La paradoja del bienestar: por qué no es lo mismo prosperar y tener una vida plena que ser feliz

¿Qué significa vivir una buena vida?

Una exhaustiva encuesta global sobre la percepción del bienestar integral de las personas arroja resultados sorprendentes: naciones en desarrollo como Indonesia o Filipinas ocupan los primeros puestos. ¿Por qué?

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Vistas del atardecer en una playa de Lhoknga, provincia indonesia de Aceh. Indonesia encabeza el ranking de un nuevo estudio mundial sobre bienestar

CHAIDEER MAHYUDDIN / AFP

Los rankings mundiales de la felicidad sitúan cada año a los mismos países en los primeros puestos: Finlandia, Dinamarca, Suecia, Islandia, Noruega, etc. Países ricos. O dicho de otra manera: países con altos índices de progreso y de PIB. ¿Significa eso que los habitantes de estos países son más felices? No necesariamente, a tenor de los resultados de la primera fase de un estudio sin precedentes (The Global Flourishing Study, publicado recientemente en Nature) sobre el bienestar que ha analizado a más de 200.000 personas en 22 países de seis continentes durante cinco años. 

Se trata de la mayor encuesta global realizada hasta ahora sobre el florecimiento humano, un concepto que se refiere al proceso de desarrollo de las capacidades, fortalezas y virtudes del individuo en diferentes áreas de su vida. El objetivo del proyecto es identificar cuáles son los países en los que sus habitantes prosperan más a lo largo del tiempo y analizar los porqués. Para ello, los investigadores realizarán un seguimiento a las personas encuestadas cada cinco años con el fin de observar cómo cambian sus niveles de bienestar e investigar más a fondo los factores que contribuyen a una buena vida en las distintas culturas. 

Pero, ¿qué significa vivir una buena vida?

Varias personas reunidas  mientras esperan la llegada del Año Nuevo en Eastwood Mall, en Quezon City, Filipinas

Personas reunidas esperan la llegada del Año Nuevo en Filipinas, otro de los países que lideran el ranking de bienestar según la percepción de sus propios habitantes 

Lisa Marie David / REUTERS

El estudio explora seis dimensiones fundamentales del bienestar. Los factores que según el proyecto liderado por investigadores de las universidades de Harvard y Baylor University (Waco, Texas) determinan la prosperidad de las personas son: felicidad, salud física y mental, sentido y propósito, carácter y virtud, relaciones sociales y seguridad financiera. Y los resultados son sorprendentes: países con altos índices de pobreza y violencia como Indonesia, México y Filipinas, encabezan el ranking; en cambio, en países más ricos, como Estados Unidos, o en aquellos que a menudo se señalan como los “más felices” del mundo, como Suecia, sus habitantes presentan índices de florecimiento muy inferiores. 

Si una cosa es la felicidad y otra muy distinta es lo que en sociología se conoce como el “florecimiento” de las personas (su prosperidad o bienestar integral), ¿qué significa entonces vivir una buena vida?  Durante siglos, filósofos, científicos y personas de diferentes culturas han intentado responder a esta pregunta. Cada tradición tiene una perspectiva diferente, pero todas coinciden en una cosa: la buena vida es algo más que simplemente sentirse bien, ser moderadamente feliz o tener éxito; se trata más bien de alcanzar la plenitud vital.

El estado multidimensional de bienestar, tal como lo definen los más de 40 investigadores liderados por Tyler VanderWeele, de la Universidad de Harvard, y Byron Johnson, de la Universidad Baylor, implica tener emociones positivas, compromiso, relaciones significativas y sentirse realizado. Como indican otros muchos estudios sociológicos, tener buenos amigos es fundamental

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Pero, ¿qué otros factores marcan la diferencia en el bienestar de una persona? ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para mejorar nuestra vidas? ¿Y por qué prosperan más las personas en algunos países que en otros? Los investigadores resumen en un artículo publicado en The Conversation sus conclusiones:

¿Quiénes prosperan más y por qué? Los jóvenes lo tienen más difícil que antes

Los datos demográficos del estudio indican que los adultos mayores tienen un nivel de bienestar mayor que los jóvenes en la mayoría de los países. Estudios anteriores sugerían que el bienestar a lo largo de la vida sigue una curva en forma de U, alcanzando el punto más bajo de bienestar en la mediana edad: la crisis de los 40. Sin embargo, los resultados de esta investigación reflejan que los adultos jóvenes de hoy se enfrentan crecientes problemas de salud mental, inseguridad financiera y una paulatina pérdida del sentido de la vida. Todo ello está alterando la tradicional curva de la felicidad.

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Si se analizan los datos por países, se observa que este patrón no es universal: en países como India, Egipto y Japón, las personas más jóvenes reportan mayores niveles de bienestar, mientras que en Polonia y Tanzania, este disminuye con la edad. En el caso de España, sí se cumple la curva de forma de U: los niveles de satisfacción con su vida son más altos entre los jóvenes y los mayores, mientras que descienden en edades intermedias.

Las personas casadas, las religiosas y los jubilados tienen una vida más plena

Asimismo, las personas casadas expresan unos mayores niveles de bienestar en lo que se refiere a apoyo, relaciones personales y otros factores que repercuten en el significado que le dan a su vida. Las personas que trabajan, ya sea por cuenta propia o ajena, también tienden a sentirse más seguras y felices que quienes buscan trabajo.

Por otra parte, quienes asisten a servicios religiosos una vez a la semana o con más frecuencia reportan puntuaciones más altas en todas las áreas de bienestar, particularmente en felicidad, sentido y relaciones. Este hallazgo se observa en casi todos los países, incluso en algunos muy seculares como Suecia. 

Los investigadores concluyen que las comunidades religiosas ofrecen lo que los psicólogos de la religión llaman las cuatro B (por sus siglas en inglés: belief, behavior, belonging and being-with). Esto es: pertenencia, en forma de apoyo social; vínculo, en forma de conexión espiritual; comportamiento, en el cultivo del carácter y la virtud a través de las prácticas y normas que se enseñan en las comunidades religiosas; y creencia, en forma de acoger la esperanza, el perdón y las convicciones espirituales compartidas.

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