saben dónde están sus perros en todo momento, equipados con GPS. De esta manera, ellos pueden dar indicaciones a los cazadores y alertarlos si se acerca algún jabalí.

Ayer la zona de caza eran 100 hectáreas, un lugar sensible que delimitaba con campos de cultivo muy dañados por la presencia de los ungulados y la carretera N-260, que conduce a Figueres y Portbou. Tener animales tan cerca de una vía es un peligro. El sector alerta que un 40% de los accidentes de tráfico con animales implicados, están protagonizados por jabalíes. El coto de caza entre Beuda y Maià de Montcal suma unas 6.000 hectáreas de terreno. 

Tres cazadores arrastran una de las capturas.

Tres cazadores arrastran una de las capturas.

Pere Duran / Nord Media

También balizan con sábanas las zonas por las cuales se les podrían escapar los animales, entre ellos un largo tramo de la carretera N-260, donde también colocan radios para disuadirlos de cruzarla vía. De noche buscan alimento y de día, estos mamíferos aprovechan para dormir. Sus encames son lugares recónditos con densa vegetación y son los perros de caza los que salen a buscarlos. En su huida, el jabalí pasa por campos o senderos. Y es a lo largo de este recorrido, donde se sitúan los cazadores, en silencio y con una consigna muy clara: si uno no tiene certeza que aquello que se mueve se un jabalí, no se dispara.

La munición que utilizan los cazadores para abatir jabalíes.

La munición que utilizan los cazadores para abatir jabalíes.

Pere Duran / Nord Media

La seguridad durante, antes y después de la cacería es clave para evitar accidentes: en los diferentes accesos se colocan carteles de peligro para alertar a ciclistas, aficionados a correr o personas que quieran pasear por la naturaleza, que no se acerquen durante el tiempo de la batida. 

“No siempre nos hacen caso”, se lamentan. También se quejan del vandalismo que sufren: “A veces nos desaparecen las señales que colocamos o nos las rompen, nos pinchan las ruedas de los coches o nos rompen las radios”, dice Lagares, que ayer ejerció como uno de los caps de colla. El colectivo reivindica la caza, como la mejor solución para reducir la sobrepoblación de jabalíes. 

La jornada se saldó con 18 jabalíes abatidos, siete machos y once hembras.

La jornada se saldó con 18 jabalíes abatidos, siete machos y once hembras.

Pere Duran / Nord Media

“Ni las trampas, ni la esterilización son medidas efectivas, pueden funcionar en zonas periurbanas pero no en grandes zonas boscosas com esta”, dice Lagares. Se estima que en Catalunya se matan cada año entre 75.000 y 80.000 jabalíes, aunque la población supera los 200.000. Una población que ha crecido en los últimos años por el abandono de los bosques y también por la falta de depreadores naturales.

El colectivo cazador tiene una media de edad bastante alta. Es uno de los handicaps del sector, que siempre se suele quejar de la falta de relevo generacional. Sergi Gironella, de 21 años, hace bajar considerablemente la media. “Lo he vivido desde pequeño en casa y eso me ha enganchado”, explica. Ayer padre e hijo compartían batida. 

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Como también lo hacían una pareja llegada de Portbou, invitada a participar en la batida. Ágata se hizo con uno de los ejemplares de mayor tamaño de la mañana. Las mujeres son todavía un rara avis , pero cada vez se dejan ver más, sobre todo las de la franja de entre 20 y 40 años.

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